La hybris. Una propuesta para atacar la violencia

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LA HYBRIS

 

Esta palabra de origen griego significa "cólera" en español, desequilibrio. Es un estado emocional irracional de impredecibles consecuencias. Algunos lo comparan con un corto circuito y ello es correcto pues es el enfrentamiento entre dos fuerzas opuestas cuyos resultados son, por lo general violentos. Este es el detonante de la violencia.

 

La literatura universal recoge gran cantidad de obras de gran valor cuyo eje central es ese momento emocional desequilibrado. Recordemos algunos ejemplos: La mil y una noches inician con la muerte de las dos princesas que sendos hermanos descubren cuando les son infieles.  La Ilíada de Homero se inicia precisamente como una invocación a una diosa que más o menos dice así:

 

"¡Canta, oh Diosa,  las cóleras del pélida Aquiles,

Cóleras funestas que causaron tanto daño a los Argivos!"

 

Sí la guerra de Troya fue el resultado de la hybris de Aquiles, por lo menos el detonante,  qué decir de las tragedias griegas: Edipo Rey,  Edipo en Colono, Electra, y todas ellas, las de Esquilo, Eurípides  y Sófocles.

 

¿Y el Cid Campeador o Vengador, Shakespeare con su Otelo y hasta los amores imposibles de Romeo y Julieta; porque los suicidios son estados emocionales desequilibrados, donde prevalece lo irracional sobre la razón, donde no hay equilibrio, serenidad, paz sino violencia?

 

No existe épica sin héroes y éstos sin guerras. La literatura está llena de violencia por la sencilla razón de que sus obras literarias son creaciones de la realidad misma y ésta siempre ha sido violenta.

 

Si el lector acude a los libros sagrados, todos tienen muestras abundantes de cóleras y violencia, desde el Gilgamesh, Los Vedas, El Ramayana, El Kalevala, etc. hasta llegar a la Biblia. Todos son violentos. La Biblia es uno de los más violentos, sobre todo en los libros del Antiguo Testamento. La muerte de Caín por su hermano, La destrucción total de Sodoma y Gomorra, Las cóleras del rey Nabucodonosor que solo el harpa de David podía calmar, Sansón y Dalila, y el increíble crimen de Judea que aparece en Jueces, la matanza de los niños inocentes, las lapidaciones y apedreadas a mujeres, etc., etc.

 

Y ¿qué decir de la conquista de América por los españoles con la espada y la cruz como solía decir Galeano? Llenaríamos páginas y más páginas y no cabrían los ejemplos solo literarios de tanta violencia y eso lo que indica es que nuestra civilización ha estado llena, repleta de violencia, desde el origen del hombre hasta nuestros días. ¿No fue acaso el nacimiento de las religiones paralelo al surgimiento de las guerras y el poder de unos pueblos que avasallaban a otros. La muerte en nombre de Dios ha sido una consigna antigua y moderna y los ejemplos los tenemos al Norte y al Sur. Hoy hasta los carteles de la droga tienen su propia virgen.

 

Ahora bien, si esa ha sido la realidad y la cultura de la guerra, de la violencia, de la hybris, de la cólera, del desequilibrio, del irracionalismo, la pregunta es cómo podemos, ahora, parar esa estupidez humana? ¿Con proclamas, campañas, manifiestos, huelgas, reuniones, congresos, más policías, llenando nuestras casas con barrotes como cárceles? Las respuestas parecieran ser muchas y complejas, sobre todo si se sabe que quienes ostentan el poder mundial, político y económico son los promotores, directos o indirectos de esa pandemia. ¿Se podrá cambiar esa realidad o al menos intentar cambiarla desde abajo o desde arriba? ¿Cómo empezar? Se ha escrito tanto al respecto y se han codificado las soluciones pero la pandemia aumenta y no presenta visos de sanación, casi ni para los poderes mágicos, pues han resultado ser improductivos.

