UN NUEVO PARADIGMA NOVELÍSTICO: EL SINFONICO
UN NUEVO PARADIGMA NOVELÍSTICO: EL SINFÓNICO
Podría pensarse que durante los análisis de las novelas no explicitamos este nuevo paradigma. Fue intencionalmente porque no se ha creado, en la literatura costarricense una sola novela que se ajuste en un porcentaje aceptable a este nuevo paradigma, hasta hoy. Sabemos que el nuevo modelo, el sinfónico abunda en la literatura hispanoamericana y como muestra podemos ofrecer la novela Delirio de la colombiana Laura Restrepo. A pesar de ello, como proyección científica y basados en los análisis de novelas presentes, nos atrevemos a conceptuar un paradigma nuevo, del futuro, con respecto a la novelística costarricense y latinoamericana; se trata de la novela sinfónica, antes describimos los paradigmas monofónicos y polifónicos, ahora anunciamos el nuevo paradigma, que hemos llamado sinfónico. Este paradigma no rompe con el anterior ni se opone a él. Es más bien una transformación cualitativa superior a su antecesor, un mejoramiento, una continuación con cambios y transformaciones que lo mejoran. A pesar de que en Costa Rica algunas novelas se asoman a él, no nos atrevemos a decir que existan algunas de ellas que cumplan con sus características esenciales. Se han escrito algunas novelas que tímidamente se inician en ese paradigma. Nos atrevemos a decir que la novela Vamos a Panamá: 1997 del escritor Rodolfo Arias Formoso (1956) es la que más se acerca a ese paradigma, que pertenece a la generación de 1987.
El nombre es una continuación de los anteriores y se ajusta a la misma metodología. Utilizamos el idioma griego que etimológicamente describe la palabra sinfónico como un adjetivo derivado del morfema sin, como preposición que significa "con" y fonía, como sonido, voz, así este concepto expresa la concepción de "con sonido", "con voz". Luego, por extensión, ajustamos el concepto a una significación mayor:
"Armonía de voces en una totalidad artística fónica."
Los rasgos de este nuevo paradigma los podemos caracterizar como:
1. Muerte de la visión omnisciente fuera del texto, del narrador-autor, metiche, guía, tutor, moralista, sabelotodo, manipulador. Es la desaparición del narrador cercano o casi homólogo al autor, el yoísta y que Gerard Gennette llamaba extra-genético. De ninguna manera desaparecerá la perspectiva de la voz de los personajes, su visión, su punto de vista, protagonista, omnisapiente, o testigo. La enunciación dentro de lo narrado, lo dicho, no desaparece. El mundo narrado se torna suficiente, y dentro de su verosímil, se crean sus propias leyes literarias. El autor crea la obra conscientemente y de su inspiración nace una nueva realidad. Sabe que debe respetarla y sobre todo las cosas, estar plenamente consciente de que se propone hacer literatura.
2. Eliminación referencial de contextos físicos, históricos, biográficos como elementos significativos y explicativos del mundo novelesco. Este rasgo debe entenderse como esa tendencia tan generalizada de algunos escritores de pretender dar validez al texto literario citando personajes históricos, hechos, lugares concretos, con el fin de obtener validez a su escrito. La premisa del nuevo paradigma es que el texto llamado novela tiene su propia autonomía, es una nueva realidad y no necesita de esas referencias para su significación y completitud y menos para adquirir carácter literario y notoriedad.
El realismo, en una obra literaria bajo este paradigma, lo define la misma creación y no las referencias. Así las nuevas novelas inscritas en esta tendencia se plantean como una virtualidad realista en su misma propuesta, su creación. Las novelas se muestran más para ser vistas, oídas que leídas, aunque ello sea imposible. Lo mostrado, más que narrado, es vivido, el mundo a que asiste, el lector social, es un caleidoscopio de imágenes, un móvil, un mural, un arcoiris, un carnaval, pero no como se podrían ver a simple vista. El arcoiris no es estático sino en movimiento, el carnaval, tampoco es fotográfico sino turbulento, con diversidad de espacios, movimientos y voces. Así la novela se convierte en una vivencia, un espectáculo, un mural vivo, una visión armónica plurisémica.
