en 1893 y el italiano en 1894. Aunque el latín lo comencé en 1888 y 9, la verdad es que mi gusto por esa lengua sólo se despertó en Chile, al lado del profesor Hanssen con quien trabajé tres años en esa disciplina, con propósitos filológicos. Entonces experimenté la necesidad vaga de dedicar algún tiempo al alemán; pero otros estudios me retuvieron lejos de la satisfacción de ella. En 1903, antes de ponerme a escribir
Cuando en 1898 habían avanzado mis estudios de latín, el profesor Hanssen me puso en contacto con algunas raíces indogermánicas de la lengua de Virgilio y esto me interesó grandemente de modo que cuando pude hacer algunas obras de consideración me dediqué al estudio de esa rama de
Mis predilecciones por los poetas han sido tantas y tan varias que bien puedo decir que no ha habido exclusivismo de admiración para uno sólo. Así en mi primera juventud amé a Calderón de
En 1894 entré en contacto con las obras de Leopardi que me sugirieron la necesidad de estudiar la lengua italiana. El influjo de la melancolía fue profundo en mí. En esos meses escribí algunas poesías leopardianas sin mérito ninguno. Pero quedó en mí la huella candente de aquella vida de dolor y tres años más tarde, hallándome en Chile, al evocar en un campo el recuerdo de mis días de soledad, me vino el deseo de expresar mucho de mis melancólicos pensamientos en un lamento que se llamaría El lamento de Leopardi. Este poema, desconocido casi por entero en Costa Rica, me reveló mi fuerza y experimenté mientras trabajaba en él un fenómeno de conciencia particular que conocí más tarde ser el fenómeno de la inspiración. En Chile me fue dado, por correspondencia con Darío, conocer a Lugones, cuyas Montañas de Oro, acababan de publicarse, y un ejemplar de las cuales me fue remitido por el poeta con fina dedicatoria. Este portentoso artista, leído en comparación con Víctor Hugo, cuya influencia sobre el argentino me pareció evidente, fue para mí una iniciación en los recursos del genio y del arte. Entonces vinieron para mí los días de pasión por el estudio de las grandes obras de arte, no para entretenimiento, sino para descubrimiento de los procesos de creación. Dante y Shakespeare me enseñaron el valor de la comparación y de la imagen. Víctor Hugo la osadía. Lugones, la holgura del verso para vaciar en él amazonas y niágaras. Homero tuvo desde entonces un sentido profundo para mí - en la traducción de Leconte de Lisle que no había antes en la de Hermosilla. Desde esa época un mundo nuevo quedó abierto para mí, que sólo se amplificó cuando pude de 1900 al 902 penetrar en la poesía inglesa: Sheller, Keats, Rossetti, Tennyson, Swinburne, Emerson y Whitmann.
No hice jamás imitación de estilo ni de armonía que no fuera de Cervantes. En los años 1904, 5 dediqué muchas horas al estudio y la imitación del estilo y vocabulario de El Quijote y de
La armonía del verso libre la descubrí en los poetas franceses de la última década del siglo pasado y la discutí con poetas y escritores chilenos a propósito de Rubén Darío
No conozco ningún poeta cabalístico; no los hay; la inspiración rompería la indispensable discreción del cabalista.
El valor musical de las vocales es casi uniforme para las personas que pertenecen a un sólo país; la coloración de tono en los individuos depende de las emociones. De suerte que en una misma poesía ese valor suele modificarse de conformidad con las emociones representadas por las palabras en los diversos pasajes del poema. La u posee el tono más bajo, sí bemol de la segunda octava, y la i, la más alta de las vocales se oye en sí bemol de la sexta octava. El sonido dominante en la naturaleza es fa.
La vocal que en nuestra lengua se aproxima a ese sonido de fa, para mi oído es la e. Las consonantes no poseen valor total, sino cuando son fricativas sonoras, pero en tal caso se adhieren al sonido musical de la vocal que acompañan. Tienen en cambio una gran potencia sugestiva de emoción.
