ALFONSO CHACÓN RODRÍGUEZ
(1967)
Alfonso Chacón Rodríguez nació en San José el día 19 de julio del año 1967. Es reconocido en España por sus obras. Se graduó en Ingeniería. Tiene estudios doctorales en Temas del Trópico. Tiene una maestría en literatura con mención en lengua inglesa por la Universidad de Costa Rica y recibió una mención de honor en el concurso de relatos UNA-palabra de la Universidad Nacional de Costa Rica en el año 1998 por Cuentos Improbables. Tiene un doctorado en Ingeniería con orientación en Electrónica por la Universidad Nacional del Mar del Plata, Argentina.En el año 2012 su novela El luto de la libélula fue premiada con el Aquileo, compartido.
LO QUE HA ESCRITO ALFONSO CHACÓN RODRÍGUEZ
NOVELA
1. El tiempo en los ojos: 2000
2. Cuando los ángeles juegan suiza: 2003
3. El luto de la libélula: 2011
CUENTO
1. El reloj maldito: 1977
2. Cuentos Improbables: 2000
La primera novela que ha escrito Alfonso Chacón Rodríguez la llamó El tiempo en los ojos y la publicó en el año 2000.1
Es una novela polifónica. El narrador es omnisciente pero distanciado y muy cerca de los personajes, asume el papel de un cronista y brinda un cuadro de imágenes empotradas en un tiempo lejano, cuando el español colonizó y aniquiló la cultura prehispánica, indígena. En un colage, lleno de vistosidad y colorido, presenta desde un plano familiar y privado, el enfrentamiento de las dos culturas. Es el símbolo de la abuela, Tita, que evoca el tiempo histórico, en forma circular, la novela inicia y termina con la misma imagen: la viejita sentada en una silla, cabizbaja, pensativa, contemplativa, con los ojos en el tiempo.
Es un retablo, un mural de imágenes significativas, de la historia patria desde el origen, hasta 1948, con la revolución llevada a cabo por José Figueres, El Padre Núñez, el hacendado y otros liberacionistas, llamados Los Glostoras. Las imágenes se patentizan en encuentros. El más grande y que configura la tesis de la novela es el de dos culturas: la indígena y la española, conquistadores (usurpadores) y conquistados (robados), vistos, estos encuentros entre indígenas y curas, creencias naturales de los indígenas, bajo la armonía de Sibú y Sulá como una unidad inseparable que los curas del catolicismo transformaron en Jehová y el demonio. Los resultados son evidentes, la visión teológica de los españoles se impone, por persuasión o por la fuerza a los indígenas, que se rebelan, en algunos casos, como la india Irinia, pero que tarde o temprano caen bajo la fuerza del poder español. La unión de la mujer indígena con el español forma el mestizaje, en lo que se refiere a lo genético, porque en lo cultural suele ser dominante el dominio español. Es a través de estas imágenes que se van presentando los acontecimientos históricos más sobresalientes, la lucha contra los filibusteros, la guerra declarada contra los alemanes y su expulsión del país y confiscación de bienes y por último la revolución del cuarenta y ocho. También se evocan los procesos familiares, primero el trabajo en las bananeras, luego en la obtención de tierras y el cultivo del café. De peón Ramiro, termina en gamonal, hacendado y degradado por el descubrimiento de su mujer con el vendedor de ropa (polaco) y la separación espiritual de ella y la persecución del viejo de cuanta mujer le servía en su hacienda, al final impotente y ridículo, hasta que muere en la revolución. Y la abuela es devuelta al presente por su nieta que vive los momentos presentes del progreso.
La novela se estructura como los relatos de Alejo Carpentier (1904-1980) de Guerra del tiempo: 1958, Semejante a la noche o Viaje a la semilla. Es una novela histórica. Es condensada, apretada, sintética pero sugestiva, ilustrativa, evocadora. Tiene la virtud de ser la parte oculta de la historia oficial, la privada, la ausente. No creemos que sea una búsqueda de la identidad, más bien se configura como un refrescamiento de la memoria, del olvido, de la desmitificación de tantas verdades falsas. Somos diferentes en la pluralidad, pero tenemos una misma historia con los pueblos latinoamericanos y nos parecemos en los vicios y virtudes, no somos únicos, somos un producto de culturas o si se quiere ese carnaval cultural, esa sinfonía, esos contrastes, esa irracionalidad es nuestra propia identidad.
