La obra se delinea desde la perspectiva del personaje Antonio o Tony. Sobre él y su doble giran todos los acontecimientos. Es la voz principal que ofrece su intimidad, su mundo interior, su visión de mundo, su mundo, su privacidad Los otros, los de afuera, sólo interrumpen su monólogo para referirse a su situación, su caso, algunos aspectos de su vida anterior, sus estudios, su boda y divorcio, sus relaciones familiares, sus logros sociales y económicos y sus fracasos como ser. También aparecen otras voces, que completan la polifonía, el coro que completa la narración, se trata del mago y los ángeles, Es la parte lírica que canta a la vida, a la libertad, al ser y no al parecer.
Tony comienza a sufrir una terrible enfermedad, poco después del divorcio, que le postra en una cama y le convierte, poco menos que en una piltrafa, pierde la voz, el conocimiento y se va desintegrando poco a poco de su cuerpo. Aparece en un hueco, su propio hueco, quizás su verdadera y única propiedad y desde ese hueco negro, una especie de suspenso entre vida y muerte, ofrece, no la narración de hechos, sino su vivencia, su propia expresión, su misma vida. Es una especie de encuentro con la vida en el paso a la muerte, pues huye de la vida que fue su muerte. En este estado es un pino con zanahorias y remolachas que mata hormigas y lucha por deshacerse de una araña que se convierte en un testigo, una amenaza, una fuerza que le impide vivir o morir que es lo mismo. Y hasta él llegan los "vivos", las voces que no comprende, los perdones que rechaza, las imágenes borrosas de una madre que no parece ser la que tuvo. Son las sombras de su durar anterior a su estado que ignora y no comprende y que todavía hacen cosas que no desea y dejan de realizar, las que tal vez anhela. Otra imagen de menor importancia es la serpiente que aparece en algunas ocasiones y le atemoriza pero huye de su cuerpo.
Nos aventuramos a interpretar estas apariciones animales en su mundo interior. La araña se presenta como una obsesión maternal por hacer de él su propia imagen, su propio modelo, su propia creación. Es la fuerza que lo atrapa en su telaraña, pegajosa, asfixiante, acaparadora, autoritaria que le impide ser ante sí y los demás, que lo despersonaliza, que busca la programación social, el qué dirán, lo aparente y descuida el ser, su felicidad, su propia realización aunque vaya contra su paradigma de mujer superficial. Sólo al final de la novela logra vencerla y la destroza con sus encías, pues ya no tenía dientes. Es el paso a la muerte-vida, destruyendo la causa principal de su vida-muerte anterior. La madre que él sospecha, entre sombras, pide perdón, sufre, se arrepiente pero ya es tarde, su tarea equivocada hizo el trabajo de su destrucción.
Las hormigas completan la anterior imagen y son como los guardianes, el ejército que refuerza la imagen de la madre envolvente. Por eso él se pasa el día matándolas. Representan el orden, el vivir para trabajar y no trabajara para vivir, son la organización, la ley, la disciplina a toda consta, sin poesía, sin canción, sin ilusión. Son el símbolo de la seguridad social, el tener para después, el guardar, el prevenir para el futuro que quizás no llegue, por incierto y voluble.
Los otros símbolos, el mago y los ángeles forman el coro lírico, el canto a la muerte-vida pero no en el más allá, en el viaje del túnel hacia un paraíso, sino en el disfrute del momento, del gozo del aquí y ahora. El mago abre el camino de su imaginación, del asombro, de la libertad, del disfrute pleno del instante y los ángeles cantan al unísono la poesía del ser, de la vida.
La parte castrante del ser lo representan el cura que pide dinero para construir su casa cural, el arquitecto que espera la muerte de Tony para iniciar la construcción de un edificio moderno, las criadas que descarnan a los amos, las mujeres que chismean sobre las vidas de otros seres sin escrúpulos, por simple pasatiempo y la exesposa que pacientemente aguarda la muerte de Tony para volverse a casa con un oportunista que no la quiere. Ese es el marco social del que escapa Tony y se refugia en la impotencia material, física para el disfrute de la vida-muerte, su única esperanza real y por qué no, su legítima, única y posible venganza, sin que ésta sea premeditada o sugerida por él.
La octava y última novela que ha publicado, en el año 2000, le dio el nombre Más allá del Parismina.
