LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA NOVELA
1. La enunciación
Si seguimos a Aristóteles en sus conceptos sobre la teoría literaria, sabremos que según la manera de "imitar", las obras literarias se dividían en aquéllos que imitaban narrando los sucesos de los personajes a través de una voz omnisciente, única y los que imitaban dejando que los mismos personajes narraran sus acontecimientos. La primera agrupación de esta dicotomía estaría integrada por las epopeyas, las novelas, etc. y la segunda agruparía a las obras cobijadas dentro del género dramático, el teatro en general. En estas últimas el personaje es el sujeto de su propia enunciación y el oyente, quien asiste al teatro sería el destinatario del mensaje que en la voz del personaje lo recibe. Por ello podemos observar que en el teatro lo que se da es un natural diálogo entre personajes. Existe un personaje que utiliza un "yo" para comunicarse con otro personaje, un "tú" que le escucha y a la vez se convierte en otro "yo" que contesta el mensaje recibido o da opiniones sobre ello. Estos son los tres elementos básicos de la comunicación. Un "yo" que dice algo, un mensaje y un "tú que escucha el mensaje y lo decodifica. Pero entre ese discurso puede existir otro mayor. El autor que crea los personajes y los pone a hablar y el oyente social, quien asiste a la representación teatral o simplemente lee la novela. Ambos están fuera del discurso literario. En el teatro moderno, en ocasiones especiales el oyente social, quien asiste como espectador, toma la palabra pues suele ser provocado y pasa a ser personaje improvisado del discurso teatral, de ser pasivo se convierte en personaje invitado y por lo tanto integra los elementos estructurales de la obra, es parte de ella. Esto no sucede en la novela, a pesar de los trucos que algunos autores, como Virgilio Mora, utilizan en la creación de algunas de sus novelas donde incorporan a supuestos autores y oyentes críticos con nombres reales de amigas. Este es el caso de María Amoretti que en una de sus obras fue incorporada en la novela. Al penetrar el mundo narrado se convierte en personaje de ella y es la visión, la realidad que el autor le da la que pertenece a la obra y no la real, de carne y hueso que sirve de motivación para realizar ese truco novísimo y significativo.
El oyente social que lee una novela o quien asiste a una obra de teatro suele llamarse "destinatario" Es aquél que asiste una obra de teatro, sin importar su condición social, edad, sexo etc. Luego veremos que el autor cuando escribe las obras irremediablemente y a veces sin proponérselo racionalmente codifica un destinatario ideal, tanto en el teatro como en las otras formas artísticas. Es una especie de lector modelo, quien espera que le lea, escuche o asista a una representación de sus obras. Por eso existe literatura para niños, mujeres, hombres, homosexuales, negros, pobres, intelectuales, etc. Difícilmente exista un autor que escriba para un público amorfo, indeterminado. Ahora bien puede ocurrir y de hecho sucede con frecuencia que las obras las leen destinatarios imprevistos, los que nunca el autor hubiese creído que leerían sus obras y en ocasiones son apreciadas por ellos más que los destinatarios que codificaron en sus obras.
El teatro es oral, es su condición, por eso la escritura tiene escasa importancia, es para ser escuchado y de ahí la fuerte carga apelativa del lenguaje y la función catártica que experimentamos desde las tragedias griegas hasta las obras actuales.
Cosa bastante diferente sucede con la novela que recae necesariamente en la escritura. El autor, a través de ella, debe lograr un fin inmediato e importantísimo; hacer que el lector, sin estar presente, sin ser testigo ni ver nada, se represente el mundo mostrado, por lo que se ubica en un nivel alto de abstracción ya que el lector utiliza perfectamente la facultad imaginativa para irse representando lo que le va mostrando "a través de" un intermediario del autor: el narrador y un lector virtual, creado, imaginado, configurado, con el que pueden, los lectores sociales identificarse o no.
Un esquema sintético será útil para comprender mejor la enunciación y el enunciado así como los elementos constitutivos.
Idealmente, en la escritura de la novela, el autor da la función de sujeto de la enunciación a ese "YO" que puede ser llenado por cualquier nombre, por el mismo autor, por un niño, una niña, un personaje de la novela, un anciano, una mujer, un animal, un loquito etc., o simplemente mantenerse oculto, sin evidencias, sin indicios que lo delaten y dejando que los personajes asuman el rol de sujetos de enunciación, como en el teatro. Las posibilidades combinatorias son más de las que podamos imaginar y de hecho los escritores lo han descubierto, de tal manera que se ha convertido en uno de los factores decisivos en el género novelístico.
