Benedicto Víquez Guzmán. Cuento: Carta al señor Presidente

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Carta al señor Presidente

                                                               

 

 

                                                                                              Heredia 22 de Junio de 2001

 

 

 

 

Señor Presidente de la República

Presente.

 

Estimado Señor:

 

Me he tomado el atrevimiento de escribirte esta carta, porque lo considero una persona buena y sé que me entenderá lo que le voy a contar.

Anteanoche estuve por casi dos horas preso. Un guarda de la Maracdonald me descubrió, cuando tomaba media hamburguesa, que una familia había dejado desperdiciada en la mesa. Era la primera vez que lo hacía, y tuve el cuidado de ver que el guarda estuviera distraído, pero él fue más astuto y esperó, que yo tomara el pedazo de hamburguesa, y en el momento preciso en que me lo llevaba a la boca, me tomó la mano y me quitó la hamburguesa y me sacó del salón, y luego me iba regañando, diciéndome que eso era prohibido y que recibiría mi merecido. Me trasladó, por detrás del local, ahí donde pasan los carros bonitos y, en una torre pequeña, hablan con una persona y piden lo que quieren y luego pasan a una ventanilla, donde dan unos billetes y luego a otra, donde les entregan unas bolsas llenitas de hamburguesas y refrescos y se van tranquilos, sin que nadie los detenga. Señor Presidente, yo, a veces, me he parado frente a esa torre pequeña, pero nadie me pregunta nada, seguro es que uno debe venir en carro y un niño como yo, descalzo y a pie, y sin dinero, no lo atienden; porque yo he visto que otros niños, cuando vienen en carro, hasta piden combos agrandados y de todo, y a ellos sí se los dan. Debe ser porque vienen en carro. Lo cierto es, Señor Presidente, que el guarda me llevó, cerca de donde está el gimnasio. Ahí hay un lugar cercado que tiene una maquinaria y sin techo. Me encerró en ese sitio, y a pesar de que me traía agarrado del brazo y me dolía mucho, no lloré y tampoco dije nada, aunque tenía ganas de llorar y casi me orinaba del susto. Fue en ese instante, que permanecí durante casi dos horas encarcelado, cuando se me ocurrió escribirle esta carta, a usted, Señor Presidente. Fue anteanoche y ayer la escribí y, como tengo tan mala ortografía, pues apenas aprobé el noveno año, tuve que llevársela a Ricardito, un amigo mío que duerme en la Universidad, pero que se levanta muy temprano para que no lo vean, porque él toma mucho licor, y se la pasa pidiendo, allí por el mercado. Entonces fui donde él, porque según me ha contado, fue profesor de Sociología en la Universidad y sabe mucho, pero el vicio lo volvió vagabundo. Lo encontré de buenas, porque me corrigió la carta y me dio algunos consejos. Me dijo que tenía muchos errores ortográficos y que lo que yo quería decir estaba bien, pero que era mejor que no se la enviara a usted a su casa, porque recibía gran cantidad de correspondencia y que eran las secretarias, las que primero leían los papeles y votaban los que no tenían importancia, y que una carta como la mía, firmada por Ramoncillo, de seguro, ni la misma secretaria terminaría de leerla e iría derechito al basurero. Por eso me dijo que la enviara a un periódico para ver si éste quería publicarla, que tampoco estaba muy seguro, y así, cuando usted lo leyera, tendría que ver la carta. Ricardito  me llevó donde un señor que la pasó a máquina, luego me compró un sobre y unas estampillas y me acompañó al correo y me enseñó dónde colocarla  Es que, Señor Presidente, yo tengo apenas un año de estar aquí, en la ciudad; mis papás son de Guanacaste y se vinieron a vivir, donde una tía, pero unos meses después, se presentó la oportunidad de hacer una casita humilde en el Preca y mi papá, aunque toma mucho, es muy bueno para la construcción. Ligerito buscó unas tablas viejas y unos horcones y con unas latas herrumbradas de zinc, paró una lindísima casa. Ahí es donde vivimos ahora, mis papás mi hermana Katia y mis dos hermanitos menores. No es muy grande pero ya tenemos una cocinita de gas y hasta un televisor, en blanco y negro, para que mi mamá vea las novelas y mi papá los partidos de fútbol. Él es saprissista, igual que usted. Por eso es que le cae tan bien y, como usted, va al estadio, a ver todos los partidos de la selección, entonces él lo admira demasiado. Yo también lo quiero mucho y lo que más deseo, si papá Jesús y Mamá María me ayudan, es llegar a ser Presidente como usted. Especialmente porque yo sí me comería todo lo que le dan y no desperdiciaría nada. A mí no me importa llegar a ser gordo. Por eso, cuando lo veo en la televisión, frente a esas mesas llenitas de comida, cómo me gustaría llegar a ser Presidente. Además desearía también viajar por todos los países y comer esos manjares que dicen les ofrece. Ricardito me ha contado que hasta en los aviones le dan a uno lo que quiera. Sólo me preocupa un poco, viajar en avión. Debe ser muy peligroso pero yo estoy seguro de que, cuando sea grande, ese miedo me pasará. Hace un año estuve en el Parque de Diversiones; nos llevó la Niña y ahí me monté en un aparato rarísimo que lo llaman algo así como, el túnel del tiempo. Es carguísima y aunque bajé mareado, no me vomité.