La segunda novela que recién publicó, en el año 2003, la llamó Cuando los ángeles juegan suiza.1
Es una novela escrita bajo un paradigma literario estructural novedoso. Desde el inicio se aprecia una clara intención de violentar los códigos convencionales, no solo en el género novelesco sino en el tratamiento temático. El lector podrá apreciar y disfrutar desde un autor dialogando con el narrador o éste, conversado con un personaje o recibiendo cartas de él (ella, Aurora), hasta apelando al lector (sin especificar género por innecesario), solicitando su participación o al menos su comprensión.
La estructura novelesca se torna un tanto compleja gracias a sus proyecciones y ambiciosas pretensiones. Claramente se configura como una especie de parodia a las novelas folletinescas, un tanto compañera del Ingenioso Hidalgo don Quijote de
Atribuir a la obra bondades solo por el derroche imaginativo, creativo, innovador del lenguaje, no es justo, si bien se parte de un hecho real. Es gracias a ese lenguaje polisémico que la obra levanta imagen pero no es lo único notable. El contraste entre el parecer y el ser, las dos caras de los personajes, el mundo de las apariencias y las realidades y los diferentes puntos de vista de los personajes, el autor, el narrador y las voces apenas sugeridazas, dan forma a un mundo mayor que se crea a partir de paralelismos, contrastes, contrapuntos, narraciones, escenas, imágenes televisivas, simultáneas, todo ello como un caleidoscopio que capta un infinito mural de imágenes interrumpidas, bruscas, tiernas, insólitas, risibles, sórdidas, crueles, esperpénticas, mordaces, satíricas, burlescas. Es una visión carnavalesca de esta realidad moderna, más parecida a un aquelarre que a una convivencia humana, donde aparecen curas como el Mayor que viven su propio narcisismo, rebosante de poder, endiosado por el dinero y la figuración aunque oculte su otro ego, el solitario, el enfermo, el disfuncional. Esa dicotomía la cargan todos los personajes, el cura Gonzalo que lleva a cuestas su borrachera y su remordimiento de conciencia, Aurora con sus convencionalismos y refugios religiosos, piadosos de caridades formales, el obispo con sus caretas inconfesadas y fácilmente detectables, los amigas de Aurora, las clásicas chismosas que viven de las apariencias, dan consejos y se refugian en los tes y sus frugalidades materiales, más cercanas a los robots que a persona alguna, creen hasta en sus propios embustes, los ayudantes de políticos, como Orlando que viven sus soledades en multitud, en espera de un desliz ajeno para beneficiarse, estereotipo, piltrafa humana, simulacro de hombre y ¡cómo abundan en este medio!, el autor víctima del seudo crítico y maestro literario, poeta engreído que no permite otro espacio que el suyo.1
La novela se convierte en un enorme espejo, no solo el del cuarto de Luci, donde se ve desnuda Aurora y comienza su descubrimiento erótico, su intimidad que posiblemente le lleve a su libertad, al final de la obra. Toda ella es un espejo donde se refleja, se delata la parte oculta del ser, la otra mitad, la otra cara de los personajes-símbolos y de la ciudad como espacio ocupado por ellos.
No se llega a la visión de esa grotesca realidad desde una perspectiva ajena. Es desde la misma clase, o grupo social que se evidencia. El narrador que se convierte en una especie de detective de novela policíaca, penetra, investiga, se oculta, se hace invisible, indaga en el mundo privado de los personajes de ese grupo, llamado "los ricos y famosos", los poderosos, los políticos, los dueños de vidas y haciendas, los jerarcas de la iglesia en contrapunto con los pobres del tipo de Javier, vilipendiado, excluido de la tribu por el cura Mayor y el periodista Cristino, con la anuencia de Manzanilla. Entra en el hogar de una familia católica rica, bajo todos los convencionalismos exigidos por los tan devaluados "valores familiares de la sociedad de antes", los escarba, los desmenuza y pone de relieve la doble moral, el doble discurso, como en el cuento que recién publicó el periódico
Estos primeros indicios de Aurora por redimirse, rebelarse, salirse de ese mundo hipócrita empieza por la "traición" al marido, como Ginebra. Sus sueños eróticos se realizan en el 4x4 que recién le compró su esposo y luego continúan en el apartamento de Orlando, hasta que decide dejar al rey Arturo y unirse con su escudero. Sale de su casa casi con nada pero sufre el vejamen del rechazo. Acude a su única amiga, Pilar y busca un arreglo "racional" con su marido. Termina su calvario e inicia una vida más apegada a la realidad, unida con sus hijas y disfrutando de sus propios proyectos vitales.
