Benedicto Víquez Guzmán: Algunos escritos sobre Omar Dengo Maison después de su muerte. Dos

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Vida homogénea la suya, limpia, sin desvíos, sin claudicaciones, dedicada a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello, , pura como una llama. Sus aspiraciones las convirtió en una religión invariable; sus ideas en obras. Por eso su prestigio, por eso sus cualidades morales que le dignificaron en este siglo positivista, en donde las libras esterlinas deslumbran y pierden lo mismo que el collar de perlas de la frágil Margarita.

 

A menudo, en la ocasión propicia, echó su carta de espadas, sin considerar los intereses creados, y emitió sus pensamientos, exento de prejuicios, cuando los imperativos del deber le invitaban a ello.

 

Justo en sus apreciaciones, con serenidad, con claridad, sin odios roedores, saltaba a la liza del debate, y  oro las doctrinas económicas, ya los métodos sociales, bien los programas escolares, eran objeto de su sabio análisis.

 

Hay dudas sobre el escritor que hubo en Omar Dengo y se le estima en más por sus vuelos oratorios. Esto merece una explicación. Los que le juzgan así es probable que le hayan leído de un tirón, y no como recomienda Faguet, o la producción de este pensador, que es vasta, y que está dispersa al presente, pasó inadvertida para la seguridad del juicio.

 

En mi sentir, sí lo fue, y de potencialidad extraordinaria. Sus tendencias y gustos literarios eran novedosos. Su agilidad transparenta un sentido delicado que viene de Khyyán, de Kabir, de Tagore... Un signo de belleza naciente,  sus plegarias, sus tenues anotaciones, sus juicios, sus frases prologales. Su último trabajo, gestado en octubre de este año, está decorado de florescencias exquisitas. Dice:

 

"Nos da a veces la tarde, en su serenidad, o en su placidez, la imagen de infinito espejo de oro fragmentado después en la insinuación y en el elogio estelar de la noche. La primera estrella hacendar toda la simiente de luz celeste."

 

En La Inquietud de la hora, expresa:

 

"La idea es un bajel para llevar la conciencia del hombre hacia la conciencia del Universo. El hombre es un Universo detenido en las mallas de una idea."

 

Predominan en sus impresiones temblores de alma, trinos interiores de una rara música desconocida.

 

Hablando de Berta Singerman, escribe:

 

"El silencio abre sus entrañas de angustia a la palpitación de la eternidad."

 

Oíd su  voz iluminada, en América y el Maestro. Madre América, madre en esperanza de un porvenir cuya eclosión es un designio cósmico, en el cual se concentran, como savias de siglos, los ideales de las civilizaciones para alcanzar a ser luz y redención un día en la hazaña de una nueva humanidad."

 

Esta página de bronce, trepidante, penetrada de clarividencia, de heroicidad, demuestra que había en su mundo íntimo nido para un águila que llevaba  en el pico una estrella y en las alas el rocío de los cielos.

 

No es frecuentemente, en presencia del abandono de gentes insensibles a los reclamos urgentes, él gustaba de la ironía, a manera de remate feliz, antes de tornar al silencio. Y fue la suya ironía fina, risueña de esa que deja un estremecimiento sobre el pecho de la duda o de la amargura. En sus postreros instantes, cuando a los cuarenta años de vida útil percibió el llamado del Más Allá, sin proferir una queja, ironizó durante el segundo en que se acercaba el gran enigma, la batalla entre la sombra y la luz, que dijera Hugo.

 

"Pero me estoy arreglando la camisa. Vale la pena presentarse bien. Si tuviera corbata y estuviera torcida, también me la arreglaría."

 

Y esto otro:

 

¿No hay alguna noticia de importancia que llevar allá mañana? Tal vez me lo crean al otro lado..."

 

Y esta reflexión de sabor evangélico:

 

"Fui a la gloria y me devolvieron porque llegué llorando."