Las noches de luna, fuera de la ciudad, evocan en mi flauta y violines errantes en el aire, sonoridades de plata sobre plata en las cuales prevalece la música de la i y de la a, si hay un fuerte motivo de alegría. Si melancolía, prevalece el sonido de la u. Pero lo cierto de todo esto es que el artista trabaja con todos los elementos fónicos y de color en la misma forma que el pintor o el músico, sintiendo y no pensando que ahora debe poner más rojo y luego más azul. La obra de arte se construye en el interior en todo o en parte, pero tales partes son pequeños todos sinfónicos.
Los perfumes han ejercido siempre una benéfica influencia sobre mi sistema nervioso y sobre mi mente: son sugestivos de belleza y de naturaleza. Perfumes místicos son los ambrosiacos: sándalo, incienso, rosas concentradas, sahumerio de eucalipto y ciprés. Los profanos que más se les parecen son la rosa, la reseda, el cedro y algunas otras maderas olorosas. La canela y el anono me producen la impresión de la severidad; el azahar, de primavera; los pétalos guardados en las páginas de un libro me huelen a otoño; la piña me trae un olor de diciembre y el jazmín del Cabo siempre me trae la impresión olorosa del día de difuntos. Otros olores, otras emociones; pero sería largo de contar. ¿Retrato mío? Soy mal fotógrafo. Hágalo Ud.1"
En 1951, su hija Fresia Brenes de Hilarov, una de los ocho hijos de Roberto, recuerda a su padre, desde niña. De ese texto sacamos algunos párrafos que consideramos destacan muy bien a don Roberto.
Cuando vivían en Heredia y siendo Fresia muy pequeña, evoca los sufrimientos y persecuciones de que fueron víctimas por parte del clero y los católicos de esa provincia.
"Sufríamos entonces en Heredia una persecución completa. El clérigo incitaba al pueblo en contra, se nos cortaba el agua rompiendo la cañería, no se nos vendían verduras, ni leña, para cocinar. Todas las sirvientas que procurábamos pronto se iban - al confesarse no les daba el padre, la absolución -. Atacaron a papá de inmoral por querer para Costa Rica la coeducación. Por tratar de prescindir del despotismo de la iglesia en la educación pública, educación del estado que debe ser libre y no coercitiva."1
A pesar de no comulgar con los dogmas, por considerarlos anticientíficos, Roberto fue tolerante con sus hijos. Les dejó asistir a diferentes cultos, fueran estos católicos o de otra religión. Pero siempre inculcó el respeto por las ideas, el amor al prójimo y al saber, y sobre todo a eliminar los prejuicios en el momento en que aparecieran. Con frecuencia repetía esta frase:
"Soy ciudadano del mundo y compatriota del hombre."2
Como él mismo lo decía, dedicó su vida entera a estudiar y enseñar. No existió libro en su época que no leyera. Penetró en las diversas culturas universales. Fue un verdadero humanista. Los secretos de las ciencias naturales y humanas, penetraron en su inteligencia y los convirtió en arma contra la ignorancia y en herramienta que compartió con todo aquél que llegó a solicitársela.
Fresia recuerda a su padre estudiando lenguas.
"Desde niño se dedicó al estudio -casi nunca le vi sin un libro en la mano-. Toda tendencia humana, espiritual, toda filosofía, lógica, historia, le atraía. A las lenguas le dedicaba especiales años. Conocía bien el latín, hablaba y traducía el griego, el francés, el italiano, el inglés, desde luego el portugués. Estudió el ruso, japonés, chino, las lenguas arábigas, conocía bien el alemán y el Esperanto, el sánscrito y el hebreo. En toda su vida no durmió más de cuatro a seis horas y en épocas de intenso estudio, tres le bastaban."3
Por último, dice Fresia:
"Se durmió finalmente en la paz del señor, el 19 de mayo de
LO QUE ESCRIBIÓ ROBERTO BRENES MESÉN
NOVELA
1. Estrella Doble: 1900
2. Lázaro de Betania: 1932
POESÍA
1. El lamento de Leopardi: 1889
2. El bosque en marcha: 1889
3. En la floresta: 1894
4. La sangre del hombre: 1899
5. La marina poniental: 1900
6. En el silencio: 1907
7. El canto de las horas: 1911
8. Hacia nuevos umbrales: 1913
9. Voces del ángelus: 1916
10. Pastorales y jacintos: 1917
11. Los dioses vuelven: 1928
12. En busca del Grial: 1935
13. Poemas de amor y muerte: 1943
14. Rasur o semana del esplendor: 1946
15. En casa de Gutemberg y otros poemas: 1945
TEORÍA LITERARIA
1. Concepto de poesía contemporánea: 1899
2. Categorías Literarias: 1922
3. Crítica Americana: 1936
4. Corrientes literarias contemporáneas en Costa Rica: 1948
POLÍTICA
1.