Otro esquema puede sernos útil para precisar lo que hemos afirmado.
Como puede observarse en el gráfico el autor posibilita, crea un sujeto de la enunciación y éste produce un enunciado. En él aparece un sujeto del enunciado, puede ser un personaje, que crea un nuevo enunciado y por lo tanto se convierte en un sujeto de una enunciación segunda y así se puede continuar hasta el infinito. El texto soporta las enunciaciones que se desee, desde el punto de vista teórico, pero posiblemente se vuelva incomprensible y muy alambicado después de la quinta enunciación interna de la novela. De hecho el tú interno (narratario) de la segunda enunciación puede convertirse en un sujeto de enunciación (la propia) cuando habla y narra algo, ya sea en respuesta al enunciado anterior o a otro nuevo. Las relaciones son muchas y de hecho se dan sin apenas ser notado por el lector social. El sistema es reversible, En eso consiste el diálogo. Cada enunciado que se cree a través de cualquier voz posee virtualmente cantidad de posibilidades de abrir nuevos enunciados con el mismo u otros sujetos de enunciación que dejan ese rol para convertirse en sujetos de nuevas enunciaciones.
1. El sujeto de enunciación
Ya lo hemos descrito en el párrafo anterior. Julia Kristeva dice que "podemos estudiar la narración, más allá de las relaciones significante-significado, como un diálogo entre el sujeto de la narración enunciación) y el destinatario (oyente o lector imaginario). Nosotros entendemos por sujeto de la narración, precisamente al sujeto de la enunciación. Esto es, aquél que narra, que asume la responsabilidad y la dirección del relato, sin importar que éste sea un personaje, que se mantenga en la historia hasta el final o desaparezca en cualquier momento, que conozca más sobre la intriga novelesca que otros personajes o menos que ellos. Lo importante es que asuma ese rol de ser sujeto de una o varias enunciaciones seguidas o alternas, propias o de otros. Dice al respecto Julia Kristeva en su Semiótica 1. "El autor es, pues, el sujeto de la narración metamoforseado porque se ha incluido en el sistema de la narración", "no es nada ni nadie, sino la posibilidad de permutación de Sujeto de la narración a Destinatario, de la historia al discurso y del discurso a la historia. Se convierte en un anonimato, una ausencia, un blanco, para permitir a la estructura existir como tal", p. 203. Entonces, al dejar de ser persona y convertirse en una posibilidad, otro, un blanco, creemos que es mejor postular la existencia de un sujeto de la enunciación que aparece como elemento de la narración y lo es de gran importancia, que no es el autor, ni un disfraz de él, aunque algunos malos escritores y críticos los homologuen. Tampoco es su representante sino un ente más de ficción, una abstracción creada por el autor que, en unos casos, se le aproxima mucho (para nosotros es una limitación del conocimiento artístico del autor) pero en otros casos sucede lo contrario o simplemente desaparece para dejar que los sujetos del enunciado sean quienes narren y así se conviertan en sujetos de nuevas enunciaciones. Debemos considerarlo con autonomía, con independencia y nunca con referencia mecanicistas de homologías o reducciones arbitrarias.
R. Jakonson (1963), cuando proponía una clasificación de las categorías verbales relacionadas con la situación en la que dos interlocutores intercambian mensajes, distinguió:
1. Enunciación
2. Objeto o materia enunciada
3. El acto o proceso en sí mismo de uno cualquiera de sus protagonistas
De estas tres categorías se derivan cuatro componentes:
1. Un acontecimiento narrado o proceso del enunciado
2. Un acto del discurso o proceso de la enunciación (actualización)
3. Un protagonista del proceso del enunciado
4. Un protagonista del proceso de la enunciación
En otras palabras, debemos distinguir claramente enunciación de enunciado, a la vez que establecer las relaciones significativas que se establecen entre estos dos niveles del fenómeno escritura. Al protagonista de la enunciación, es a quien hemos llamado sujeto de la enunciación (Se) y al protagonista del enunciado le hemos llamado sujeto del enunciado (Sp), sujeto protagónico. Por supuesto en el diálogo o simplemente en el enunciado los roles son reversibles, por cuanto el oyente de un determinado enunciado, al enunciar algo se convierte en sujeto protagónico de una nueva enunciación que producirá un nuevo enunciado y así sucesivamente.