Esta es la última novela que ha escrito Carmen Naranjo Coto y la publicó en el año 2000.Es un novela polifónica y el narrador se ubica, casi sin notarse, en los personajes. Así los acontecimientos y pensamientos de estos se dan desde su perspectiva. En esta novela son básicamente dos: el punto de vista de Isabel y el otro de Miguel. Son como los ejes narrativos de la novela. No es que desaparece del todo el narrador omnisciente sino que narra desde una posición muy cercana a los puntos de vista de estos dos personajes.
"Miguel extiende un puño duro, agarrotado por el frío. La soledad hace rato le tiembla entre las piernas y cierra en su mano la fuerza de todas las esperanzas".
Y poco después en forma directa narra desde la perspectiva de San Miguel y Santa Isabel y explicitan el mundo familiar y los juegos de los niños Miguel e Isabel. Discuten y profetizan su futuro. Reflexionan sobre ellos, la educación y los sueños y sus anhelos. Se abre la virtualidad de una Isabel, libre, Rebelde, vital, espontánea, sin amarras.
Luego el punto de vista se traslada a los padres de Miguel. Los ven crecer, relacionarse, jugar, y las vecinas atisban sus juegos amorosos y comentan, entre chisme y chisme, el desarrollo del futuro matrimonio. Con el enlace se cierra la situación inicial de la novela y dan inicio los procesos.
Es Miguel el que sale en busca de Isabel pero antes debe purgar, limpiarse. En la cita siguiente se encuentra la tesis de la novela: El viaje hacia el Parismina o más allá es una búsqueda para Miguel de un ideal, una penitencia que lo llevará al fracaso, a la degradación total, a la muerte. Isabel es el pretexto, pues su Isabel es una imagen inaprensible pues no está preparado para fundirse con ella. La perdió para siempre así que su búsqueda solo reflejará su propio fracaso.
"Exhausto quiere recordar alguna ancla que le sirva de sostén y solo encuentra los ojos de un elefante herido mirándolo con tristeza, cuando se fija severamente los ojos crecen y responden a los gestos burlones de un mono, sobre él, no puede ser, pasan jirafas, rinocerontes, indios salvajes y un ruido de tambores con la insistencia de un safari fílmico, cuyo nombre no recuerda".
Es la expulsión de toda una cultura de machismo de más de veinte siglos, la que debe sacar de sus mismas entrañas pero todo su esfuerzo, al final fracasa, porque buscó, no una mujer humana sino un ideal, una imagen, una ficción y desde luego, cuando encontró la Isabel real, la humana, no se sintió atraído por la mujer real y ella pasó a su lado, sin apenas notarlo. Este aspecto de enfrentar, contrastar verdades, es notorio en esta novela. El texto ofrece variedad de ellas e Isabel es vista desde puntos de vista encontrados. Unos, los despechados, (el hombre que la hiere en la cara, Vicente, el chino que le recuerda a su madre), los no iniciados, la ven como puta, zorra, engendro del demonio y Miguel como alguien inasible, un ser puro, alado, una diosa, un lugar sin espacio y otros, sobre todo las mujeres, la ven como un ser humano, llena de cosas buenas y limitaciones y es quizás la visión más cercana a la verdad: ni demonio ni diosa, una mujer que busca su propia liberación lejos de la ciudad, más allá del Parismina.
La novela se inscribe como un largo y variado viaje en varios niveles: el tiempo, el espacio, espiritual, cifrado como una imperiosa búsqueda de Isabel, de él mismo, de su identidad, del sentido existencial, del amor, de la muerte, de la degradación total. Y son los encuentros con otros personajes los que dan el ritmo y la significación a ese peregrinar por diferentes lugares, hasta llegar a intuirse, verse y simular el encuentro final que realmente no llega. Él muere y ella encuentra, en la amistad de su amiga Jessie, la paz y la armonía a su tormentosa y desasosegada vida.
