LOS PROCEDIMIENTOS DEL TROGLODITISMO1
El 19 de octubre recibí, procedente de Heredia, una postal que he depositado en manos del señor Director de La Obra, y que dice:
"Como Exdirector de la Escuela de Aplicación consideramos a Ud. obligado a decir algo en contestación al informe que publica La Gaceta del viernes 11 de los corrientes. - UNOS NORMALISTAS."
Breve es mi respuesta al autor del anónimo. No he leído el informe, y una instancia e insinuación tan sospechosa solo consigue que me abstenga de leerlo. Porque me mueve a una prudente reflexión semejante a ésta: de tal palo, tal astilla. Y el tiempo no está para que todos comentemos imprudencias.
A LOS FARISEOS
Cuando se nos querría ver sufriendo las torturas de un desaliento provocado por dolorosas reacciones; cuando se nos querría contemplar perdidos en la noche de una decepción profunda, o cuando, talvez, se nos querría mirar confundidos en la turba de los apóstatas, ofrecemos nuestro afán altivo risueñamente matizado por el iris de la alborada que vivimos y vigorizado poderosamente por el desprecio que bulle en el santuario de nuestros ideales y que asoma a sus puertas cuando las desventuras llegan a tocar, cuando a pedir entrada se acercan las asechanzas.
Se nos dice, con meliflua voz de burgués envejecido en la explotación, que Costa Rica no sufre los efectos de un desequilibrio social similar al que en otros países víctima de las energías de la juventud y del obrero y que, por lo tanto, la esterilidad de la tarea que atrae nuestros esfuerzos, es evidente. Argumentación semejante enfrentan los exploradores de otras regiones, en que estas cosas se dilucidan en la cátedra, cuando para disculpar los desniveles sociales, profanan la verdadera ciencia y afirman que el orden universal excluye toda razón anárquica.
Ambos argumentos, aún cuando en la forma difieren, se enlazan en la esencia, ya que los dos tienen por origen una inconcebible desvergüenza.
Negar que en Costa Rica los obreros y los jóvenes están desposeídos de la categoría que en la vida colectiva les corresponde, o sea, negar que dichas entidades están nulificadas por la acción nociva del mercantilismo, es precisamente manifestar que sucede lo propio, pues no habría necesidad de obstaculizar una labor vana, en el concepto de extemporánea, porque ella perecería víctima de horrenda inanición.
Sabemos, y lo sabemos de modo perfecto, que esa prudencia trajeada de doctrina, con que nos quiere acallar una minoría que en la lid vergonzosa conquistó preponderancia, no es otra cosa que una trampa oculta por enramadas, colocada en mitad del camino que seguimos.
Vosotros los que nos habláis en tono consejero, sois fariseos en la tribuna; os conocemos demasiado. Os hemos visto, borrando con caridades que hacéis la caridad de publicar, el rastro de hechos indignos que os dieron grandeza.
Y diríamos, pero lo haremos en otra vez, es espectáculo entero que hemos visto, a pesara de que nuestra mirada se ha distraído mucho en la contemplación de los bellos paisajes del ideal.
Pensad si os conocemos, que tenemos ya sabido el regocijo que os produce la perspectiva de una noche orgiástica, afrentosa, para la miseria: el próximo 25 de Diciembre, que nos recuerda la cuna esplendorosa de Jesús, el humilde pesebre que sirvió de urna a las riquezas de tres Reyes Magos que sintieron vibrar en su corazón generosidades tan luminosas como los fulgores de la estrella que los guió hacia Belén...
Omar Dengo
LA SUPRESIÓN DE LA SEGUNDA ENSEÑANZA
Cambiando impresiones con nuestro amigo Omar Dengo, acerca de la Segunda Enseñanza, este distinguido profesor se sirvió manifestarnos lo siguiente:
La Constitución debe declarar concretamente que al Estado le compete el sostenimiento de la Segunda Enseñanza, -o, como hoy cabe decir, de la Educación Secundaria-. Ante la Asamblea Constituyente ésta no es ya una cuestión técnica ni política, sino una mera cuestión de consecuencia con las ideas que acerca del gobierno, más o menos clara, más o menos sinceramente, ha manifestado en algunas de sus actitudes. Se dice que aspira a construir una verdadera democracia; ello importa una concepción dinámica del Estado, la del Estado que se construye a través de los individuos, lo cual le impone la obligación de capacitarlos para ser instrumentos conscientes de una activa creación de fuerzas e intereses, que puedan traducirse en constante mejoramiento de las instituciones que expresan la vida de la nación. En otras palabras, le impone la función d educar. Dentro del concepto moderno, es decir, sociológico, es decir, funcional, del Estado, los problemas políticos no son sino problemas de educación. Por cierto que a falta de verdaderos estadistas, más que los politicantes, debieran discutir tales problemas los educadores.