 

Desde el altar de la muerte, este varón insigne, dio una lección más, y dispuesto a externar severas convicciones, manifestó, con énfasis, que los jóvenes deben amarse, fraternalmente, y vivir, fuertes de alma y de cuerpo, velando sin desmayo por los intereses espirituales del país. Habló de lo que hay que hacer, dentro de nuestras posibilidades, en la Nación; de la valiosa riqueza que posee y que es sensato utilizar para el surgimiento de la cultura del porvenir.

 

Pero llegada la partida, y ante el Cristo:

 

"Oh Cristo, tú que iluminaste al mundo con tu ciencia y tu poder, ilumina mi pensamiento para entrar en la eternidad."

 

Así terminó Omar su vida, así desapareció este santo incomprendido, este compatriota perilustre, que fue hacia la Gran Serenidad, en sosegada ascensión, entre el sollozo de la Patria.

 

Pero no solo Costa Rica perdió un valor genial, sino también el Continente indoespañol en donde escasean los sabios y los iluminados.

El Congreso Constitucional, el 20 de noviembre de 1928, se puso de pie durante un minuto dedicando su pensamiento al gran desaparecido. Ojalá los costarricenses, al conjuro de la admiración y del recuerdo, nos pongamos de pie, de cuando en cuando, para evocar al pensador Omar Dengo, quien supo magnificar a Costa Rica con el incendio de su inteligencia y la primavera de su corazón.

 

 

Mensajes diversos

 

Por H. D. M.

 

Siempre su voz, su palabra, su gesto que parecía modelar la idea para grabarla más hondamente, conmovía las más recónditas fibras de nuestras almas y en ello estribaba su dirección excelsa y superior al educar.

 

En místico recogimiento, en estremecimiento de dolor, plegamos las alas enlutadas, del recuerdo de nuestra juventud, cuando  fuimos sus discípulos, y sentimos cómo una a una están encendidas, con fulgores de estrella y  destellos divinos, las luces que él allí dejó. Hoy son la ofrenda que al recuerdo y al culto del amado maestro conmovidos por la pena, le tributamos al emprender su eterno viaje, y le decimos, entre sollozos y lágrimas:

 

"Y dejas Pastor Santo, tu grey en este valle..."

 

 

 

A mi inolvidable amigo y benefactor don Omar Dengo

 

 

Por Hildebrando Siles Granados

 

Una antorcha de vivísima luz que iluminó intensamente el camino por donde pasaron legiones de jóvenes anhelosos de elevados ideales, se acaba de extinguir... Sí: se consumió. Pero en cada uno de los jóvenes beneficiados por esa antorcha, quedó una parte de su luz. Don Omar no ha muerto. ¡Vive!

 

Yo también me cuento entre los beneficiados por don Omar. Él me tendió su mano justa, franca, y amiga, y con la paciencia del verdadero Maestro, me condujo hacia el lugar por mí soñado.

 

Recibid mi humilde ofrenda ¡oh inolvidable amigo!

 

 

La estimación extranjera

 

 

Por Salvador Cañas.

 

Lamento sinceramente fallecimiento Omar Dengo, valor positivo de cultura espiritual.

Por Cristián Rodríguez.

 

Anonadado lloro al malogrado amigo.

 

Julio Fuenzalida.

 

Conmovido noticia fallecimiento señor Dengo. Presento usted y famita sentida condolencia.

 

Por Manuel Roy.

 

Muerte Omar Dengo pérdida irreparable Magisterio Americano. Comparto fraternalmente dolor ustedes.

 

 

¡Alerta está!

(Sobre la tumba recién abierta de Omar Dengo)

 

 

Por José María Zeledón.

 

Ayer fuimos a Heredia a enterrar a un soldado. A un soldado de la cultura autóctona. A un verdadero soldado del país  que murió agotado por la fatiga de incesantes jornadas sucesivas a que la modalidad de nuestro ambiente condena a los batalladores que jamás son relevados en sus puestos de la línea de fuego por las reservas que no existen. Por eso, por ser soldado ilustre caído, formados en bóveda interminable las armas y os pabellones de todas las milicias intelectuales de Costa Rica, dieron la protección de su sombra al imponente desfile.