La novela es un apretado y remolino de imágenes, de rebeldías, de encuentros y desconciertos. Se nos asemeja a un turbulento río que arrastra, rompe, abre, se desboca, irrumpe, se sosiega, reposa, toma fuerzas y vuelve a irrumpir con fuerza, contra lo que estorba su camino. Así, Isabel se abre paso por la vida, sin descanso, sin desmayo, salvaje, llena de fuerza, vital, arrolladora pero llena de sueños, de libertad, de amor, de comprensión, de entrega pero nunca de sumisión. Isabel se convierte en un símbolo de la mujer sujeto, dueña de su vida y su cuerpo, única responsable de sus decisiones y una ruptura absoluta con el código tradicional de mujer que nuestra sociedad le ha prefijado. Por eso, no solo se rebela a la programación moral y religiosa del hogar que Miguel representa, antes de que ella abandone su casa, sino que lo contradice con su conducta y sus decisiones, su proyecto de vida. Los varios encuentros con hombres machistas están reflejados en sus heridas faciales y del corazón. Nunca entendieron la naturaleza de Isabel y estos, al igual que Miguel, después de ser abandonados por ella, por la simple razón de que era imposible su relación, se convierten en harapos, en remedos de hombres y torpemente se destruyen y mueren, más por sus propias incapacidades que por motivos naturales. Son otras víctimas más de la educación, la religión, los valores estereotipados de la sociedad, el machismo, los prejuicios y la doble moral.
Es una novela llena de posibilidades, de gran madurez artística y un armónico juego entre imágenes, puntos de vista, perspectivas, encuentros y desencuentros, amores y frustraciones, ilusiones y desengaños. Abre el turbulento, caótico, carnavalístico, plurisémico camino hacia la búsqueda del ser en abierta oposición a los cánones de una sociedad decadente, falsa, esteriotipada, de doble moral que mantiene presos a quienes aspiran a ser felices y libres a pesar de todo ello. Es una novela de posibilidades y abiertamente de enfrentamiento, sobre todo a una cultura alienante.
Al terminar la novela y como una anécdota al margen, recordé una fiesta de cumpleaños de una familia amiga, los cincuenta años de ella, que por lo general, a esta altura de nuestra vida son las únicas a las que nos invitan.
"Estaba la fiesta en su punto más alegre cuando entró un mariachi con su clásica aparición y desde luego los gritos de entusiasmo no se hicieron esperar. Después de algunas alegres melodías mexicanas, comenzaron las solicitudes de rigor y nuestra amiga, la esposa de Plutarco, dejando la timidez, solicitó que la complacieran con Mujeres Divinas. Por supuesto que inmediatamente se entonó esa popular canción y la alegría, sobre todo de las mujeres era manifiesto. Al finalizar la canción y restablecida la conversación, me atreví a decirle a la entusiasta cumpleañera:
-Creo, sin temor a equivocarme, que esa canción, que tanto gusta a las mujeres, y a no pocos hombres, es excesivamente machista.
Su sorpresa fue general en los que compartíamos la mesa.
- Jamás, no puede ser. Nos defiende, nos rescata de los hombres que hablan mal de nosotras. Exigimos una explicación.
Con una sonrisa maliciosa en mis labios, les repliqué:
La canción inicia así: hablando de mujeres y traiciones, cierto. Fácilmente se desprende, sin un agudo análisis que los hombres en ese escenario, posiblemente un bar, estaban despotricando en contra de las mujeres y su enojo era que ellas eran unas traicioneras. Esto hace al término mujeres sinónimo de traidoras y si ampliamos el significado de este término debemos decir que las mujeres son unas traidoras, unas putas, unas zorras, unas mujerzuelas, y no sigo. Pero en la escena, aparece de pronto el mero macho, el caballero, el Vicente Fernández, el modelo perfecto, el justiciero y se enfrenta a los desalmados y les exige que, en su presencia, no permitirá que hablen mal de las mujeres.
Asombrados le contestan:
- Seguramente Ud. nunca ha sufrido ninguna traición. Y él les contesta:
- Toda mi vida he sufrido traiciones de ellas pero eso no es razón para hablar mal de ellas.
Y palabras más, frases menos se llega a la conclusión de que las mujeres son divinas.
Nunca se pone en duda que las mujeres sean traicioneras, putas, malas. Esto es una verdad compartida por todos. Lo que el caballero pide es que, a pesar de tener esa naturaleza, hay que tratarlas bien y nunca hablar en público mal de ellas, pues son divinas.
No cabe duda que les arruiné la fiesta pero ya se acercaba el final, y eso me consoló."