¿Basta la Escuela Primaria a realizar la función educadora del Estado? Imaginando que fuese como en esta hora la conciben las disciplinas en que informa su orientación teórica, no por ello dejaría de ser simple campo de preparación, como si dijéramos, preliminar. Requeriría siempre la posibilidad de prolongarse sobre sí misma en una serie de instituciones que organizaran y acrecieran los intereses que despertó, las aspiraciones y los ideales que sugirió, las actividades que pudo encauzar, etc. Pero nuestra escuela, por obra de la presión del medio, sigue siendo un centro de enseñanza de primeras letras. Para el padre de familia cumple su finalidad a maravilla, cuando enseña al niño, como la maestra Reducinda, a leer, escribir, contar y... rezar. Precisamente lo mismo que se le pide al aspirante a policial. Un estudio efectuado por la Escuela de Aplicación en 1916, me permite afirmar que de cada 100 hogares urbanos costarricenses, 15 están preparados para comprender sus relaciones con la escuela, y sin plena conciencia, el actual objetivo de ella. Me permito afirmar también que 5 0 6 de cada 100 pueden satisfacer completamente las necesidades del escolar en su aspecto económico. Por donde resulta, además, no ser bastante que la enseñanza primaria sea gratuita, para que todo niño costarricense pueda cursarla. Si no recuerdo mal, según los datos de un cuadro estadístico formado por don Arturo Torres en 1914, solamente el 8% de los niños costarricenses cruzan completa la Escuela Primaria. Los más, de preferencia en las escuelas periurbanas y rurales, se detienen en el III grado. Los datos revelan muchos problemas. No es ocasión de analizarlos. Conviene advertir que la empresa hermosísima de don Mauro Fernández, -que abarcaba el sostenimiento por el Estado de la Educación Secundaria- apenas está iniciada. Cuando los periódicos, en editoriales de réclame patriotero, repiten para halagar a Juan Cedeño que el país tiene más maestros que soldados, encubren la tremenda verdad de que tiene más analfabetos que proyectiles. Aparte de que no solo es analfabetismo la ignorancia del Catón, sino también la mentira reputación, y la mentida cultura de mucho intelectual, y aún de mucho prohombre.
Analfabetismo puro, aunque glorioso, es el de estos hombres de Estado que todavía lo comprenden al modo aristotélico. Cuentan que don Ricardo Jiménez dice de algunos de ellos que, en materia de Derecho Público, todavía secan con arenilla.
...Y se nos quiere conducir a la aceptación de las ideas que en aquel país2 sustentan la docencia libre. Ideas propias para aplicarlas a pueblos en que como producto espontáneo de la experiencia histórica y social, existen, por necesidades del progreso mismo, sistemas generales de cultura, y conflictos de sistemas. La verdad es, señor Redactor, que después de haber intentado suprimirnos la vida el patíbulo, resulta inocente que nuestros prohombres quieran dejara el país a oscuras. Pues que la supresión de la Segunda Enseñanza es la misma pena de muerte, aplicada a la cultura.
RECOJO LA INDIRECTA
A propósito de un artículo publicado en El Republicano acerca del proyecto de fundación de una Escuela de Artes y Oficios1, afirma su periódico que seguramente no pasará inadvertida la indirecta que dicho artículo contiene en estas palabras: "Los verdaderos libertarios, los que no lo son de palabra, deben trabajar empeñosamente con nosotros para conseguir el establecimiento de la institución a que nos hemos referido". Si bien no acierto a descubrir la intención, acaso excelentemente animada, conque su periódico hace resaltar la indirecta, como mi aspiración libertaria me autoriza plenamente a recogerla, lo hago así, y sin entrar a saber si siquiera de la palabra serán libertarios los que la han lanzado, ni a discutir la sinceridad de mis convicciones, me doy el placer de manifestar que teóricamente estoy del todo acorde con los que piensan que el estado social obrero en nuestro país reclama de manera urgente la creación de un centro educativo, que venga a concentrar las actividades intelectuales de los artesanos, sobre una base científicamente sistematizada, en lo que se refiere al aprendizaje de los oficios con que ellos aspiran a engrandecer su vida y la vida nacional.
