Albán Mora Vargas

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ALBÁN MORA VARGAS

(1984)

 

Nació el 01 de marzo del año 1984, en La Uruca, San José.

 

 

LO QUE HA ESCRITO ALBÁN MORA VARGAS

 

 

NOVELA

 

1. Cuaderno de rencores: 2005

 

Esta novela fue premiada1 y publicada por la Editorial Costa Rica en el año 2005. Es una novela tradicional, lineal, monofónica, que oscila entre psicológica (S. Freud y los famosos complejos de Edipo y Electra), existencialista al estilo de Hesse, Camus o Sastre, de aventuras (Ulises) y hasta policíaca. La historieta es una mezcolanza de todas y violatoria en muchísimos casos de lo verosímil del relato, lo posible e indicial.

 

La novela comienza con el estereotipado ardid de unos manuscritos encontrados al azar. Su narrador es protagonista pero en algunas ocasiones conoce hasta los pensamientos de los personajes que describe. (Violación de lo verosímil). Luego va introduciendo en el discurso narrativo a dos personajes protagónicos en la novela. Se trata del mismo narrador (que llamaremos el joven) y Jen, una jovencita que sufre la desintegración de su hogar, tanto por culpa de su padre como su madre. Esta última llega a situaciones extremas con ella desde que era apenas una niña. El joven con quien tiene sus mayores conflictos es con su padre u no atiende sus necesidades psicológicas. Ambos, cada uno por su lado y sin conocerse, se van de la casa rumbo a un país del Norte, sin casi dinero y ninguna preparación para enfrentarse a un mundo distinto y desconocido.

 

Ingresan con visas de turista por cuatro meses. Es el joven quien narra y describe como en retazos su estadía en un hotel y el trabajo en la alberca que le satisface la comida. Es ahí donde conoce a un señor llamado Brett de unos 40 años que como ellos se muestra enigmático y solitario, a la joven Tía Kate que recibe visitas nocturnas y se gana la vida satisfaciendo a los hombres por una paga. Brett es uno que todas las noches la visita pero para por la compañía y nunca por el sexo.

 

Se inicia un proceso de amistad o acercamiento entre el joven y Brett y este último le ayuda a encontrar algunos trabajos ocasionales que le aportan algunos ingresos para satisfacer otras necesidades. En ocasiones sabe que es Brett su padrino porque éste se lo dice pero hay por lo menos una, al final de la novela que el lector social no encuentra el origen de ella: la obtención de la residencia que nunca solicitó, esperó o hizo algo por obtenerla. Otras veces le sirvió al mismo Brett de mensajero: traer y llevar documentos que Brett le daba en un parque y que él nunca supo de lo que se trataba. También le contacta con un editorial donde le dan trabajo de traductor del español al inglés.

 

En esa cadena de encuentros conoce a Jen y establece una amistad enigmática, llena de deseos pero más de incomunicación, reproches y ocultamientos, sobre todo de sus respectivos orígenes y sus familias. Así se configura el triángulo de la soledad, los rencores, los odios y ocultamientos. Se vive más de la apariencia, del parecer que del propio ser. Ninguno, ni los jóvenes josefinos ni el gringo Brett tienen proyectos y más se convierten en marionetas de sus propias nadas existenciales.

 

La historia de  Brett es más sencilla y aquí no podemos hablar de ningún complejo a no ser de una culta que nunca se menciona. Su esposa muere con su hijo en un accidente. El joven amigo lo descubre también por accidente, cuando al llegar a la meta en una carrera de bicicleta se cae y ve como Brett camina un poco hacia el monte y limpia una humilde tumba que recuerda los restos de sus familiares. Días después se trasladan a una isla cercana donde hay una casona vieja abandonada. Esa fue la morada de Brett hasta que llegó el accidente. Ahí permanecen unos días y luego regresan al hotel. Es en este lugar que el joven, al entrar en él ve a Brett con una niña en sus brazos, más tarde sabremos que se llama Justine, y su madre La Tía Kate que regresaba después de mucho tiempo. De momento el lugar se llena de gozo pero éste desaparece cuando la madre de la niña sale a traer un chupón con leche y nunca llega al hotel. Justine se queda con Jen y el joven porque las ausencias de Brett aumentan y se alargan cada vez más y hasta la Migra lo busca en el hotel y se ve obligado a disfrazarse de ciego para pasar desapercibido y no ser apresado.

 

Al final de la novelita el joven, Jen y Justine se trasladan a vivir a la casa de la isla y entre otros objetos encuentran un piano que días antes Brett había comprado para Jen y su hija Justine (violación del verosímil porque él nunca hacía el amor con La Tía Kate).

 

La novela termina con la llegada de una carta del correo y Jen descubre que es la residencia. Esto trae un ambiente positivo y quizás de esperanza. Nunca se supo quien  mandó la residencia y el lector social tiene una gama de supuestos pero nunca de certezas. La verdad es que el joven nunca realizó algo que lo hiciera merecedor a tal reconocimiento.

 

EL narrador termina la obra con una comparación no solo entre el joven y Ulises a la llegada a Ítaca (aquí la isla Wildron en Cowlitz Bay) y el fin del relato que Brett le dio en alguna ocasión sobre su esposa y la estadía en la isla.

 

El espacio físico no tiene que ver nada con los espacios reales pues el único que es verdadero es e de la novela y por ello ni quita ni agrega ningún valor literario a la novela. Lo mismo debe afirmarse de los otros contextos, el social, el psicológico y el biográfico pero eliminar estos prejuicios de los "críticos" es una tarea imposible de lograr. Los únicos  contextos reales son los del discurso narrativo los otros pueden ser motivo de inspiración, referentes esclarecedores, auxiliares del lector social por nada más. Todos los contextos son nuevos aún aquéllos que se nombran con sus propias acepciones.

 



1 Mora Vargas Albán. Cuaderno de rencores. Ed. Costa Rica., San José, 2005.

 

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 15 de Septiembre 2009 5:39 AM.

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