2. El Político: 1941
FILOSOFÍA
1. La voluntad de los microorganismos: 1905
2. Metafísica de la materia: 1917
3. El misticismo como instrumento de investigación de la verdad: 1921
4. Dante, filosofía, poesía: 1945
FILOLOGIA Y LINGÜÍSTICA
1. Gramática y lógica de la lengua castellana: 1905
2. El ritmo de la lengua española: Himnos de Aknnos y Cantar de los cantares: 1946 (traducción).
3. Ensayo sobre la gramática de don Andrés Bello: 1949
Roberto Brenes Mesén fue uno de los costarricenses que más ha escrito y publicado, en Costa Rica. Tal vez sólo comparable a Joaquín García Monge y Moisés Vincenzi Pacheco. Su obra, además de la citada anteriormente, abarca traducciones, poesías sueltas, ensayos de los más variados, reseñas bibliográficas, retratos, crónicas, relatos, escritos sobre Pedagogía, etc.
Fue colaborador casi consuetudinario de Repertorio Americano, Ariel, Costa Rica Ilustrada, Páginas Ilustradas y los diversos periódicos de ese tiempo. Sería importante recoger la obra dispersa de don Roberto y publicarla. En especial recomendamos la lectura de su ensayo El Político que publicó en Repertorio Americano en varios números y que nosotros lo reeditamos en
Estrella Doble es la primera novela que escribió Roberto Brenes Mesén, en 19011.
Es una novelita moralista, de tipo amoroso. Su tesis es educativa:
"la educación moral en nuestro país es deficiente".2
Se condena la deslealtad, la insinceridad, la bajeza, el engaño. El no mirar de frente a la verdad. Lo curioso de la novela es que sea la mujer la que padece de esos vicios morales y no el hombre, cuando era lo más notorio y corriente.
La doble estrella simboliza la bajeza de sentimientos de Ismenia, su doble cara, su falsedad, su engaño. No solo Leonardo sufre su doblez sino el mismo Julián Varela que la había disfrutado y gozado y a quien le había jurado amor y matrimonio. Antes de él, Ismenia había amado a una compañera de colegio y después se había entregado al doctor de San Ramón, amigo de su tía doña Enriqueta. Precisamente el hijo que espera en su vientre es de él y por eso Julián la abandona y escoge el destierro, por segunda vez.
La novela se desarrolla en San Ramón, en un ambiente idílico y los personajes son josefinos, a finales del siglo XIX. Ismenia y su tía de una familia que había venido a menos, Julián un joven arribista que gracias a la política se había ganado un puesto en la sociedad, a pesar de que había asesinado a un contrario político, funcionario del gobierno de turno. Leonardo era un muchacho de veinticinco años, apuesto, y representa el hombre correcto, el modelo moral. Tan es así que cuando descubre la relación de Ismenia y Julián Varela los obliga a casarse para conservar el honor empeñado de Ismenia, cuando juró matrimonio a Julián.
