El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y Crucitas.
Nos sorprendió un Diputado nuevo cuando en la primera sesión afirmaba que el Discurso Presidencial del 1°. De Mayo era una pieza literaria y si se le agregaban unos personajes bien podría ser una novela. Ni una cosa ni la otra.
El discurso está lleno de retórica trasnochada, cacofónica, reiterativa y vacía. La literatura, en cambio, es creación a través del lenguaje polisemántico y nunca equívoco. El verdadero creador se sustenta en la realidad para plasmar "su" propia visión, su verdad. El uso de figuras comunes, trilladas aunque a los oídos profanos suene bien no es más que un maquillaje torpe que desea tapar las manchas con colores altisonantes pero vacíos. Y si esto se lee con un cantadito quejumbroso cercano a las recitaciones de las veladas de escuela quizás pueda sorprender a más de un incauto. Unas veces lo cautiva con las gradas de la Catedral, otras las paredes de una casa y ahora los ejes, seguramente de una carreta.
Roberto Brenes Mesén en el inicio de su ensayo El Político afirma:
"Consagra al ídolo quien lo adora; no la mano que lo esculpe. Son, pues, paganas las muchedumbres que sin saber los milagros del ídolo, hincan sobre la tierra la rodilla para mirarlos pasar. Culpables son de la creciente corrupción de los políticos, porque a pesar de que nada sustancial hacen por ellas, una y otra vez se arrebañan para votar por ellos.
No es verdad evidente que todos los hombres aman su independencia. No lo es hoy por lo menos. Correlativa del poder es la independencia. Sin la sumisión de las muchedumbres idólatras, no existiría el poder ilusorio del Político."
Ese afán de trastocar la realidad para impresionar a las muchedumbres idólatras con figuras altisonantes, nos evoca, como paradoja, la figura de Aldonza Lorenzo, mujer soez, olorosa a cebolla, tosca, grosera y fea, convertida en Dulcinea del Toboso, bellísima mujer sin igual, una doncella única, sublime, capaz de detenerse el sol a mirarla con envidia. Realismo e idealismo, sí, pero qué profunda síntesis de ambos extremos al final de la obra.
Nunca Don Quijote exaltó su imagen, ni se hizo reverencia a sí mismo y menos las exigió a pesar de sus proezas y luchas por la justicia y los desvalidos. Jamás solicitó monumentos, placas o realizó inauguraciones de obras solo pensadas. Y todos lo recordamos y admiramos.
No sería nada extraño que antes del 8 de mayo el diososcar se presente en San Carlos y deposite la primera piedra de la mina a cielo abierto Las Crucitas y de una vez la inaugure y con decreto en mano ordene levantar una estatua de su imagen ecuestre y a su alrededor siembre entre cruces y tumbas las aves y árboles que morirán en el futuro pues no será una fábrica de oro sino un cementerio lleno de cadáveres en plenitud de su vida.
Pero como don Quijote de la Mancha, esperamos que antes de que ello ocurra, Aldonzalaura transformada, como madre que es tome en sus brazos amorosos el niño naturaleza, vuele hasta ese cementerio y deposite tan tierna criatura en los regazos de la Madre Naturaleza y la Paz con ella sea una realidad.
Así podrán contar las futuras generaciones que en ese pueblo llamado Las Crucitas suelen ver los vecinos, por las mañanas, a una hidalga mujer que deambula por los bosques cercanos con un niño en brazos, mientras las aves con su alegre cantar van sembrando los caminos con versos de esperanza y los árboles extienden sus ramas al paso de ella para depositar sus frutos como manjares salidos de las entrañas fecundas de la Madre Tierra
Lic. Benedicto Víquez Guzmán, filólogo.
Heredia 05 de mayo del 2010
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