Precisamente el que la Escuela de Artes y Oficios,-de que tanto se habla cuando se inician y mientras transcurren las comedias eleccionarias- no exista aún, es una de las razones que más poderosamente han contribuido a convencerme de la verdad que alientan las prédicas anti parlamentarias de esta hora. Porque es de cierto cosa grave que nuestros Congresos, muy a pesar del verbalismo patriotero que despliegan en sus debates, no hayan logrado la fundación de ese establecimiento. Lo mismo podría decir con respecto a las leyes sobre a accidentes de trabajo, que hasta ahora no han pasado de ser objeto de los más brillantes ejercicios dialécticos, y que fuera de Costa Rica creo que solo Zululand1 que no se las conoce. Sin que ello implique, por supuesto, la menor duda acerca de las altas capacidades de nuestros hombres públicos ni de su buena voluntad para hacer, como Moisés, la felicidad completa del pueblo pacífico y trabajador en que ellos, por fortuna, han podido colmar todos sus anhelos de bienestar personal.
En la práctica confieso que tal vez haya de disentir de la opinión de más de una de las personas que han formulado proyectos de Escuelas de Artes y Oficios. Y por eso estudiaré detenidamente la cuestión, a fin de ponerme a trabajar, con mucha humildad, al lado de los que se empeñan en labores de tan noble trascendencia.
Pueden estar seguros usted y el señor editorialista de El Republicano de que, muy en breve, tomaré a este campo a traer el producto modestísimo de mi labor, y, como siempre, los entusiasmos ardientes de mi juventud.
Agosto, 1912.
APÓSTOLES DE FERIA
Voy a sintetizar la respuesta que ha dado don Luis Castro Ureña en "El Republicano" de ayer a los cargos que parte de la Prensa y mi pluma le han hecho, y a comentarla también.
Es falso "que yo he dicho en el Congreso que todos los obreros son una manada de ebrios."
Es falso que yo lucho ante la representación Nacional porque los patrones puedan explotarlos a sus anchas.
Sé de donde procede la infamia y adonde va dirigida.
Se me cree simpatizador con las ideas del Partido Republicano y piensan los que me difaman que hiriéndome a mí, lo hieren también de rechazo.
No es del caso de indicar mi afiliación política, que sea cual fuere, lo que hago o manifiesto, solo a mí me es imputable.
Mi norma de conducta no tiene que afectar al partido de mi predilección.
Soy amigo, compañero y camarada de los obreros y trabajadores costarricenses cuando ellos son honrados, pundonorosos y correctos; pero de ninguna suerte puedo convertirme en paladín de los que, por sus vicios, no son acreedores a la estimación de sus conciudadanos, sino apenas a su compasión y lástima.
He sido y soy artesano; tengo amistad sincera con multitud de obreros y trabajadores a quienes nunca he pedido su voto para nada, pero no puedo mentir para conquistar aplausos inconscientes que solo a los necios halagan.
En Costa Rica no hay tal opresión para los trabajadores: el obrero, peón o dependiente, bueno o idóneo, es mimado por los patrones.
El único enemigo del obrero bueno, es el obrero malo.
He pintado las escenas inmorales que ocurren en la Línea los días de pago, en que la mayor parte de los obreros se entregan a la bebida hasta concluir con el sueldo y he deducido en consecuencia que menudear los días de pago es multiplicar las ocasiones para que el brasero se sumerja en el vicio con daño suyo, de la familia y de las fincas donde trabaja.
Jamás podría yo, viejo luchador por las libertades patrias, abogar por la explotación indebida que los patronos puedan hacer en sus trabajadores.
Soy finquero1; y ningún peón mío puede decir que yo soy un patrón inhumano o desconsiderado.
"...Y como reconozco que es un deber apremiante de todos los costarricenses procurar por cuantos medios estén a su alcance, el mejoramiento de la patria común, aprovecho este medio para excitar a los buenos amantes del bienestar y progreso de ellos, para que todos juntos, de consuno, establezcamos una escuela nocturna de obreros, a fin de fomentar la cultura intelectual, moral y física de éstos y la nuestra también".
