LA ENFERMERA NOCTURNA
En diciembre, cuando estuve internado en el hospital México, los compañeros de salón solían contarme historias muy variadas. Una me llamo mucho la atención. Me la contó Don Casimiro, un guanacasteco de casi setenta y cinco años, mujeriego en su juventud, con más de veinte hijos y sin fortuna, pues la había perdido en guaro y mujeres. La última finquilla se la dio a una nica para que lo viera hasta su muerte pero casi nunca lo visitaba y con costo contestaba alguna llamada que yo le hacía a solicitud de él.
Una noche, como a la ocho, cuando el salón estaba con sólo dos pacientes bien dormidos, me dijo:
- Profe quiero contarle una historia.
Cerré el libro que leía, me Incorpore y le respondí:
- Échela, don Casimiro.
Antes de que Ud. llegara, como a las doce de la noche, llegó una enfermera hasta esta misma cama que ocupo ahora, me despertó y me dijo:
- Levántese, don Casimiro que tengo que llevarlo a rayos x para que te hagan unas placas.
Era muy joven, muy bonita y se mostraba muy amable. Por cierto, nunca la he vuelto a ver. Seguro la trasladaron de salón.
-¿Te traigo una silla?
- No, yo puedo caminar.
-Andando. Entonces
La seguí y de camino le dije que iba a orinar, cuando pasé cerca de un orinal.
- Te espero en el ascensor, me respondió.
Al llegar al ascensor la vi adentro con la puerta abierta. entré. La puerta se cerró y por querer ser cortés le pregunte:
- ¿No te da miedo estar a medianoche solita en un ascensor de un hospital?
Se quedó mirándome y me respondió:
- Cuando estaba viva sí.
Y cruzó la pared del ascensor y desapareció.
Puta yo soy guanacasteco y nunca había tenido miedo, ni cuando montaba los toros más pintados, pero de veras profe, me cogió una tembladera que no era jugando. Se abrió la puerta del ascensor y a pasitos lentos llegué a una silla que había junto al guarda y me senté.
- Te paso algo señor, ¿para donde va?
- A rayos x, tartamudee.
- Queda a la vuelta, está cerca.
Me levanté ayudado por el guarda y poco a poco llegué a la puerta de los rayos x. Estaba abierta y vaya sorpresa, adentro estaba la enfermera joven y bonita.
- Te viniste sólo don Casimiro. Ya iba a traerte. Pase para que te tomen las placas.
Entré y me las hicieron. Al salir, la enfermera me dijo:
- Espere don Casimiro que yo lo voy a dejar.
- No se preocupe señorita. Yo puedo irme solo.
Y salí ligero rumbo al ascensor pues varias personas estaban entrando.
- Eso le pasó, don Casimiro, por mujeriego, le dije.
- Ay profe es que sin ellas no se puede vivir, me respondió el viejo.
Me quedé pensando y dije para mis adentros:
- Ojalá nunca nos manden esa enfermera.