2. El tiempo de la enunciación
Siendo el acto de la enunciación un hacer o decir aquí y ahora, el tiempo que le determina es el presente. El lingüista Emil Benveniste (1970), lo expuso así: "las formas verbales articulan, en el presente de la enunciación, las formas axiales de la temporalidad". Para él, el tiempo es producido por y en la enunciación. Palabras y frases del tiempo "ahora", "en este momento", "después", "poco tiempo después", "en ese preciso momento", propios de la narración, tienen significado solo a partir de la enunciación.
Por otra parte, se debe tener presente que quien enuncia (Se), lo hace desde una perspectiva posterior, simultánea o anterior a los hechos propios del enunciado. La novela explora de preferencia el pasado, desde el presente de la enunciación y con menor intensidad, la simultaneidad y el futuro. Este último se deja como virtualidad abierta para interrogantes, esperanzas o frustraciones en el lector, después de terminan la lectura de la novela.
Otra observación que debemos plantear aquí es la siguiente: el sujeto de la enunciación (Se) está representado, siempre por el pronombre "yo" de la primera persona, sobre todo singular. Benveniste la define así:
"Es el individuo que enuncia la presente instancia de discurso que contiene la instancia lingüística YO. Incluye con los signos a quienes lo usan. Solo vale en la instancia en que es producida. Se pueden distinguir dos instancias:
1. Instancia de YO como referente
2. Instancia de YO como referido"
Lo anterior distinción nos será de enorme importancia para establecer relaciones significativas entre el Se y el Sp.
Además nos permite categóricamente afirmar que no existe en la novela narrador de tercera persona. Siempre tendrá que ser asumida por la instancia enunciativa YO y que como hemos observado siempre pertenecerá al Se inscrito en la enunciación. El sujeto del enunciado puede ser un él pero siempre que asuma el rol de sujeto de enunciación se convertirá en un YO. Aquí debemos establecer en cada caso las relaciones pertinentes entre ambas instancias. Lo que debe quedar claro es que no debemos establecer homologías arbitrarias entre el YO (autor), el YO (Se) y YO (Sp) que son intercambiables pero distinguibles.
El análisis de algunos ejemplos nos será útil para distinguir el Se y el Sp y algunos otros aspectos importantes de la enunciación como son los niveles, el tiempo y el espacio.
Partimos de la afirmación de que la enunciación en la narración está íntimamente ligada a la escritura y que a través de ésta, podemos y debemos esclarecer los diferentes procedimientos de que se valen los escritores (algunos) para ocultarse como autores de la historia o entrar en ella camuflados, cuando en realidad ellos jamás podrían aparecer como tales.
La novela de Carlos Luis Fallas Sibaja, Mi Madrina (195), presenta al inicio una dedicatoria que de alguna manera tiene relevancia.
"Dedico estas mal escritas páginas, que resumen la verídica y sincera historia de mi infancia, a la humilde gente del barrio donde yo me crié y donde hoy ejerzo mi profesión de médico" J: R: A.
Carlos Luis Fallas Sibaja, desde ese mismo instante que escribe eso, se transforma, necesariamente en un Yo, que es el sujeto de la enunciación y que tiene como profesión el ser médico y bajo las siglas J. R. A. Quienes conocimos a Calufa (nombre cariñoso), sabemos que no fue médico y que nunca ejerció esa profesión en el barrio donde nació, El Llano de Alajuela.
Otro elemento que salta a la vista es la escritura: el médico sería quien escribe, narra su infancia y confiesa que es "historia verdadera". La escritura se convierte en un acto posterior al de los hechos. Es desde el presente de la enunciación de un adulto (médico) que evoca, recuerda su vida de niño. Observemos el inicio de la novela:
"Por aquellos lejanos días era YO un muchachillo muy despierto, retraído, y fantasiador, criado a la par de mi madrina -una anciana muy buena y abnegada, aunque de gran severidad, que se pasaba las horas enteras sentada en se desvencijado taburete de cuero sobando las cuentas del rosario y musitando oraciones-, desde que tuve uso de razón habíame acostumbrado a entretenerme con mis propias fantasías, mientras sentado cerca de ella cabeceaba y fingía rezar piadosamente, esperando con paciencia su primer ronquido."
