Benedicto Víquez Guzmán: La obra escrita de Omar Dengo Maison. Pensamientos.

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Es muy difícil ser conscientemente sinceros; a veces somos sinceramente falsos.

 

 

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 Las cosas, como los espejos de los magos de Tesalia, revelan todos los enigmas. Esta ánfora que acoge las rosas, afirma un verbo profundo. Nada sabe de ellas, sino que limitan su callada existencia. Ignora que vierten sobre ella un perfume. Y así ignorante, envuelta en aromas, esta ánfora vive porque hay rosas, y para ellas, al reposar, perfumen tu meditación. ¡Qué noble menester: llevar en alto las rosas!

 

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Como una tela de araña se trama y entreteje esta conversación. Los hilos salen de un centro, hacia todas las direcciones pero sobre un plano. Pasan a su través las ideas y dejan allí suspendida una música. Es mi presa, y también la tuya Tú y yo nos alimentamos de insectos maravillosos que arrastra el viento...Solo que sueles  extender la tela de frente a un rumbo y éste limita la fecunda asechanza.

 

Conviene dotarla de un amor y de un sentido de esfericidad... Si llegara a enredarse en su tela alguna estrella, tendrías un hermoso festín.

 

* * *

 

¡Espejos mágicos! Aprende a mirar en ellos. El hombre de quien voy a hablarte, no supo hacerlo. Largas las horas, las pasaba ante un espejo de antaño, en el afán de obtener una revelación. A este hombre le inquietaba profundamente su porvenir.

 

-           Quiero saber cómo viviré mañana.

 

Al cabo vio. Vio su vida, durante un día, veinte años más tarde. Los veinte años, tan solo habían acercado su muerte. La visión lo enloquecía. No pudo comprender que el espejo e hubiese anticipado tantos sucesos, y en los días que vinieron erró por la ciudad repitiendo enronquecido: "He roto el Tiempo, he roto el Tiempo".

 

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Ruega por este hombre loco, caballero de una audacia. Ruega para que sea leve el apocamiento de su razón y no perturbe a las gentes, ni éstas, en cambio, lo persigan ni torturen. Si lo recluyen, privan a los preocupados de la contemplación de una bella locura.

 

 

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Ruega devotamente. En la plegaria beben los corazones un invisible aceite que redime. Lámparas sin aceite son las almas que no ruegan, y así, nada tienen en común con la estrella. En los cadáveres de las mariposas hay un trofeo perdido para la gloria de las almas pobres en recogimiento yen oración.

 

 

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INQUIETUD FILOSÓFICA

 

 

La inquietud es el principio de la filosofía.

 

En filosofía, como en ciencias, la época aconseja ¡prudencia! Tantos cambios, tantas y tan vastas inquietudes, ¡tanto nuevo esfuerzo de creación! Pensar, pensar sin excederse, sin descuidar la significación de ningún valor, sin caer en el riesgo de prematuras generalizaciones: tal pudiera ser el consejo aprovechable, ya que la época, como tierra en Primavera, se cubre de renuevos. Hay quien desconfía de la ciencia, precisamente en los días en que más progresos ha conquistado. Hay quien anuncia el resurgimiento de la Metafísica, precisamente cuando se creía que el bello cisne había dado toda la gloria de su canción única. Hay quien mira una transformación en el seno de las religiones. Hay pretende que la nueva filosofía tenga el sentido de una nueva sabiduría, es decir que entrañe una vital actitud del espíritu por sobre las síntesis y los conocimientos. Hay quien espere fervoroso el renacer de antiguos cultos y rituales. Cambios en las Bellas Artes, como en la Política; cambios en todo, agitados y fecundos. Y el hombre, el mismo hombre de siempre, lanzándose como tantos infortunados aviadores, tras el abismo y tras la gloria, y perdiéndose trágicamente en el espacio, del cielo o del espíritu, mientras cielo y océano siguen dando su infinita lección de permanencia.

 

De cera como las de Ícaro, -alas de leyenda y de filosofía- parecen ser también las fuertes alas de acero del avión...

 
DIOS ES EL DON

 

 

No me crea maestro, ni guía: no soy más que un hombre que aspira a ser bueno. Si algo doy a los demás, ello es la obra de mi deseo de dar. Sigo creyendo que ésa es una firme manera de perfeccionarse. Y luego, es tan consolador y tan bello pensar que podría tener uno en este mundo el mismo sentido que una humilde de flor. A veces se me ocurre que todo el Universo no expresa una sencilla aspiración: dar. Dios es el Don.

 

Tenemos la humana pretensión de ser superiores a las cosas: La Naturaleza no es individualista, mira conjuntos. Solo la vanidad humana nos hace creer que nosotros y solo nosotros somos los reyes de la tierra. No hay que imaginar que el Universo tiene interés en todo su conjunto. En el Universo no hay más rey que Dios.

 

Ciertamente Dios no necesita de altares, pero los hombres sí necesitan de ellos. Y es para éstos, para los hombres, para quienes se rigen templos, acaso, por cierto, porque han olvidado, o porque no siempre pueden comprender que, según evangélicas palabras, repetidas por Novalis, ellos mismos son templos.

 

 

INSTRUCCIÓN  MORAL1

 

 

Acerca de la situación de ánimo en que lo colocan las discusiones de que me habla, creo que significan para usted una buena ocasión de ejercitarse en la adquisición de una disciplina que importa mucho desenvolver en la vida: la de habituarse a oír con calma las opiniones que nos contrarían. Además, esas discusiones le dan a usted ocasión de conocer con algún detenimiento, aunque fragmentaria y casi rudimentariamente, la opinión opuesta a la de usted, con lo que puede perfeccionar la suya. La mía coincide con la de usted en buena parte y también por fortuna es la más generalizada en este momento entre los educadores y pedagogos. A la instrucción moral no se le niega valor, sino que se le subordina hasta convertirla en un instrumento indispensable de educación moral. Por supuesto que cuando se dice instrucción moral no se piensa en el carreño de su amigo, ni en aquellas lecciones que deforman la vida y la obra de los grandes hombres con anécdotas y moralejas de un pobre sentido interno y sin relación con las inmediatas realidades de la vida diaria.

 

 

LA MUERTE

 

 

Creo que, a pesar de tosas las apariencias, la muerte obedece a razones que nunca entrañan injusticia. Nos llena de angustia y de pavor también, hasta desesperarnos a veces, pero no porque en sí lleve crueldad ni sea arbitraria, sino porque no hemos aprendido a verla en aquel profundo sentido en el cual ella es apenas cambio de forma de vida. Como usted ve, hablo desde un punto de vista que supone, como fundamento, la afirmación de que hay algo en el hombre que no muere nunca, que progresa siempre y que necesita pasar a través de una extensa serie de transformaciones para  alcanzar a manifestarse de la manera superior a que está destinado

 

LA VIDA

 

EL VUELO

 

Una ala que se rompe, vencida por la violencia del vuelo o la traición del choque, quiebra un esfuerzo más profundamente grato a la Vida, que todos los afanes de una dialéctica por interpretarla. Con solo que el vuelo llevara al nido una paja o una frutilla, es mucho más dolorosa para la Vida su interrupción, que la muerte de un hombre, o de un sistema de ideas. Con solo que el vuelo llevara un canto...

 

¿Cuándo una idea que se rompa las alas en el vuelo, hará sentir su ausencia en el nido, en la colmena, en el manantial?

 

 

EVOLUCIÓN

 

 

La evolución no es de una sola cosa, es simultáneamente de varias: materia, forma, vida y conciencia. La materia dando forma, la forma dando vida, la vida dando evoluciones que hacen aparecer al espíritu dando luz.

 

Dos leyes fundamentales gobiernan el desarrollo de las sociedades: una de asimilación evolutiva; otra de progresiva diferenciación. La primera tiende a destruir la influencia de los egoísmos y a nulificar la acción de las impulsiones atávicas que siembran mojones de piedra entre un pueblo y otro y a las veces los colocan frente a frente, en el campo de batalla, a darle vida a la más horrenda tragedia de que pueda tenerse noción. La segunda realiza sin cesar la liberación del individuo, el perfeccionamiento gradual de su conciencia, de modo que día tras día alcance mayor dominio sobre las rebeldías de la naturaleza; de modo que hoy cautive el rayo, que mañana encarcele el mar y recorra sus grutas milenarias; que después atraviese los aires con arrogancia de águila inmensa, que esclavice por fin el universo entero y repose en la contemplación del eterno desfile de los astros, jamás interrumpido por las pasiones del huracán ni por el egoísmo de las tormentas.

 

La primera tiende a convertir la Humanidad en un solo pueblo hermano; la segunda se propone producir un hombre superior digno de habitarlo.

 

La tierra también ha resucitado en estos días y es promesa. Las fuerzas de la vida renacen estremecidas y recorren los espacios y todo abre una nueva alegría bajo las auroras. Todo renace con esta agua de la primavera. Su propia juventud renace agitada por estas fuerzas invisibles y eternas. Abran sus corazones, abran su entendimiento y sean flor y espiga en los surcos de la tierra y aprisiones en ella el anhelo de una nueva esperanza para los hombres.

 

 
LA SERPIENTE

 

 

Un día, por abrir uno de los hoyos en que plantaba almáciga, desenterré con la punta del cuchillo una serpiente que dormía.

 

¿Qué te hace pensar este suceso?

 

Piensa en el sueño de la serpiente allí donde luego surgió la planta. Yo habría querido ser encantador para encantarla. Imagina que hubiera quedado erecta, rígida, e modo que los tallos hubiesen subido a lo largo de su cuerpo y florecido sobre su cabeza. Y que al abrirse la primera flor, roto el encanto, hubiese despertado la serpiente. Habría tenido la ilusión de que la flor brotaba de su sueño.1

 

 

LA VOZ DE LAS LECHUZAS

 

 

En aquella acalorada discusión ninguna voz sobresalía tanto como la de las lechuzas. Ellas eran las más empeñadas en negar las glorias y el poderío del sol. Alguna llegó hasta obstinarse en afirmar que el Sol no existía. En vano insistía el águila en revertir de majestuosa elocuencia su principal argumento: era gracias al Sol que ella sentía la presencia de una meta en lo infinito...Por eso desplegaba las alas, por eso encontraba, en cada vuelo, que había un  nuevo Azul más allá, y más allá.

 

La intervención del cóndor renovó el entusiasmo de las lechuzas. Era un cóndor ciego, no por ser cóndor menos ciego que un topo.

 

Él también discutía la grandeza del Sol.

 

El águila prefirió callar convencida de que no la comprendían, en tanto que las lechuzas, que ahora opinaban como cóndores, la colmaban de denuestos y la ensordecían con sus gritos.

 

Hizo bien, pues, en levantar el vuelo y alejarse de ahí bajo el resplandor de sus alas bañadas en la gloria del Sol.

 
ORACIÓN

 

 

Siento que estas horas sagradas se deslizan en un plano superior a mi vida, sobre la mente, sobre el corazón, sobre los hombros, sobre las cosas... Son como una ola d solemne quietud, que fuese envolviéndome, sutilizado a su contacto, en celestiales claridades.

 

Siento una majestuosa ascensión de mi ser, un sopor mirífico, un sueño...

 

Siento que hay en mi alma silenciosa grandeza, un amor y una gloria. Siento que luchan para desprenderse de mi carne, de mi pasión, de mi apetito, en ímpetu tan sutilmente de lira que se estremece... No la sensación de las alas que se abren vigorosas. ¡No, Dios mío! Todo calladamente, todo delicado. Impulso hay en mí de cerrar los ojos y, juntas las manos sobre el pecho, ascender por el aire hasta la Luz...

 

¡Ruego por los hombres! Para que las naciones en guerra se arrodillen sobre las armas. Para que un ritmo profundo de corazones, suceda al estruendo de las metrallas... ¡Incienso de plegarias llene el espacio que enrojecieron las llamas!

 

Ruego para que el hombre se recoja en sí mismo, y nada fuera de él exista... ¡Nada que no sea el silencio, nada que no sea el tiempo, y el espacio, y el alma, y Dios!

 

¡Que desaparezca el mundo dentro del corazón del hombre! ¡Y sea la hora de la Suprema Paz!

 

Campanas, campanas de la tierra que renováis el recuerdo de la vida... ¡Campanas, dolientes campanas, no turbéis mi contemplación! Ante mí está Jesús, el Maestro. ¡Bien amado el Maestro! ¡Bien amada su eterna palabra!

 

Fuiste la verdad, serás la Verdad, ¡oh mi Maestro! ¡Eres la Verdad, serás la Verdad y ante ella el hombre es Genio, Santo, Héroe, Profeta Creador! Levántate y anda, ¡oh hombre!... Y a mí permíteme, Maestro Amado, que me levante y vaya por los caminos del mundo, seguido de los hombres, con el corazón abierto como una estrella: Caballero de Dios con la misión del milagro, por los siglos de los siglos... Amén

 

 

REFLEXIONES

 

 

Esto de que un día una idea que habíamos amado profundamente, se aleje de pronto de nosotros, y quizás para siempre, es tan cruel como si la idea fuese una mujer. La experiencia es frecuente en la vida del hombre de estudio, mas no se presenta siempre, por fortuna, con caracteres de tragedia. Antes bien, suele acontecer que se sienta la alegría de abandonar una idea que nos seduce. Pero cuando la idea se va como a pesar nuestro, y se esfuerza por no hacerlo, y parte, al fin, manifestándonos su dolor y dejándonos su última luz, entonces sufrimos horriblemente. ¡Es horrible en realidad mirar a una idea que hemos amado, ensangrentada por la garra de nuestro propio pensamiento!. Y sentir que mientras hay algo en nosotros que ansía conservarla, que la ama todavía, que pone ternura en el adiós  inevitable, hay algo también que nos impone con severidad quemante el deber de separarnos bruscamente.

 

Mientras tanto, en la cámara, elegante, fría de mármoles, serenamente iluminada, la otra idea nos espera. Hace alarde a nuestra llegada de cierto imperio, como que sabe que la aceptaremos sin poder evitarlo, y que con el corazón lleno de nostalgia, le entregaremos la vida, siquiera por un tiempo. Y nos parece que esta idea, de la cual podrá depender hasta el perfeccionamiento de nuestra misma bondad, tiene algo de pantera. Y casi odiándola, caeremos en sus brazos...

 

 
PEQUEÑAS DUDAS

 

 

El señor Jiménez Rojas nos inspira un respeto profundo. Nos inspira también una firme simpatía. Es gloria, este señor, del pensamiento costarricense. No osaríamos discutir con él, a menos que ello pudiera ser en la actitud de quien aspira a aprender. No vamos, pues, a discutir, sino a presentar ciertas dudas, acaso pueriles, a propósito de recientes afirmaciones del señor Jiménez. No pretendemos que él haya de resolverlas. Deseamos hacer pensar acerca de algunos problemas, siquiera superficialmente, o por un instante.

 

"Dios está en todas partes; su mundo es el del pensamiento" -Así ha dicho el señor Jiménez Rojas con la grata concisión que le es peculiar.

 

Ahora bien, si Dios está en todas partes y su mundo es el del pensamiento, o tal mundo es omni-abarcante y las aludidas partes se refieren a algo diferente del mundo del pensamiento, Dios está o puede estar fuera de su mundo. Convendría saber, pues, si el mundo del pensamiento es el único que existe o si existen otros y cuáles son, y qué relaciones hay entre ellos y qué relaciones entre ellos y Dios.

 

Si se quiere decir que Dios mera abstracción, o una idea, acaso no debería serle atribuida entonces la capacidad de estar, y menos, la de estar en todas partes, que son partes determinadas. Pues todas, entraña determinación, lo mismo que una parte. Podríamos preguntar también si aquellas partes se identifican con las cosas y   con los seres. Es decir, con el mármol, con el oro, o con esa mariposilla que en este momento se detiene en mi ventana, como un punto final... de un vuelo. Y quizás podríamos preguntar, en ese caso, si el pensamiento, en cuanto constituye un mundo, o lo persuade o compenetra, en una modalidad de la materia, o de la energía. En suma, que la afirmación del señor Jiménez -tal es el don de fecundidad del pensador verdadero- renueva múltiples problemas y nos lleva, con las más sencillas palabras, a hacer el recuerdo de las cumbres del  pensamiento desde Platón, hasta el Conde de Keyserling.

                                                                      Septiembre de 1927



1 fragmento de una carta a V.C.

 

1 Omar Dengo. Página de un libro inédito

 

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