Desde luego suscribo con lo siguiente con el plan que propongo, ¢ 30 semanales para ayudar a todos los obreros del país, hasta que llame así a algunos o a uno solo de los que lo son, para que pueda yo decirle que los miembros de los Poderes Públicos no tienen derecho a escarnecer una desgracia que han contribuido a crear, o que por lo menos no han sabido disminuir, como es de su obligación y mucho menos si el cargo puede rechazar y traer en su regreso la agravante de que los hombres que han recibido una educación completa, al punto de pretender dársela a los demás, están mayormente obligados a conservarse libres de la acción perversa de los vicios.
¿Cuándo ha trabajado el señor Castro Ureña, en sus campañas de viejo luchador, porque el Gobierno no le venda licores a los obreros y busque otros medios más conformes con su pretendida finalidad para sufragar los gastos no siempre necesarios de la administración pública? Ni, ¿cuándo, en alguna otra forma, se ha empeñado en contribuir a evitar que caigan en las cisternas del vicio a huir de los campos de explotación en busca de una alegría que amortigüe sus intensos dolores?
Es así, al contrario, que cuando surge la ocasión de procurar que les sea menos penosa su prolongada esclavitud, se vuelve airado contra ellos y los deprime y los insulta torpe y despiadadamente. Pues que es de tener en cuenta que si el trabajador se embriaga se debe ello a que en medio a las torturantes privaciones de su existencia alquilada, el licor se reofrece como un placer muy barato, al cual no es capaz de hacerle frente su pobre voluntad debilitada por las penurias que sufre el cuerpo ni su razón llena de sombras. Y el vicio entonces lo arrastra pendiente abajo con daño propio, de sus familias y de sus patrones tan bondadosos y justicieros de esta tierruca, entre los cuales ha de incluirse, sin duda, a un riquísimo industrial que no ha muchos días exclamaba con el más repugnante cinismo: "son una partida de bandoleros que no han hecho más que robarme". Siendo así, que a estas horas él guarda en sus arcas cerca de ¢ 90.000, y ellos, hombres todos honorables, apenas si logran reunir cada día lo necesario para proveerse de la peor alimentación.
Cierto es que don Luis no lucha ante la Representación Nacional, de un modo sistemático, porque los patrones puedan explotar a los obreros a sus anchas; pero no lo es menos que sus primeras labores han sido de contribución a las iniquidades que con ellos comete la empresa frutera de la Línea y las compañías mineras de la región del Pacífico. Y ésa no debe ser nunca la tarea de un artesano, amigo sincero de los trabajadores, que quiere fomentar la cultura física, intelectual y moral de los obreros y salvarlos de las miras sospechosas del libertarismo fingido. Una buena comprobación de sus palabras habría consistido en escoger el proyecto reinvindicador de Peralta con el entusiasmo que le dedicaron otros diputados que no son ni han sido nunca paladines de la libertad.
En cuanto a que se sabe de dónde proceden y a dónde van dirigidas mis palabras, he de decir que proceden de lo más hondo del corazón y que van dirigidas hacia la cumbre esplendente en que florece el más alto ideal de justicia. Tanto se remontan, que no podría seguir sus vuelos la mirada de don Luis empañada por los intereses transitorios y estrechos de la política que ofrece enseñar en sus conferencias.
No he pensado herir directa ni indirectamente al Partido Republicano, uno de cuyos miembros prominentes, por cierto, fue el primero en felicitarme por mi modesto artículo anterior.
Nada tengo ni quiero tener que ver con ningún partido político, porque pienso que los verdaderos intereses de los pueblos nunca alcanzarán satisfacción dentro de la zona de la política, que, para decirlo francamente, constituye una industria vulgar, fomentada por unos pocos profesionales,- aristócratas o republicanos- ,- como un medio holgado de vivir sobre los flancos de la sufrida inconsciencia de las mayorías.
Los partidos son los partidos, los candidatos son los candidatos; las aspiraciones efectivas de los pueblos y la senda en que ellos encontrarán la conciencia absoluta de sus deberes y el reconocimiento pleno de sus derechos, están a mucha altura por sobre esas oquedades tenebrosas donde se refugia el egoísmo de los hombres sin ideales amplios, que no comprenden la progresiva realidad de la emancipación proletaria, como obra hermosa del propio esfuerzo, valiente e incontrastable, de los trabajadores.
La política perdió ha tiempo sus prestigios ante mi ánimo, precisamente por las inconsecuencias de los hombres que la profesan. El hacer notar para bien de los obreros, uno de sus males, fue acaso lo que más me decidió a exhibir la actitud del Sr. Castro Ureña. A más de que no puede inferírsele a mi juventud la burda ofensa de creerla interesada en explotaciones a los obreros. Bien le consta a muchos de ellos que más de una vez he reprobado con suma franqueza ciertos defectos suyos, con el resultado de que se vayan disgustados conmigo, así como ocurrió con motivo de una conferencia que tuve el honor de dictar en la "Sociedad de Trabajadores".
Quería tratar con detenimiento lo de que no hay opresión patronal en Costa Rica. Diré hoy que la simple existencia del patrón no implica una violencia ejercida sobre el obrero sin justificación alguna. Si para el señor Castro el único enemigo del obrero bueno es el obrero malo, para mí, entre otros enemigos, es siempre, y de la peor clase de patrón aunque sea un sano obrero bueno y al obrero malo los considero hermanos.
EL PROFESOR SR. DENGO HACE DECLARACIONES
El proyecto para crear rentas a la Escuela Normal de Heredia
Respecto a la iniciativa del Scretario de Educación Pública para crearle rentas a la Escuela Normal, hízonos ayer el profesor don Omar dengo las siguientes declaraciones:
El interés máximo de la Escuela Normal está encaminado a obtener rentas y ojalá amplias. Sus funciones son muy extensas y sus responsabilidades enormes. La escuela Normal es la base de la democracia, puesto que de su eficiencia llega a depender la idoneidad de la escuela primaria. Ahora bien, note usted que la educación buena es cara, como la buena higiene, como el buen teatro, como todo lo bueno, en fin.
En el país hay cinco colegios: dos en San José, uno en Alajuela, uno en Cartago y uno en Heredia; este último es la Escuela Normal, el único de este tipo en el país. Los demás son colegios de preparación para el bachillerato.
Todos esos colegios representan intereses del Estado, porque todos entrañan adquisición de cultura, pero la Escuela Normal representa intereses directos o inmediatos puesto que prepara maestros para las escuelas públicas del Estado.
¿Hay proporción -pregunto yo- entre el esfuerzo que se dedica a preparar bachilleres y el que se dedica a preparar maestros?
La Escuela es el colegio que recibe menos rentas. Un alumno que hace estudios de bachillerato paga 60 colones anuales, si pertenece a la sección preparatoria que consta de tres años; y no paga ni un céntimo si se inscribe en la Sección Normal que consta de tres años también.
Un título de bachiller paga de derechos creo que sesenta clones y uno de maestro, diez, de los cuales corresponden a la Escuela la mitad. Compare usted esas situaciones y dígame si es cierto o no que a pesar de otras entradas que recibimos el estado pecuniario de la Escuela es inferior al de los colegios. Yo no deseo que estos se perjudiquen de ningún modo. Al contrario, deseo que aumenten sus posibilidades de trabajo. Pero tampoco puedo mirar con calma por más tiempo, que la Escuela ocupe una posición postergada. Éste es el ánimo del profesorado y de los alumnos.
Venga del norte o del sur, es decir, de las taquillas o de la ley de presupuesto, lo cierto es que la Escuela Normal necesita más dinero. Me dice usted que es preferible el segundo de los caminos. Está bien. Lo que urge son las rentas. Y si se ha llegado a pensar en buscarlas fuera del presupuesto, es porque durante muchos años se han encontrado cerradas las puertas de éste, casi herméticamente. Si ahora se van a abrir, que sea en buena hora: alguna vez decía yo que economizar en escuelas es economizar civilización. Ahora digo que gastar en ellas, y sobre todo gastar en mejorarlas, es atesorar riqueza para el porvenir de la nación.
Y FINALMENTE EL SEÑOR DON OMAR DENGO, EXPUSO LAS IDEAS QUE CONTINÚAN
Señores:
Ved en quien habla, a un compañero en elídela político, que lo comprende de modo hostil a las ruinas consagradas; que lo comprende como son comprendidas las cosas después de analizarlas en el amplio ambiente de un pensamiento que no sufre el cautiverio de intensas preocupaciones, que sí repele los asedios de la corrupción, y que por lo tanto, labora guiado por las tendencias que en el moderno vivir sintetizan la aspiración de los pueblos avanzados.
Es en tal virtud que solicito el apoyo colectivo a mi desacuerdo con una de las tareas previas a la organización de esta asamblea: me refiero al hecho de que se desea proseguir practicando el viciado sistema de elegir presidente Honorarios de la Junta Directiva.
¡Cuando se está rudimentariamente compenetrado de los principios que marchan al frente de la causa republicana, y se lee una lista encabezada por puestos de honor, le parece a uno que presencia un desfile funeral de palaciegos!
¡Y es que, en realidad, señores, esas vanidosas divisiones, esas odiosas preferencias, caben perfectamente en una esfera política impropia para la germinación de las doctrinas democráticas; esa repartición de honores en una obra que únicamente requiere soldados, es, para decirlo francamente, un germen de monarquía en el organismo de la República! De manera, que solo debemos aceptarlas si se vive en nuestro espíritu el anhelo de proseguir vegetando en la casa de los amos. Demos el adiós de eterna despedida al arrullo de los embaucadores, y reconozcamos que esa que digo -mísera condición de esclavos- ha sido hasta la presente edad, la designada para la juventud en el intercambio de faenas que la consociación implica.
Si hubiera una atmósfera de verdad rodeando las energías nuevas, los vigores juveniles, decir podríamos, a pesar de la protesta airada en los envejecidos, que somos la única real potencia que la patria tiene a su servicio, la sola capaz de organizar para que el ideal se robustezca con el vigor que ella abandona, la única ante la cual se rinde azorado el desencanto, porque siempre vibra su afán con los acordes de una marsellesa redentora.
Pero, no hemos de aniquilar el espíritu en la contemplación de ficticios panoramas; si dirigimos la vista al campo en que nuestras actividades luchan, las veremos, amargamente, caer derruidas al paso de la caravana de los mercaderes.
Tal y no otra es nuestra situación.
Si representar debiéramos, como con nuestros hermanos de lejanos lares ocurre, una briosa falange que avanza sembrando luminares y esparciendo flores, hemos de reconocer, que solo somos una turba de figurantes a quienes se encamina a través de de los campos obstruidos, para que abramos brecha a los que marchan atrás afanados en la recolección del botín.
Si amamos la condición de lacayos, y ha de ser la finalidad de nuestra vida tener alfombras y colgar cortinajes, bien está que hagamos del silencio nuestro eterno acompañante y que prosigamos muy ufanos, en la peregrinación del vicio. Mas, si para resarcir a Costa Rica de la afrenta que le inferimos con nuestra pasividad de parias, y para resarcirnos de la ofensa que se nos ha hecho, nos disponemos, poseídos de una intensa pasión demoledora, a echarnos sobre tanto pedestal de cartón que nos oscurece el horizonte, hemos de empezar ahora mismo derrocando el momificado sistema de los nombramientos honoríficos.
Hay quien nos acaudille, no a título de explorador mandarín, sino en calidad de compañero que siente como nosotros bullir en su cerebro el ideal de la renovación, y antes de agregarnos a sus huéspedes hagámonos acreedores a ello, verificando algo digno de ese caudillo y de las ideas que proclama.
Al efecto, encarguemos la gestión de nuestros intereses y la orientación de nuestros asuntos, a un cuerpo directivo libre del baldón de los honores, e integrado por juventud competente en el doble concepto de íntegra y activa, porque una dirección raquítica, vaciada en los viejos moldes, equivaldría a la venta de nuestra independencia, y por tal manera, a la prolongación de la vida de desastres que hemos realizado siempre. Elijamos a quienes, sin necesidad de oír interesados consejos, puedan organizarnos, para que efectivamente seamos un escuadrón pronto a asaltar las tiendas enemigas.
¡No es otro el intento que llevó a la tribuna, a quien antes de abandonarla, os propone que nombréis presidente de este grupo jimenista, a José María Zeledón, jefe como ninguno capaz de guiarnos por un sendero que nos atraiga el nombre de juventud altiva y con él la gloria de haber limpiado de telarañas el estandarte de los ideales, para que sea en el futuro el pabellón nacional!
Como en el anterior discurso fue propuesto José María Zeledón para presidente del club, la asamblea agitada por poderoso entusiasmo, lo aceptó como tal y entonces dicho señor, ocupando de nuevo el estrado, dijo así:
Riñe con todas mis convicciones en la materia, la aceptación de una supremacía entre mis compañeros. Nunca he podido comprender que esas desventajosas posiciones sean precisas para que una agrupación de hombres conscientes, trabaje en la fraternidad de un alto esfuerzo. Pero no dejo de darme cuenta de que una asamblea tan
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