Fácilmente se observa que el YO protagónico Sp y el YO Se, sujeto de la enunciación veremos que es el mismo. Se trata de un médico, Juan Ramón (secreto de las siglas de la dedicatoria) que desde la perspectiva de adulto, tiempo de la escritura, y presente de la enunciación, comienza a recordar y contar sus aventuras de niño "cuando era un muchachillo", "por aquellos lejanos días". Escoge un tiempo verbal pasado para iniciar casi cronológicamente y linealmente la novela. Esto le permite varias cosas:
1. Conoce toda la historia (ya que la vivió)
2. Tiene un punto de vista privilegiado, puesto que puede apreciar, evaluar, comprender, escoger, los hechos, acontecimientos, conflictos, que cuando niño posiblemente no comprendió o juzgó de forma distinta. Esto explica el paréntesis que describe a la Madrina.
3. Ligar el inicio escritural de la novela con el final. De hecho la muerte de la Madrina, le permite heredar una casa y algún dinero con los que estudió y se hizo médico.
"Abrir en mi vida un profundo, inmenso vacío que nada ni nadie podría volver a llenar jamás"1
En conclusión, el autor crea, inventa, un personaje, el médico, Juan Ramón y desde una perspectiva de adulto, y en la voz protagónica del sujeto del enunciado que se transforma en sujeto de la segunda enunciación, comienza a narrar su mundo privado.
La novela se convierte de hecho en la narración de una segunda enunciación, asumida por el personaje Juan Ramón. Por eso se dice que este narrador es protagonista y desde luego aparece en primera persona singular. Tipifica las novelas llamadas biográficas. Ahora bien, en este caso es la biografía del personaje Juan Ramón, mas no la de Carlos Luis Fallas aunque se parezca mucho a la de éste último. En todo caso es la historia biográfica creada por Fallas de su niñez porque la real nadie podría contarla sino "su versión" artística.
Otra novela que sirve de ejemplo es Pedro Arnáez (1942) de José Marín Cañas. La historia la cuenta un doctor, después de haber ocurrido y gracias a sus tres encuentros con el personaje pedro Arnáez. El doctor utiliza la primera persona (YO), cuando es testigo o partícipe de la acción narrada o un saber omnisciente cuando no está presente o se trata de acontecimientos que conoce pero no vivió ni presenció. Este juego, aparente para dar el rango de "historia verdadera" a lo contado, puede ponerse en evidencia, transformando el sujeto del enunciado en el discurso donde se usa tercera persona como representado ya que el sujeto es protagónico (YO). En otras palabras el yo (Se) permite que otro YO, el del enunciado segundo, asuma la voz del personaje y cuente la historia de un tercero en forma omnisciente. Veamos que se puede utilizar indistintamente las dos voces de la misma perspectiva.. Los paréntesis usados son nuestros y obedecen a la transformación que hacemos del texto.
"Volvió (volví) a tenderse (me) y durmió (dormí) algo. El cansancio era tan completo, que fácilmente se (me) dormía sobre la dureza del frío que comenzaba a saltar por entre las ramas y las estrellas. Lejos, el grito de un coyote, erizado de escalofrío, se sumió a los rumores de la selva. Pedro Arnáez (yo) se (me) incorporó (incorporé) bruscamente. Aquel animal venteaba la muerte. Sus (mis) quince años le (me) temblaron de miedo. Ahora sentía frío dentro de las carnes, por los husos, recorriéndole (me) los nervios."
Un ejemplo basta pero bien puede convertirse en la forma expuesta toda la novela sin que afecte el sentido de la historia sino es que la favorece. Esto no quiere decir, por ninguna razón que otras noveleas tengan esa posibilidad de conversión. Lo cierto es que hay un tipo de novelas que la permiten. Son las llamadas novelas, por nosotros, Monológicas y que Julia Kristeva califica de clásica o tradicionales. Típicamente de educación sentimental.
Si examinamos el texto trascrito anteriormente, notaremos que algunos elementos cobran más verosimilitud si el sujeto protagónico es quien los enuncia, puesto que una conciencia, un yo olímpico debe penetrar (darse la licencia) en la conciencia del personaje para conocer ciertas sensaciones y pensamientos: "sentía frío dentro de las carnes", etc.
Como conclusión, tenemos otra novela que como Mi Madrina, el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado, se pueden relacionar.
Es por esto que el punto de vista del YO Se, se ubica al lado, dentro o por encima del personaje protagónico Sp.
El lector puede analizar la novela Marcos Ramírez (1952) de Carlos Luis Fallas Sibaja y verificar que es la misma forma que su novela Mi Madrina (1954) y la de muchas novelas de las llamadas monofónicas o tradicionales.
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