 

Los unos afirman que la violencia está en el hogar, otros en la pérdida de valores y los más sesudos pontifican que es un mal, producto de la desigualdad, de la pobreza, de la injusticia social. Y todos, unos más, otros menos, parecieran tener razón y la medicina a esa pandémica situación varía desde las creaciones de ejércitos poderosos hasta acuerdos generales de paz que nunca se cumplen ni por los mismos que los ponderan como es el caso Israel y Palestina.

 

Todos opinan y dan las soluciones pero la violencia sigue creciendo y amenaza con extinguir la humanidad. Quisiera tener la solución pero no la tengo. Solo me atrevo a comentar algunos conceptos sobre los actores de la violencia.

 

Tres elementos conforman esa problemática:

  1. El sujeto: Es quien realiza la violencia
  2. La acción: El acto mismo, producto de la irracionalidad
  3. El receptor. La víctima de esa acción

 

El primero y el tercero son interactivos, cambiantes. Unas veces son sujetos y otras receptores o víctimas. En esta categoría aparecen varios niveles: el nivel primero es  al que pertenece el poderoso, el que manda, el que tiene el dinero y el poder político, el que ordena. Luego aparecen los mandos medios que son los segundones, los que conciente o inconscientemente se convierten en aliados: las religiones, los medios de comunicación, etc. Y el nivel bajo que lo representa el pueblo, los actores comunes. Son abundantes y tienen un solo propósito: obtener lo que no tienen. Ésta es la violencia más visible y palpable y la que la mayoría de personas ve, siente y padece. Hacia ella se enfocan casi todas las medicinas: cárcel, leyes duras, pena de muerte, y a los actores se les llama criminales, asesinos, bestias, etc. y lo son pero  no se les llama así a los del primer nivel sino a los de abajo. Porque los del primero y segundo niveles pasan por buenos, salvadores, ejemplares, héroes, ungidos, sabelotodo. Y se preocupan por la problemática solo en el momento en que ella atenta contra sus intereses o alcanza a uno de ellos, por casualidad.

 

El segundo elemento lo representa el acto mismo del desequilibrio. Este elemento es variado y va desde un suicidio hasta una guerra y podría llega hasta la extinción de la humanidad. Se manifiesta de muchas formas: robo, trasiego, injusticia de un juez, muerte, hambre, carencias, etc. Ocurre en cualquier lugar y se manifiesta de las maneras más increíbles e inesperadas. Puede ser la muerte violenta de un animal, la intolerancia, la impotencia, el vicio, la droga, la inconformidad, la burla, el castigo injusto, etc. Las consecuencias de un acto violento son impredecibles e insospechadas. Simplemente suceden y las causas son variadas y complejas pero tienen un mismo origen: desequilibrio, hybris, cólera.

 

El tercer elemento está representado por toda la sociedad. Unos, más que otros pero nadie escapa a esa pandemia. Tarde o temprano le tocará su cuota y ésta llega cuando menos lo imaginamos. Tanto victimarios como víctimas sufren las consecuencias de esa violencia producto de esa hybris.

 

Cualquiera pensaría que el remedio a la violencia sería muy fácil: eliminar esa maldita hybris, esa cólera, ese desequilibrio y muerto el perro terminada la rabia. Pero eso no es tan fácil. ¿Por donde atacaríamos la enfermedad, por el primer elemento, el sujeto de arriba y luego los intermedios y por último a los actores visibles... o será mejor al revés? O ¿lo debemos hacer simultáneamente atacando los dos frentes? Porque no hay duda de que ahí está el germen de la violencia. Lo que corresponde es diseñar la estrategia y comenzar de inmediato con la medicina.

 

Ahí les dejo estos comentarios para que los mediten y hagan sus propuestas a quienes tienen el poder en sus manos para sanar de violencia esta sociedad.

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Muchas gracias, muy generoso se su parte
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 3 de Septiembre 2010 4:35 PM.

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