La trama de la novela es lineal pero llena de misterio y el lector va descubriendo los secretos del relato conforme avanza su lectura. Por eso el interés no decae y las sorpresas están al orden del día. Lo que aparenta ser una clásica novela de triángulo amoroso, sentimental, donde la mujer es víctima de la maldad de un citadino o extranjero, como sucedía con las buenas campesinas o las incautas primas, las víctimas son los hombres, los engañados, los deshonrados. La mujer se convierte en astuta, fingidora, frívola, calculadora, hipócrita, pero sin apenas decirlo. Son los pocos indicios los que evidencian esa doble moral de Ismenia. El mismo narrador omnisciente lo adelanta desde el inicio de la novela, después de un paseo rural, cuando Leonardo dice:
"-Es una fortuna para mí,-siguió Leonardo- se realiza uno de mis ensueños: ¡amar a una mujer que no haya amado a otro!
Ismenia puso en sus ojos una mirada verde y en los labios una sonrisa, en cuyo fondo aparecieron los dientes incomparables, distintivo de la belleza de su persona."
Y el narrador poco después agrega:
Surgió en ella la idea de verificar la superioridad que desde ese momento se atribuía; fijó nuevamente los ojos en Leonardo y sonrió. Él, que no habría sabido sospechar en esa sonrisa una declaración de guerra, correspondió con una nueva presión sobre la mano fresca.1
Si bien los acontecimientos se desarrollan en la villa de San Ramón en su mayoría y dos encuentros en San Marcos que tienen que ver con las dos huidas de Julián, los personajes pertenecen a la oligarquía y el campo solo sirve de lugar ameno para escenificar esas traiciones femeniles.
Ismenia se convierte, a nuestro juicio en la primera mujer de la novelística costarricense en transgredir el código programático moral y social. A pesar de ser utilizada como un ejemplo que no debería ser imitado, precisamente por violentar ese código, deja al descubierto la doble moral que imperaba desde principios de siglo veinte y que tan en boga está hoy: decir una cosa y hacer otra. Escamotear la verdad y no dar la cara de frente a nuestros actos. Es posible que al escoger a una mujer para representar el papel que pertenecía, antes y ahora, a los hombres, pero que se aceptaba como normal, pues la víctima era la mujer y nunca el hombre, la novela permaneciera en el silencio hasta hoy. El efecto debió ser espantoso. Una jovencita de la burguesía (oligarquía) educada en los mejores colegios privados y regentados por monjas que de forma natural tuviera amores con una compañera, disfrutara de los placeres sexuales con el doctor y luego con Julián, bajo la sombra protectora de un mango y el arrullo del viento y el aletear de los pajarillos y que se mantuviera como sin nada, con hidalguía, entereza, con los ojos en alto y su mirada frontal, sin sentir remordimiento y con la sonrisa de una monalisa satisfecha y triunfante, debió causar estupor a la sociedad josefina y por ello la dejaron en el olvido. A pesar del fin pedagógico, educativo y moralista con que termina la novela. Lo que proponía Roberto Brenes Mesén en esta obrita, como en muchas otras, era censurar, reprobar, no tanto los actos hechos por Ismenia que él sabía incorrectos por violentar el código moral cristiano y familiar, sino obligar a los jóvenes a enfrentar sus actos, buenos o malos con entereza, con valentía, sin dobleces, sin dobles estrellas. Posiblemente lo que nunca sospechó fue que al descubrir en la mujer, lo que frecuentaban hacer los hombres, dejaba al descubierto el machismo, la doble moral, lo tolerado hipócritamente en los hombres y censurado en las mujeres y por rebote convirtió a Ismenia en símbolo feminista, mujer rebelde que se burló de la moral hipócrita de una sociedad también falsa, posiblemente sin proponérselo. Por querer censurar una moral cristiana hipócrita deja entrever una estructura latente autoritaria, enajenante, machista, deshumanizada y deshumanizante, una tercera estrella, una tercera moral, tan alienante como la que critica. Podríamos hablar de una hipotética tercera moral.
La novela está diseñada desde la perspectiva de Leonardo. Éste es el personaje principal y soporta la tesis ideológica de la obra. Es el modelo, lo deseado, lo ejemplar. Simboliza la entereza, la moral verdadera, la seguridad, la sinceridad, el honor, el respeto, la hidalguía, la rectitud. Pero sutilmente, casi sin proponérselo deja, su conducta, su proyecto ideológico, indicios de una estructura latente importante y desde nuestra posición, enajenante y alienante. Autoritarismo, machismo, clasismo.
Leonardo es el único personaje que al final de la obra logra un mejoramiento, una afirmación, éxito, un final positivo pero los medios que emplea no son precisamente inocentes. Obliga a Ismenia a seguir sus dictados, logra de ella sucumbir a sus designios, impone su proyecto ideológico. La aceptación de ella de su matrimonio con Julián, no obedece a su propio consentimiento, a un acto de libertad y amor sino a un contrato moral, una imposición social externa y lo que es más impositivo, le impide amarlo a él amarlo, poseerlo, formar un hogar para proteger una apariencia, una conveniencia social que aunque aceptada por la mayoría como buena, no representaba sino lo que la sociedad imponía al individuo: su sacrificio vital en aras de una formalidad programada del "honor" empeñado o puesto en duda.
Otro aspecto que impone Leonardo, bajo su inflexible código moral, es lograr que Julián se casara con Ismenia e imponerle hasta el día de su boda. Para ello fue capaz de llegar hasta el chantaje, o te casas con ella el jueves o descubro las cartas que te delatan como asesino. No es la persuasión honorífica, el acto conveniente porque mejorará la espiritualidad de ambos o por razones vitales que los conduzcan a una plena realización. Todo lo contrario, no importa si el matrimonio fracasa, si son o no felices, si tendrán éxito en su relación, es la conveniencia social, el qué dirán, el guardar las apariencias. Se debe hacer de esa forma por que "yo" lo dicto, el machista, el autoritario, el todopoderoso, la fuerza. Sólo podríamos imaginar que Leonardo amaba tanto a Ismenia que le casa con un asesino, con un político inescrupuloso, un catrín, un vanidoso y arrivista. Más parece una venganza de Leonardo al unir una joven de la alta oligarquía, huérfana, venida a menos con un joven más calavera que hidalgo, un político despreciable y no un estadista, que tanto criticó Roberto Brenes Mesén. No pertenecía a la elite cultural y educativa de la oligarquía cafetalera que hubiera estudiado en Londres. No debemos olvidar que Brenes Mesén forma parte del grupo que se llamó del Olimpo, es uno de sus precursores aunque no participó abiertamente en la polémica de los nacionalistas y europeístas.
Si penetramos más en el detalle, observamos que en el bando contrario a Leonardo el autor coloca a una tía viuda, coqueta, venida a menos, relacionada con un médico de pueblo, jovial, culto pero de nariz judía y esto no es casual, pues en el fondo es un villano que permanece en el relato como hombre de bien, inocente y fuera de toda sospecha, a pesar de una conducta indeseable. Enriqueta Fernández vive más por ella que por su sobrina Ismenia Fernández, hija de Tobías Fernández que se había dedicado a la agricultura en San Carlos, después de la caída del presidente Bernardo Soto (1885-1886 y 1886-1890), tuvo contratiempos en los negocios y vino a menos, y que cuando muere su esposa deja a su hija en manos de su hermana y poco las visita. Solas, devaluadas socialmente y en un ambiente campesino, aunque distanciadas de los campesinos, viven un mundo social superficial y a la caza de aliados para recobrar su estatus perdido. Estas circunstancias desventajosas las hacen presa fácil y caen en conductas no deseadas, a pesar de su origen oligárquico. Ambas entran en un medio que las halaga, las idolatra, las hace sentirse importantes y si a ello agregamos la inteligencia de Ismenia y su belleza, el marco para abusar de ellas, sobre todo de la joven, es una ventana abierta. Esto es lo que sucede con el doctor que fue el primero en disfrutar sus amores furtivos. No solo la poseyó sino que nunca le ofreció apoyo y le reclama los amores de la joven con una compañera cuando estudiaba en un colegio como interna. Aún más cuando Ismenia lo necesita, el autor lo saca de escena y lo esconde en Naranjo, así ella se entrega a los designios de Leonardo y acepta la boda con Julián y como es de esperar los dos terminan degradados, uno por licencioso, político vulgar, arrivista y ella por mentir, por haber tenido más de u
Leave a comment