La novela permite visualizar una sociedad degradada y unos personajes también degradados. Algunos adaptados a ella, posiblemente los más, los acostumbrados, los beneficiados, los ostentadores del poder, los inconscientes por ignorancia o por sometimiento religioso y los degradados, los menos, los críticos, los conscientes, los desajustados, los disfuncionales, los rebeldes, los que no soportan la enajenación, el engaño, la injusticia y la iniquidad. Sin embargo no parecieran existir muchos caminos para ser feliz en este tipo de sociedad, norteamericanizante, globalizante, de la pobreza, el materialismo, la injusticia, de la política desmedida del todo para mí y nada para usted. Un camino es el que casi todos hacen, seguir el ejemplo de los que tienen dinero y poder, la corrupción, el robo descarado, el obtener dinero sin importar los medios, el haga lo mismo y no sufra. Esta vía puede ser utilizada con éxito tanto por hombres como por mujeres. El pertenecer a un género u otro no ofrece ningún obstáculo. El hombre está más acostumbrado a él pero las mujeres pueden hacer lo mismo, basta imitarlos en todo, hasta en sus amantes. En el mundo de la corrupción los sexos desaparecen. El otro camino es el más fácil por ser el que tiene todas las bendiciones. Seguir igual y corregir las disfunciones: hacer reformas de toda clase, legales, constitucionales, crear la castración sin percatarse que si se aprobara nos convertiríamos en un país de eunucos, construir más cárceles, endurecer las penas, realizar campañas para volver a los tiempos de antes, como si fueran diferentes; los invito a leer los boletines judiciales de los años sesentas para que descubran cuántas violaciones se realizaban por semana, sin contar las que no iban a los tribunales, iniciar campañas en las escuelas y colegios para que los niños se defiendan de los sátiros (como si no existieran entre los maestros, maestras, profesores y curas), y rescatar los valores, tal y como lo hacen los periódicos. Todo ello siempre que no altere el orden, los privilegios, los mandatos de los poderosos desde los bancos, nacionales y privados, los dictámenes de las trasnacionales que lo único que quieren es ayudarnos a salir de la pobreza comprándonos los seguros, las telecomunicaciones, los bosques, las playas y todo, todo, para convertirnos en un país desarrollado, a la altura de los europeos y EU, ¡qué asco!
El último camino es semipesimista, luchar por realizarse aún a pesar de todos esos obstáculos, refugiarse en una especie de anonimato, vivir aislado, no interferir en los asuntos públicos y menos privados de los demás y seguir por el camino, trillo, o vereda que cada uno puede irse construyendo, al lado de los más cercanos, ojala pocos. Huir del mundanal ruido y seguir por la senda de los más sabios que en el mundo han sido: ¿Egoísmo?, ¿Individualismo? Claro que sí, pero conscientemente porque de lo contrario la única luz que aparece desdibujada en el horizonte es...la nada. La felicidad como la libertad no solo hay que ganársela sino saberla disfrutar.
La tercera novela que publicó Alfonso, se llama El luto de la libélula y se editó en el año 20111.
Es una novela polifónica. El narrador es de primera persona y penetra en la privacidad de su mundo desde una perspectiva casi onírica. Bajo este paradigma narrativo se abren una gama de planos, voces y perspectivas que diseñan un mural biográfico que desde una enunciación del presente evoca, revive, adelanta y vislumbra los más variados tiempos, tanto los psicológicos como los históricos cercanos y distantes que abre un poliedro de caras y ápices que se entrecruzan llenos de rupturas espaciales y temporales que desfloran una sinfonía de matices, colores, sonidos, figuras entrecruzados por acontecimientos discontinuos como si se tratara de un rompecabezas que el lector deberá ordenar, tanto en su lectura como en la síntesis final.
Y es que no se escatiman los recursos idiomáticos y estructurales del relato para diseñar la tormentosa e imprevista de unos personajes que luchan por encontrar sentido a sus vidas, llenas de imprevistos, goces, pasiones, luchas, derepentes, disfraces que irremediablemente los sumerge en la lucha por ser en el parecer.
El personaje protagónico, el ingeniero de la compañía Xirtex, se codifica como el eje central, el motor que echa a caminar las libélulas en su lucha por encontrar la felicidad, sin perder la libertad.
