OTRA NOTA
Viene a mis manos la revista por obra de la generosidad del bien amado García Monge. Confía en que mis entusiasmos pueden asociarse dignamente a la empresa de idealismo a que ha consagrado su vida. Deseo de corazón merecer su confianza, y acrecerla y recompensarla. Pero no me atrevería a aceptar una tan hermosa porción en el cumplimiento de este grave deber, si la mano del maestro no estuviera dispuesta a vigilar el gesto de la mía, a fin de que siempre convenga al encargo a que lealmente pretende servir.
Quizá nada tan inquietante para mí, ahora, como venir al frente de una publicación cuyo origen, cuyo silencioso desenvolvimiento, cuyas aspiraciones, la comunican íntimamente con el espíritu de toda una juventud. Y en una hora en que el mundo va a revestirse de primaveras; en que para exaltar las posibilidades de su conciencia va la humanidad a sumirse en la conciencia de su juventud con una majestuosa avidez de plenitudes. Hora que es solemne, por sagrada; que es sagrada, porque trae de lo alto la misión de una buena nueva para el hombre. Si no de renovación en lo que contienen de esencial y permanente los valores constitutivos de la civilización, sí, de revisión, hora de ampliación de ámbitos, de agitación de ansiedades, prolíficas en dones de concordia y de humanidad, que son dones de gloria. ¡Hora imponente, como un designio providencial, en la cual otra vez sentirá el hombre que a sus entrañas consumidas de dolor desciende la luz de lo infinito!
En esta hora el país debe levantarse a la contemplación de los horizontes en que se reflejan los magnos incendios de la guerra. Debe disponerse a adquirir la posibilidad de que una conciencia mesiánica le conquiste una significación y le trace un rumbo dentro de la vida del continente.
El país no debe dormir por más tiempo, en esta hora, tendido al margen del momento histórico, bajo el letargo de una oprobiosa negligencia. Sin consumirse a sí mismo, su espíritu no puede nutrirse con las visiones de un delirio en que hay ardores y espasmos de fiebre.
De muchacho publiqué o ayudé a publicar periódicos, diría que a montones. Ahora esto es para mí algo que contiene un sentido profundo. Cuando recibí La Obra llegó a mi mente aquella imagen que es majestuosa en el cuadro de John Pettie: la del caballero que vela sus armas. Es toda una noche durante la cual el espíritu del caballero transfórmase en una sola profunda plegaria, ante el altar coronado de fulgores, cuya luz no se ve de donde viene. Y me he recogido en el silencio, con los ojos dirigidos a la altura y las manos en gesto de acariciar una simiente maravillosa. ¡Por mi país, por mi pobre país!
Esta labor debe acoger, debe promover, suscitar inquietudes, devociones, preocupaciones, ideas, ideales. Es preciso trabajar para que las instituciones del país adquieran la capacidad de ponerlo en contacto con las necesidades y las normas de una nueva civilización. Escritores, artistas, hombres de ciencia, hombres de estudio, solos o asociados, deben erguir su esfuerzo, como si plantaran antenas para recoger y trasmitir las palpitaciones con que comienza a manifestarse la muda de alma del mundo.
Pero sobre todo los maestros. Al servicio de éstos, La Obra continuará concediéndole una importancia dominante a los problemas educacionales. Parece ser éste el momento en que más activamente se lograría interesar la opinión común en tales cuestiones. Para que sea más hacedero que la escuela -primaria, secundaria y universitaria- avance hacia los derroteros que le abre el nuevo pensamiento.
Para que llegue a ser nutrimentum, por la Verdad, por la belleza, para la Libertad, para la Justicia.
Así lo demandan la nación, el continente, la humanidad.
SIEMPRE LEYENDO
Siempre, siempre está leyendo. Los cajones de las puertas son su salón de lectura; y tal vez es la lectura la única puerta por donde entra la vida su alma de derrotado.
Todos los que comprendemos que un rincón de ésos puede ser el más alto sitial de la tierra, nos hemos detenido a oírlo leer, -que siempre lo hace en alta voz; y todos hemos contemplado con respeto su ademán de filósofo.
Es el viejo pordiosero elefancíaco, cuyo aspecto pone imágenes de horror en los ojos buscadores de artificios de las señoritas espirituales y de los jóvenes cultos.
Él recoge todos los papeles impresos y que el viento arrastra por las calles, como si quisiera consolarse en la compañía de las cosas que han seguido su misma dolorosa suerte, que han ido como él, rodando, rodando entre el caos de la inmensa polvareda humana.
¡Oh gran viejo: sigue, sigue leyendo, que llegará la noche a tus ojos tristes, y no habrás visto nunca destellar en las páginas que lees la luz de la claridad.