 

Envidiable en todo sentido la muerte de este hombre cargado de merecimientos por lo que fue su labor y por lo que fue su vida. Vida y obra homogéneas, jamás desmentida una por la obra, como deben ser todas las obras de una vida llamada a perdurar y dar frutos egregios y como deben ser todas las vidas consagradas a una obra de Bien y de Verdad.

 

Se alejó del mundo con la palabra virilmente alentadora en los labios para aquéllos que le sobrevivirán en la pelea. Ni un desmayo, ni una claudicación, poseído más que nunca de la fuerza de sus convicciones y seguro, serenamente seguro, de la continuación de su esfuerzo en medios más amplios y propicios.

 

Para quien sucumbió así, como Sócrates, vaciando en torno el manantial de su filosofía, bien merecida ha estado la gloria -envidiable también- que le tenía preparada el Destino: que la oración final sobre su tumba fuera dicha por labios proféticos, venido desde lejos como en un impulso exclusivo cumplidor de esa misión sagrada; por los labios de Haya de la Torre, el tribuno más vehemente y más sincero y por lo tanto más grande de la actualidad americana.

 

Todo hace pensar que son venidos tiempos de lucha excepcional para estos pueblos del continente ido español. Y en los instantes precisos en que el nuestro pasa revista a sus valores cívicos, Omar Dengo contesta entre los primeros: ¡Presente! Cuando ya sus heridas no le permitían otro empeño y va a tenderse en el rincón de la muerte sobre su rifle y bajo su bandera.

 

Dejemos insepulto su recuerdo para que en el día de la victoria -que siempre es día lejano- vengamos a esa tumba recién abierta en Heredia a traer un gajo de laurel al invicto soldado de su país, quien, al escuchar nuestro reclamo, responderá con la precisión de los atalayas vigilantes:

 

"¡Alerta está!

Omar Dengo

 

 

 

Por J. J. Salas Pérez

 

Era el maestro

De singular grandeza:

Alas en los hombros,

Y en la frente,

Luz y belleza.

 

Era de los bravos

Y era de los grandes;

Parecía un cóndor

Que agitara sus alas

Por encima de los altos

Picachos de los Andes.

 

Era bolivariano

Y el Príncipe

De nuestros oradores...

Su palabra fecunda tenía

Luz de antorcha,

Resplandores de aurora...

Era para el corazón

Como un hermano.

 

Él avivó en la Escuela Normal

El fuego sagrado

Y lo que Wells llamó un día

La llama inmortal.

 

Era de los buenos

Y era de los nobles.

Amó la justicia,

El Bien, la Libertad.

Al Mal supo darle

Terribles mandobles...

Don Quijote viviente

Con su adarga y su lanza

Combatió la injusticia

Y encendió en muchas almas

Un fulgor de esperanza.

 

Amó y fue muy amado;

Por eso en su ausencia

Todos hemos llorado.

Sereno ante la muerte

Tuvo el estoicismo

De Sócrates

Y con valor dijo adiós

A sus seres amados,

Y sereno y triunfante,

Con belleza suprema,

Con valor y heroísmo

Después de haber luchado,

Después de haber vivido

Una vida gloriosa

Dejó su noble escuela,

Dejó su amado hogar,

Y como la mariposa

Al romper el capullo,

Voló hacia las regiones

Donde los inmortales

Con su luz estelar,

Con su bien y su amor,

Conducen nuestros pasos

Hacia un plano de vida

Más noble y superior.

 

Todos en él miramos

La presencia del genio.

Su voz y su palabra,

Su virtud y su ciencia,

Su filosofía

En las almas

Dejaban como una melodía.

 

Hoy lloramos su ausencia

Y pensamos que la Patria

En los  cielos ya tiene

Un arcángel que vela-

Con la espada en la mano,

Con la luz de sus ojos

Y su voz inmortal-

Por su Gloria y su Bien.

 

Él ha muerto

Con grandeza y honor;

Sin odios, sin rencores,

Pero con un grande amor

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