Parte de un presente de la enunciación: despido de la compañía, divorcio de Silvia, su esposa y viaje al chalet en una costa litoral. Está solo en su cama y en el techo visualiza una mosca. Así comienza su novela. Esta es la situación inicial. Y desde ella comenzarán los recuerdos, las evocaciones, los sueños, y una nueva vida de divorciado y desempleado. Ese tiempo no será muy extenso, tal vez una o dos semanas y se concentran en una rutina sencilla pero se traslada al poblado vecino y ahí hace vida social con un gringo, exsoldado que perdió los miembros inferiores y tiene un yate como empresa turística de buceo, llamado Jack. Conoce varios personajes, entre ellos los trabajadores de Jack y dos mujeres que siguen el rol de este género degradado: la madre que tiene que vender a su hijo y una joven que ejerce la prostitución entre gringos y clientes del bar, mientras que los fines de semana se ve salir de la misa con sus dos hijas pequeñas.
"Hay un hombre en una cama y una mosca quieta en el cielorraso"
Se abre así esta novela de rupturas y desencantos. Diseño de una existencia humana por cuanto se enfrenta a los imperativos de todo humano: ser y permitir que otros sean, sin cosificarlos, enajenarlos, e envilecerlos. Hombre y mujer en la encrucijada del amor, de su realización, de su libertad, de su felicidad en una sociedad que privilegia los patrones tradicionales machistas y estimula el vasallaje de la mujer en detrimento de su realización plena como mujer y como ser humano.
Es una imagen enunciada por una tercera persona pero no tarda mucho en presentarse:
"El hombre que soy yo se divorció. Fue a un abogado. Luego fue a un terapeuta. Ambos/dos, conjuntamente, abogado/terapeuta, pareja de mosqueteros, los dos hombres más importantes en la lucha contra los monstruos en un armario"1.
Esa es la situación inicia. Negativa, fracaso en ambos sentidos, tanto en el trabajo como en su matrimonio. Luego vendrá el rompecabezas, el ir encajando piezas casi al azar, sin orden lógico ni linealidad, espontáneas, como vivencias. Ese mundo privado poco a poco en imágenes y sucesos o sucesos-imágenes se abre al lector y lo va atrapando en esa madeja, en ese tapete, en ese mural de espacios, tiempos, encuentros, desencuentros, vivencias, alegrías y sufrimientos, fracasos.
Poco a poco comienza a dibujarse una sociedad patriarcal. Su madre sola, y su esposo representado solo por una foto en su cajita donde guarda los hilos para tejer. No la deja sola, vive con ella. Solo los recuerdos, las evocaciones, sus propias frustraciones, una vida dedicada a él y su casa. Su hermana Andrea, traicionada por una exalumna que ella misma envió a recibir lecciones de su esposo. Ahora con unas niñas y separada. Y él divorciado de Silvia que lo cambió por el amigo de juventud, Lautaro y estudios, chileno que convivió como hermano con él y su novia-esposa y al final lo sustituye en sus ausencias temporales y reiteradas con Abril, la joven que trabaja en el proyecto Libélula a su lado, 14 años menor que él, Victoria, la socióloga que compartía el chalet y su departamento en sus arrebataos pasionales. Y su hija Sofía que dibuja como víctima de un bellaco como él cuando desarrolle.
Esa madeja de hilos entrecruzados en un fracaso absoluto de todos, él y ellas muestran al lector un mundo privado doloroso pero angustiosamente real. La narración está llena de atisbos, sugerencias, indicios, imágenes, sueños, evocaciones, vivencias que si bien es cierto nacen de un protagonista masculino, lo es más de una conciencia social lúcida que desnuda su fracaso y las consecuencias en los participantes, sus propias tragedias. No hay quien salga victorioso, tampoco soluciones sensibleras o pasiones desbocadas, pero sí dolor ante la impotencia, cólera ante la injusticia, angustia ante la realidad y se abre la pregunta al lector amenazante, ¿cómo cambiar ese estado de cosas, esos patrones heredados y permanentes y legitimados por una sociedad hasta en las leyes. No hay tragedias violentas, muertes, insultos ni agresiones pero sí enajenación, dolor, frustración e impotencia de los partícipes.
"Es un mundo de laberintos y dioses perdidos. De pronto, quisiera escuchar la voz rota de la vieja cantante de corridos, (pienso que se trata de Chavela Vargas) diciendo que se va, muy lejos de esta tierra. Se va porque no entiende qué quiere este mundo aldeano: una esclava, sometimiento, entregaUna esclava, sometimiento, entrega. Vivir con convenciones y sin disputa.,"1una esclava, sometimiento, entrega
Y en la sección siguiente la inicia así:Aquí dentro. ¿Soy, realmente, un degenerado? Un manipulador, que ve objetos en las mujeres, que de pronto, mirando a su hija hecha un puñito de osamentas y carnes magras, desearía que se asfixiaran en ella los impulsos celulares que la harán mutar en otra víctima más, otro objeto de deseo de hombres como yo."
"Hay algo descompuesto. Aquí, adentro. ¡Soy, realmente, un degenerado? Un manipulador, que ve objetos en las mujeres, que de pronto, mirando a mi hija hecha un puñito de osamentas y carnes magras, desearía que se asfixiaran en ella los impulsos celulares que la harán mutar en otra víctima más, otro objeto de deseo de los hombres como yo. En realidad, es todo muy extraño. ¿De dónde todo este revoloteo? Por sesenta y tantos días, las libélulas han faltado a la cita."2
La situación final pareciera ser esperada. El hombre recibe una citatoria judicial. Hay una acusación contra él por parte de la compañía. Busca a su abogado y deja en sus manos el caso y aprovecha la llegada a la ciudad para resolver la venta del hijo de la señora que atendía sus necesidades en su estancia con Jack.
Su degradación es casi total, hace una primera llamada a la casa de su hija y ésta le responde que ya puede regresar a su casa pues el tío Lautaro ya se fue. En una segunda llamada su madre también reinsinúa que ahora que está en la ciudad, bien haría en volver con Silvia
Se ve envuelto en una redada, lo agreden en un despacho de abogado y amanece preso en una prisión. Después de dos llamadas telefónicas Victoria, la socióloga lo saca de la prisión y lo conduce al bufete de Bellorio, su abogado. De ahí se trasladan a la compañía y le presentan una opción importante para reintegrarse con todos los derechos a la misma. Tiene la oportunidad de reiniciar su vida en su antiguo proyecto. El Padrecito lo seduce con un puesto en la Directiva y todo pareciera volver a la "normalidad". Hasta se podría esperar un regreso a su familia y una renovación familiar con Silvia pero la novela rehúye el cierre folletinesco y enfrenta la realidad desde otras perspectiva.
Interesante novela que plantea una temática muy vigente pero históricamente arrastrada desde la colonia y la imposición española de los patrones familiares religiosos abiertamente patriarcales y machistas. La originalidad y su particularidad radican en la forma de plantearse y narrarse. El paradigma literario abre una serie de estructuras y visiones que a pesar de utilizar un personaje masculino, una sola voz, la narración se desdobla en múltiples planos temporales, espaciales, y sobre todo en un discurso que llega a la concienciación del personaje y lo transforma en una conciencia lúcida de su propia tragedia y el daño en las mujeres que le acompañan ocasionalmente. Es la clásica víctima-victimario en la sociedad patriarcal.
La novela sin llegar a la tragedia y la violencia si expone la enajenación, la impotencia, la frustración, la desesperanza de la mujer y el fracaso del hombre a pesar de los beneficios carnales ocasionales que le bestializan. Y deja no solo la incertidumbre en las relaciones humanas sino abiertas una serie de interrogantes sin respuesta verosímil y aumenta así la degradación humana. ¿Podrá el hombre lograr relaciones sanas, proyectos de convivencia sociales e individuales sin enajenación y con libertad para conducirlos a su felicidad?
1 Chacón Rodríguez, Alfonso. El luto de la libélula. Editorial Costa Rica, San José, 2011.
1 Chacón Rodríguez, Alfonso. El luto de la libélula. Ed. Costa Rica, San José, 2011, p. 3.
1 Ídem. Ob. Cit. p. 133.
2 Ib.
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1 Chacón Rodríguez, Alfonso. El tiempo en los ojos. Fundación Educativa, San Judas Tadeo, San José, 2000.
1 Chacón Rodríguez, Alfonso. Cuando los ángeles juegan a la suiza. Ed. de
1 Este poeta, pienso que es el mismo que, en una ocasión, le hicimos la siguiente broma. Como tenía la costumbre de quemar todos los trabajos literarios que aprendices de poeta, como él, le presentaran por -según él- carecer de valor literario, una vez le llevamos un poema con el nombre bien claro del autor, un compañero de grupo. Lo leyó y moviendo negativamente la cabeza lo incineró, como Nerón. Su sorpresa fue grande cuando le mostramos en un libro el poema que recién había quemado, un poemita de Trilce (1922) de César Vallejo. Sin decir palabra abandonó la mesa, bajo muestras sonoras carcajadas, pero por lo visto nunca dejó la costumbre.
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