1920
SEMANA CÍVICA
Sería Equivocado entender el trabajo escolar que ha de hacerse durante la Semana Cívica, solo como oportunidad para la enseñanza de temas referentes a los acontecimientos de la independencia. Se perdería la mayor parte del tiempo dedicado a la exhibición de series de datos. Sobre todo si ellos no hubieran de ser importantes, o si apareciesen desconectados. O si, organizados, lo fuesen solamente por referencia a criterios de valor externo; es decir, basados no en necesidades de educación, sino en personales conveniencias del trabajo del maestro.
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Claro que hay que dar conocimientos en esos días, pero subodinándolos a superiores propósitos de educación. Sin un concepto de ellos, que la presida y en torno del cual se organice, la obra puede fracasar.
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Hay fecunda posibilidad de hacer, dentro del plan propuesto, una obra extensa, armónica.
Hay cómo promover la formación de hábitos. Hay cómo continuarla. Hay cómo perfeccionarla.
Hay cómo impartir conocimientos, en formas múltiples. Hay cómo despertar interés, cómo acentuarlos, cómo enriquecerlos.
Hay cómo producir intensas actividades emocionales.
Hay cómo inspirar ideales.
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Claro que urge reunir numerosos datos, y que importa ordenarlos, correlacionarlos; pero sin un criterio para realizar la búsqueda respectiva sino uno que gobierne la selección de los mismos, sin otro que dirija su ordenación, la obra podrá resultar vana y quizá fastidiosa para niños y maestros, y ya, por ello, perjudicial.
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Para comprender el mecanismo de la correlación de ramos, la oportunidad es propicia. Cuando no se organiza conforme a principios inspirados en la naturaleza de las funciones que aspira a cumplir, trócase en un proceso funesto. Con suma facilidad es divagación.
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Es preciso determinar previamente los fundamentales aspectos de la vida nacional por referencia a los cuales se va a organizar el trabajo.
Es preciso determinar la relación que convenga establecer entre ellos y los sucesos de la Independencia, y entre ellos, ésta, y sus consecuencias. Después, escoger los temas que dentro de tales asignaturas favorezcan naturalmente el desarrollo de los correspondientes tratamientos. Al menos, éste es un camino.
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Si pudiera conducirse a los niños a la comprensión del íntimo sentido de la independencia de un pueblo, -de su pueblo- y pudiera dársele noción de las responsabilidades que ella entraña, de los deberes que comporta, de las trascendentes aspiraciones que justifica, -se haría-, sin duda, obra hermosa. Mejor, siquiera, que la de hastiarlos con la árida exposición de datos biográficos aprendidos la noche antes de darles la lección.
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Que vean vivir a los hombres. Y tengan idea de qué los hace triunfar. Que los miren como son: sin la mutilación a que suele someterlos el historiógrafo.
Que vean desenvolverse los hechos. Que admiren lo que haya en ello de la mano, del corazón, del pensamiento del hombre; que admiren y amen la contribución de la naturaleza. ¡Que se asombren de mirar siquiera por un momento, cómo se construye y cómo se transforma la civilización, y cuál es la obra del tiempo y la cooperación del espacio, y qué sutil urdimbre infinita, se agita en el seno de todo ello, plasmándolo, dándole aquí expresión de Belleza, y allá dándole contextura de Verdad o forma suprema de Bien! Y ¡que contemplen en medio de ello, al hombre: con un enigma, con un dolor, con una esperanza, con un poder!
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Propicia es la ocasión también para renovar ideas acerca de la Enseñanza de Instrucción Pública. Y propósitos de ella son muchos, y a veces bellos los problemas. Hay escuelas en las cuales toda la enseñanza está supeditada al cumplimiento de fines cívicos. Hay libros valiosos para guiar al maestro. Hay métodos nuevos, experimentos interesantes, ensayos fecundos.
Una aspiración dominante: transformar el criterio de ciudadanía, sustrayéndolo a la opresión del concepto jurídico. Una preocupación vital: hacer del niño un ciudadano por su acción, de niño, en la escuela y en el hogar. Y un ciudadano de su país y del mundo.
De Aristóteles a Lowell, la línea es recta.
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La ocasión también es favorable a una revisión de los fines, contenidos y medios de la enseñanza de historia.
Error fundamental el de atribuirle una accesoria significación. Error fundamental, el de creer que su aprendizaje sea fácil y así se enseñanza.
Psicológicamente la enseñanza de historia supone el dominio de un complejo y delicado proceso de aprendizaje: ampliación imaginativa de la experiencia. ¡Y creer los maestros que solo es una narración! Y no haber advertido la trascendencia de obligar a los niños a recorrer siglos, tierras, hombres, acontecimientos, costumbres, ideas, etc. en pocos minutos.
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Convendría pensar en aquello de Renán: "La patria es alma."
Y en lo de Marco Aurelio: "la libertad está en mí."
Heredia, 1921
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