En mi casa, Señor Presidente, además de la familia, tenemos un perro que llegó solo y se hizo amigo mío y se quedó. Se llama Pinto, porque le gusta mucho comer el gallo pinto que hace mi mamá, cuando hay arroz, frijoles y huevos. Pinto, además, es blanco, con unas manchas amarillas. Se parece mucho a un perrito que aparece en la televisión y que viaja con un joven, en una avioneta, y que imita a un  pirata. Es igualito que él, sólo que no es un artista de cine pero, que es inteligente, lo es. Figúrese usted que, a pesar de que en casa, algunos días, no hay mucho qué comer, ya sea porque mi papá no consiguió un jardín que machetear, o porque tuvo que comprar la pachita de cacique, o porque mi mamá, que ahora le ha dado por fumar y le roba un poco de licor de la pachita a papá, gastan más de lo debido; entonces nos hemos visto en apuros, además, de que a veces, yo recojo poco y más hoy, que pasé casi toda la noche encerrado y cuando llegué a la casa tuve que darle a mamá explicaciones porque llevaba poco dinero. Le comenté que existe mucha competencia; sólo en las afueras del local, por donde salen los carros, se colocan más de diez niños para pedir una moneda y muchos de ellos son menores que yo, y a los señores de los carros les dan más lástima y por ello, muchas veces, recogen más dinero que yo. Le decía que me sorprende que Pinto esté gordo sin comer casi nada. Esto me hizo entrar en sospechas, ya que los días lunes y jueves, por la mañana, no lo oía ladrar. Entonces me puse a vigilarlo y me levanté temprano, un lunes y lo vi cuando salía, como a las nueve de la mañana, y se dirigía donde están las casas de Los Sánchez, Los Hernández, Los Zamora y, con sumo cuidado, iba inspeccionando las bolsas de basura y de ellas sacaba tremendos banquetes, pizzas enteras, hamburguesas, bolsas de papas a la francesa. No le gustó mucho, cuando me le acerqué y le robé media pizza, pero poco a poco, nos hicimos aliados y él me indicaba, en cuál bolsa estaba el banquete, y yo la abría con cuidado, para que los de la basura y las empleadas de las casas, no se enojaran, por encontrar la basura botada. Ambos comíamos, y a veces nos sobraba para llevarles a mis hermanitos, a mi mamá y a mi papá, que mientras veía el partido y se tomaba la pachita de cacique, se comía tamaños pedazos de pizza. Yo siempre tenía el cuidado de quitarle las basurillas, que a veces se colaban en la pizza, pero por lo general, las encontrábamos, en las mismas cajas y bolsas, hasta con los envases del queso molido y la mayonesa, enteritas, casi sin probar. Además de que nunca les dije, a mis papás, de dónde traía las pizzas. Les inventé que las señoras, de esas casas, me las regalaban. Le contaba que entonces me expliqué por qué Pinto se mantenía gordo, ahora yo también estoy empezando a rellenar mis huesos largos y delgados. Pero hemos mejorado muchísimo, desde hace unos tres meses, pues Katia, aunque usted no lo crea, Señor Presidente, ha encontrado un trabajo buenísimo y muy seguro. Algo oí a mi mamá de que trabaja como guía turística, que se encarga de llevar a los gringos a lugares recreativos, hoteles, cabinas, villas y hasta cabañas, en diferentes partes del país. Con decirle que le pagan en dólares, y de unos días para acá, cambió su pelo negro por uno lindísimo, rubiecito y se ve preciosa. Es que parece una señorita de la capital y con unas botas de charol, unos jeans azules ajustados a su cuerpo, anteojos oscuros y una diminuta blusa, abierta por detrás, parece una artista de cine. Con decirle que hasta fuma. Después de las giras turísticas, que duran hasta ocho días, llega a la casa y nos llena de regalos y plata. Ya mi papá no se pone furioso, ya que no le falta la pachita, y mi mamá, hasta se da el lujo de pintarse y anda alegre por toda la casa. Por lo general, Katia, se queda con nosotros dos días, que la pasa durmiendo, seguro se cansa mucho, en esas largas caminatas; aunque se da el lujo de llegar en taxi, y luego se va otra vez a guiar a los gringos por los centros turísticos del país.

Señor Presidente, a mí me gusta oír las noticias y ver los partidos de fútbol, igual que usted pero yo lo hago en los almacenes Casa Negra, porque no cobran y los veo en varios televisores a la vez, además de que son en colores y enormes, pero existe otra razón, yo soy liguita y mi papá los odia. Entonces no puedo verlos en mi casa. Éste es un secreto, Dios guarde se lo cuente a mi papá porque me mataría. Pero lo que quería preguntarle es que oí en las noticias que condenaron a unos señores que administraron mal un banco, a algo así, como a quince años, pero que no irán a la cárcel, ya que era la primera vez que lo hacían, y entonces, me dije y, ¿por qué yo fui encerrado, casi dos horas, si era la primera vez que cogía un pedazo de hamburguesa, sin permiso?

Señor Presidente, ya no lo canso más con estas historias. Sólo le pido, un último favor, que cuando le den esas comidas ricas, que usted desperdicia, se acuerde de Ramoncillo y me mande un poquito de lo que le sobra.

 

                                                                                 Atentamente Ramoncillo Vargas

 

¡Ah!, se me olvidaba, si deseas contestar y mandarme todo lo pedido, puedes hacerlo a la siguiente dirección: Urbanización El Preca, casa No. 2, Heredia, Costa Rica.

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