Esa nueva propuesta evita el realismo, renuncia a él, rotundamente no. El realismo, ahora, está en la novela. Ahí el autor, artísticamente, desnuda la vida del hombre, el presente, el pasado y el futuro. Los personajes desgarran sus vidas, sus impotencias, deseos, anhelos, angustias, y muestran el mundo actual corrupto, desigual, injusto, inhumano, en todos los niveles y estratos sociales. Nunca antes hemos asistido a un realismo más desgarrador y qué importan los referentes, el país, los nombres de los políticos, las citas históricas, si esa realidad se afinca como universal en la particularidad, múltiple en la unidad, de la vida de todos los hombres. Por ello lo maravilloso, lo extraño y lo fantástico tienen un horizonte halagüeño en el futuro literario. Lo temático ocasional social e histórico está ahí, esperando al artista. El atentado de la Penca, a pesar de los veinte años de viejo, no ha muerto, los crímenes, los genocidios, la corrupción, los engaños, las injusticias, la juventud latina violenta, a causa del desaliento, los políticos criminales que matan con permiso, en nombre de Dios y la democracia, los fanáticos y fundamentalistas, toda esa bestialidad no ha desaparecido y cualquiera puede escribir sobre ella, pero el verdadero artista es aquél que tiene el poder de ofrecer una obra de arte con esa temática. Irremediablemente el artista literario penetrará en lo privado de ese mundo que ya casi, por más que lo intenten los políticos, los poderosos, los ricos, no puede ocultarse.
3. El paradigma del futuro novelístico exigirá una armonía de voces, una sinfonía. No será una sola, sino el concierto de todas ellas, las poderosas, las débiles, las de los sin poder, los tímidos, las mujeres, los niños, los negros, los minoritarios sexuales, pero sin imposición, en contrapuntos, en bemoles, en puntillismos, en claroscuros, en dudas, en penumbras, en insinuaciones, atisbos, orillas, límites, casis y no absolutos. No será el concierto de voces dominantes sino la armonía de ellas, sin jerarquía, sin imposiciones, sin maldiciones ni condiciones. Es la novela de la libertad literaria, de la denuncia social, sin menoscabar el arte.
A nadie se le impide escribir lo que desee, ni existe derecho alguno que pueda impedirlo. Lo que se debe exigir es que el autor de literatura tenga claro y respete el mandato de que si lo que desea es hacer literatura, entonces debe ajustarse a las exigencias de ella o correrá el peligro de que lo producido sea cualquier forma de texto, pero nunca literatura, y esto escapa al gusto, la moda y lo que digan las mayorías. Se trata de condiciones esenciales del arte literario. Por supuesto que se seguirán escribiendo novelas que no lo son y que no pertenecen al restringido y exquisito mundo de la literatura.
No debe pasar desapercibido que, a través de los análisis hechos anteriormente, hemos venido señalando un rasgo que descubrimos como propio y esencial de la novelística en general y la costarricense en particular y que comienza a mostrarse en, las generaciones de 1957, en adelante. Se trata del carácter privado como parte indiscutible de la obra literaria, llamada novela. Hoy más que nunca este género se inclina básicamente por evidenciar, narrar, describir, mundos privados, tanto de los personajes utilizados, como de los contextos, sean estos históricos, sociales, políticos o biográficos. Los novelistas escudriñan lo oculto, lo escondido, con intención o no, lo que está detrás del olvido y apenas es sospechado, en fin, el inconsciente psicológico de los personajes y de la sociedad, ahora o en el pasado, o los dos juntos. Pero todo ello, con el mayor respeto al carácter literario de la obra.
ottimo
Gracias por esa voz de aliento.
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán