POR LA GLORIOSA INCONCIENCIA DE LOS NIÑOS
No sabe decir mi memoria quién escribió que, -así como el invierno al sacudir su nieve sobre las cosas, o la luz de las noches serenas al esparcirse las metamorfosean maravillosamente- los niños animan y transforman cuanto sus manecitas tocan, con una gracia que viene de más alto que los blancos copos y que los rayos de la luna.
Y así. Su gracia viene de la Virtud, que está más alta que las nubes y aún que el sol.
Pero, ¿por qué pensar ahora en los niños?
Porque se les quiere agraviar una vez más. ¡Como si no fuera mucho no haber sabido apreciarlos nunca!
Quieren La Información, -y sin duda lo quiere sinceramente- que el próximo aniversario de la independencia nacional sea celebrado por medio de una pomposa festividad escolar, si bien distinta por la forma de las que a ese propósito suelen efectuarse, idéntica a todas ellas en lo fundamental y en lo tanto justamente acreedora a que se ponga algún empeño en la obra de obstaculizar su realización.
Solamente tiene loable esa iniciativa el ser adversa a la que sustentan los que con mejores ojos verían que "el quince de septiembre" fuera conmemorado mediante festejos de índole militar. Y si hubiéramos de decir en forma alguna por qué esa otra idea no merece el afecto de nuestro criterio aunque sí todo nuestro odio, diríamos con entusiasta franqueza que tenemos por incultas las manifestaciones de ese torpe afán, decorativamente bélico, que en la hora presente domina a los más de nuestros hombres. Diríamos que eso es inculto y socialmente nocivo...
¿Será éste,- nos hemos preguntado, no sin cierta desesperanza- el caso afirmar que los periodistas suelen no hacer un uso consciente de su lápiz y que en fuerza de inquietudes por cumplir la enorme tarea diaria, cometen con frecuencia el desacato de echar mano del primer proyecto que les viene en gana formular?
No es fácil dejar de recordar que fue asimismo La Información quien se complacía días atrás en acoger con notoria fruición aquel otro proyecto peregrino, en hora feliz fracasado, de celebrar un concurso de belleza infantil. Ni tampoco que cuando se intentó ponerlo por obra alguien hubo que invocó en defensa de los niños el derecho inviolable con que los cubre para protegerlos la suprema virtud que alienta en sus corazones.
Esa misma muy grande virtud, gloriosa inconsciencia, ha de invocarse ahora en que otra vez se pretende satisfacer con daño suyo las mezquinas vanidades de los hombres, sus torpes regocijos.
¡Virtud todopoderosa como el diamante que el hada Beryluna pusiera en la frente de Tyltyl, el amable buscador del Pájaro Azul! ¡Es en nombre tuyo que se le pide a los hombres respeto para tus hijos!
¡Es sagrado el derecho de los niños! No han de ser ellos, en tanto la verdad busque el cenit, flores que engalanen las bacanales de la urbe viciosa, que no siente, que por lo ficticias no puede sentir, las glorias de esa independencia que quizá en pretensión de adormecerla incesantemente se le canta.
¡No merece el Ídolo Patria, sangriento como el dios de los fenicios, que en sus aras sea sacrificada la pureza lilial de los niños!
Abusar del dominio que sobre ellos se tiene para unirlos al coro de una encerrona patriotera, tanto valdría como enfilarlos a lo largo de una calle, tras la irrisión de una "cruz alta" en marcha. ¿Podría hacerse así? ¿Qué derecho se tiene a suplantar el pensamiento de nadie? Y no se diga maliciosamente que el de los niños no se manifiesta en forma definitiva, sino cuando corren tiempos y se transforman en hombres. He ahí que lo venerable es la gestación de ese pensamiento que quizá haya de brotar en florescencias bien distintas de las que se pretende adivinar a través de los ojillos inquietos y risueños de la infancia.
Cuánto más diríamos si no hubiera con recordar que toda esperanza de restauración moral está muerta donde no solo los de los niños sino además las conciencias de los hombres, son a cada instante violadas por la proclamación de fingidos ideales, -que tal es hoy día la flauta en que ponen sus labios resequidos las conveniencias para hacer que marchen en pos suya los rebaños humanos...
1911
LA PAZ, EMPRESA DE NIÑOS
Un caballero inglés, el cual desea que su nombre quede en silencio, ha dirigido una carta al Presidente Wilson para sugerirle la organización de una liga infantil, internacional, al servicio de la Paz. La fundación es posible, le dice, "si usted da a la idea la fuerza de su posición de Guía Espiritual del Mundo". Luego expone su proyecto. Las madres, las hermanas, las mujeres todas, dice, lo acogerían. Ellas no quieren que sus hijos sean sacrificados a los Dioses de la Guerra. La esperanza de paz contiene la alegría de toda una vida para el corazón de las madres. Una nueva "Era de felicidad" comenzará para todo ser humano.
Sería fácil formular reglas sencillas a fin de que las adoptaran en todos los países las escuelas, las asociaciones infantiles, etc. Luego, se crearía toda una literatura de amor a la paz: lectores, textos de historia, libros, en suma, dedicados a mostrar cómo los efectos del miedo, acumulados en siglos de civilización, culminaron en la ultima guerra; cómo había el temor de educar a las masas y se las mantenía recluidas en la ignorancia. Estos libros impondrían, venciendo al pasado, ideas de paz y de buena voluntad.
Habría oportunidades para niños y jóvenes de consagrarse voluntariamente a la ejecución de trabajos sociales o educacionales, durante un mes de cada año, por ejemplo, y con el propósito de realizar planes de mejoramiento colectivo ("Senderos de servicio" llama a esas formas de labor el incógnito caballero inglés). Los trabajos podrían también, ser obligatorios como el servicio militar al cual reemplazarían.
Todo ello obtendría los mismos efectos vitalizadores que atribuyen a la guerra los escritores militaristas. Y así por medio de las escuelas, por medio de los niños, se llegaría a desenvolver gradualmente, para que floreciera y fructificara en la vida de una nueva generación, una profunda y estable conciencia social, internacional, universal, en vez de la conciencia nacional o de clase. El pensamiento de la paz se grabaría indeleblemente en la mente del mundo, y las naciones avanzadas lo trasmitirían, de un modo fraternal, a las retardatarias.
La carta concluye con un discreto elogio de la noble iniciativa y con la súplica al Presidente de que haga por ella lo que crea justo.
No pretendemos comentar la carta, sino subrayara en ella ciertos signos de los tiempos: sed de renacimiento, preocupación por el niño, fe en la escuela, ánimo de servicio, fraternidad internacional, etc. Fuerzas todas que están construyendo un mundo nuevo, brazos que el dolor humano tiende hacia el futuro, obra de soñadores, cosa de profetas... Y mirar que el hombre sueña para que construya el niño, y que cuanto ya éste es hombre, sueña de nuevo...Y el objeto de la vida, y el progreso, quizá explicados en esa capacidad de renovar múltiplemente el ensueño, tejiendo con hilos de siglos, la ilusión de un mundo, la ilusión de un hombre, y un culto y una idea y un amor...
Agosto, 1919
LA NUEVA EDAD ESCOLAR
Sin tiempo para intentar un estudio completo de tan importante cuestión. Limitamos nuestro contingente a publicar los siguientes apuntes.
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Los estudios psicoanalíticos en cuanto permiten tentativas de aplicación a la ciencia educacional (Piffer, Badouin, Heal, Boret, etc.), promueven una creciente complicación de los problemas metodológicos y de disciplina escolar ante la cual viene a ser científicamente deseable que la escolarización del niño sea tardía. De preferencia en nuestros países, ya que los resultados de la investigación casi no llegan, o llegan muy tarde, -y parcialmente- a informar el criterio predominante en el trabajo de las aulas. El solo problema del desarrollo emocional (Crichton Miller) considerado por referencia al efecto de la autoridad del maestro sobre el niño, mueve a tomar una actitud de suma prudencia ante la escolarización temprana.
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Hay resultados de experimentos (Penschew, Menmann) que parecen favorecer la conveniencia de comenzar el aprendizaje en una edad temprana; pero ello es así solamente en la apariencia, ya que tales estudios han contribuido a afirmar el concepto de la fluctuación del aprendizaje en el niño. Cuánto más joven sea tanto mayores serán las fluctuaciones de su progreso.
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Aprende por impulso, o, en las palabras de Freeland: "su habilidad avanza y retrocede". Y como la escuela está habituada a esperar progresos constantes y casi a exigirlos, el peligro de la situación aumenta en la medida en que la edad del niño decrece.
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Lo que podría ser una sorpresa para muchos es que los l7 años, más que cerrar, fisiológicamente un ciclo, quizás representen un momento de transición en el cual, por serlo, resultaría equivocado iniciar las tareas escolares. (La más baja razón, -0.15- aparece a los 6 años en una serie de investigaciones acerca del crecimiento físico y el progreso escolar, al fijar índices de peso, altura y capacidad vital (B. Thomas Baldwin).
"Las demandas de la instrucción deben adecuarse, en primer lugar, a la capacidad innata del niño, a su estado de desenvolvimiento y condición de salud, después de lo cual debe rodeársele, en lo posible, de condiciones óptimas de trabajo; ... finalmente debe atenderse al cumplimiento de las leyes de salud mental, cuidando de cultivar convenientemente hábitos de atención, asociación de ideas y reacción emocional" (A. S. Beik).
Cuando las escuelas no están en actitud de ajustar su labor a tales preceptos, el peligro es mayor para los menores aunque exista para todos.
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El estudio de la precocidad intelectual (T. A. Willams) lleva a la conclusión de que ella comporta muy graves amenazas para el niño que la muestra, cuando se trabaja de modo que estando el maestro supeditado a las necesidades de las mayorías, del conjunto, no puede individualizar la instrucción. La precocidad no puede ser nunca un argumento a favor de la escolarización prematura.
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Con el niño pobre todos los problemas acentúan su complejidad.
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Para Burnhan y Kilpatrick el aprendizaje de la aritmética no debe comenzar antes de los 8 años y sería preferible que comenzara a los 10.
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Varios de los higienistas que se han especializado en este campo convienen en que el aprendizaje de la lectura puede comenzar informalmente y sin peligro en el Kindergarten, pero convienen también en que el aprendizaje formal debe ser postergado lo más que sea posible Burnhan, Thompson, Burgerstein).
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"Paton, en su Psiquiatría, atribuye el enorme crecimiento de las enfermedades nerviosas y mentales al instinto de educar individuos cuyo sistema nervioso está funcionalmente incapacitado para soportar la tensión que se le impone" (Meyer).
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Otro gran progreso de los estudios educacionales es la introducción reciente del llamado "diagnóstico pedagógico" que permite determinar, siquiera aproximadamente, las causas y condiciones del fracaso del alumno en el estudio de las varias materias.
Trátase de un sistema d mediciones que dispone de recursos cuyo empleo todavía no es accesible entre nosotros. Es uno de los instrumentos de la individualización y gracias a él, se logra evitarle al niño muchos perjuicios.
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La ley se complementaría, como alguien sugirió, con el establecimiento del Kindergarten, lo que por ahora no es factible.
Pero, eso sí, a cambio de que se tratara del verdadero y moderno Kindergarten; no de peligrosas imitaciones.
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No pasará mucho tiempo sin que se logre disponer de los medios que las investigaciones psicológicas y pedagógicas requieren y entonces estas cuestiones se estudiarán en nuestro país con base en el conocimiento científico de nuestro niño, con lo que nos libertaremos del capricho de las opiniones personales.
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La exposición de don Luis Felipe González acerca de este problema está, en lo sustancial, confirmada por las conclusiones más generales de la educación experimental (Feedman).
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En estos tiempos es posible que un eminente profesor declare que el que ha nacido maestro no puede competir con el que conoce técnicamente la profesión".
Heredia, Septiembre, 1928
LA BELLEZA DE LOS NIÑOS
Es definitiva ya la decisión de premiar, en los festejos cívicos de fin de año, la belleza física de un niño. Definitivamente puede aclararse que esa resolución exterioriza un criterio no conformado a las tendencias de esta hora de la evolución ideológica.
Las ideas que ahora gallardamente inician la conquista de los tiempos subsiguientes, excluye de la vida social hasta la celebración de concursos de belleza femenina. El intelecto a oído de labios de la ciencia sociológica el vaticinio de su triunfo. Y en los aparatos de laboratorio hay complicidades de la Pitonisa.
Los días de las bellas tontas sonrientes, que un escritor, están organizando. Surge la época de la intelectualidad femenina. La mujer que triunfa no es la bella Otero danzando lascivamente; es la señora Curie disertando en la Sorbona.
A una amiga a quien le obsequié el último libro de José Fabio Garnier, recuerdo haberle dicho: "se lo envío con la alegría que se recoge en los triunfos ajenos". Porque ésos, los del pensamiento, son los triunfos de ahora.
Los que aquí consagramos tienden a preparar una época de cortesanía; a refinar el funesto tartufismo social.
En la edad infantil, del todo instintiva, los halagos de la vanidad influyen inmediata y ventajosamente en el desarrollo del egoísmo y alejan al hombre de la vida fecunda que podría realizar si fuera orientado por otra senda. Educando niños para la vida del egoísmo, se atenta contra el equilibrio social, se propende a dificultar la convivencia. Hay que educar para las épocas futuras, no para las que fueron. El niño cuya belleza sea objeto de un premio, adquirirá la noción de que en poseerla consiste el mérito más grande de la vida, y sobre esa concepción ruinosa de su finalidad encaminará sus pasos por ella.
El que en otros países se organicen y verifiquen certámenes similares al proyectado, cuando más denuncia que somos un pueblo instintivo, absolutamente dominado por las leyes de la imitación.
Si se educa a los niños para el exhibicionismo de los salones, bien está que se fomente la belleza física, y hasta que se proclame francamente la estulticia de los bellos como grandeza de la vida. Si se les prepara para que en el cumplimiento consciente y honrado de las funciones sociales del hombre triunfen los vicios de hoy, no se les inicie siquiera el concepto de esa belleza repugnante. En la colectividad-infancia, más sugestionable que las otras, engendran grandes males los ejemplos y las nociones extraviadas.
La dicha del hombre se llama: yo quiero, dice Nietzche. "Yo quiero" es la consigna para entrar en la nueva vida. El desarrollo pleno de la voluntad, dominadora fuerte del egoísmo, es el ideal de la evolución humana. A herirlo brutalmente propende el concurso de niños bellos.
Mejor fuera pensar en que es esplendorosamente bella la fealdad del niño inteligente o estudioso.
EL DEBATE ORAL
No recuerdo cuál de los maestros del debate, quizás Parker may, o quizás alguno de los grandes tribunos de Inglaterra, dijo alguna vez que la discusión oral tiene sobre la escrita, la ventaja de poner a los hombres en el caso de afrontar inmediatamente las responsabilidades que sus ideas y actitudes comportan.
Pero no es esa la única razón que me mueve a preferir la forma oral en el debate acerca de la educación. Si no que, para hacer refutaciones completas por la prensa, con todas las rectificaciones y aclaraciones que ellas suponen, se necesita mucho tiempo; y, además, los periódicos no pueden ofrecer todo el espacio deseable o necesario. Tras esto hay que contestarles a varias personas a la vez, y exponerse a ataques anónimos. En la tribuna nadie puede ocultar su nombre. Y lo que es más hermoso: si los hombres están cerca el uno del otro, fácilmente se dan la mano cuando llegan a estar de acuerdo; y se trata de discutir sus vidas, más viva, más poderosa, se mostrará la energía que pongan en defender la pureza de ellas.
LA BIOGRAFÍA DE LOS POBRES
El nombre del caballero don Felipe J. Alvarado ha aparecido con frecuencia y acertadamente elogiado en los periódicos de estos días, con motivo de la venta de su magna empresa. Una de las aludidas publicaciones, una entrevista, contiene interesantes referencias acerca de cómo llegó a poseer el señor Alvarado el capital de que hoy disfruta. Temas semejantes suelen ser muy sugestivos. ¿Cómo llegó a ser rico Fulano? ¿Cómo hizo dinero Henry Ford?; ¿Cómo se hace una fortuna?, etc. Hay toda una corriente literaria desenvolviéndose en esa dirección. Y no siempre para hacer el elogio impúdico del dinero, sino, al contrario, para mostrar las posibilidades éticas de su conquista y posesión, y para derivar de ellas optimista enseñanza. Véase, por ejemplo, lo que al respecto piensa un Ramiro Maeztú, o de lo que, ya dentro de un sistema filosófico, establece con ánimo profético, el Conde Keyserling.
Podría surgir una corriente que tendiera a desarrollarse en sentido inverso. Es decir, que tuviera el fin de exp
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