Guillermo Barquero Ureña

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Guillermo Barquero Ureña (1958)

 GUILLERMO BARQUERO UREÑA

(1979) (Imagen propiedad del autor)

 

Guillermo Enrique Barquero Ureña nació en El Carmen, San José Centro, el dia 13 de agosto del año 1979. Ingresó a la Universidad de Costa Rica estudiar Microbiología y obtuvo el doctorado que ejerce en la actualidad.  Tiene los blogs en la Red, Sentencias Inútiles y Barqueritos. Ha publicado cuentos, algunos en ellos en Antologías, sobre todo en una que publicaron, él y Juan Murillo.

 

 

LO QUE HA ESCRITO GUILLERMO BARQUERO UREÑA

 

 

NOVELA

 

1. El Diluvio Universal: 2009

 

CUENTO

 

1. Corona de espinas: 2005

2. Metales Pesados: 2010

 

El diluvio universal es su primera novela y la publicó en el año 20091 Es una novela intimista.

 

Algunas consideraciones preliminares.

 

Así como el doctor penetra en los cuerpos de sus pacientes, los raja, observa, analiza y no se detiene en olores que ya conoce, ni formas y accidentes consabidos, de igual forma el lector debe incursionar en la obra literaria si desea conocerla, disfrutarla, vivirla, interpretarla y hasta valorarla.

 

Los niveles de la enunciación y sus implicaciones

  .

     

Podemos integrar, bajo un diagrama completo, la enunciación y el enunciado, sus relaciones posibles y los  diversos sentidos, producto del juego interno de los diversos niveles y posibles voces o perspectivas de la narración.

      

Lo primero que debemos observar es que tanto el autor como el lector social, quien lee la novela, no forman parte de ella, están fuera, aunque los autores utilicen trucos para ocultarlo dentro de ella. Y cuando eso ocurre dejan de ser los autores o los lectores sociales para formar parte de los personajes de la novela o voces de ella; especie de sujeto de posibles enunciados. Eso se hace y es permitido.

 

Lo que aparece dentro de la enunciación es el enunciado o discurso producto de la enunciación que realiza el YO para que lo lea (o escuche) el Tú. 

 

La otra observación importante que debe señalarse es que las personas YO, Tú y ÉL de la izquierda, en ese orden, son los posibles sujetos del enunciado que crean sus propias enunciaciones secundarias. Éstas pueden ser infinitas, pero los textos soportan, en forma legible, menos de cinco. El Yo (Se) puede optar por un sujeto protagónico Sp del enunciado (yo, tú, él)

 

Las posibilidades de combinación:

 :

 

.

 De esta misma manera se pueden configurar otros cuadros cambiando el sujeto del enunciado y el oyente. El lector avisado puede entretenerse haciendo esas posibles combinaciones y encontrando textos de novelas para todas ellas. Quizás algunas aún no aparezcan pero en el futuro estamos seguros que sí ocurrirán.

 

 

Nunca podrá darse el caso de un oyente o destinatario que sea un ÉL. Tampoco un sujeto de enunciación o enunciado transformado en nueva enunciación que no sea un YO, pero en el instante que estas instancias asuman el rol de narrar o enunciar se convierten en Sp enunciadores, por lo tanto sujetos de nuevas enunciaciones. Las posibilidades son casi impensables.

 

En la novela que nos ocupa la explicación anterior tiene sentido pues en gran medida la creación literaria está supeditada a la enunciación y el enunciado y las combinaciones del sujeto de la enunciación el sujeto del enunciado. Su escogencia conduce al primer acierto literario presente en la novela.

 

Se puede graficar así: El YO autor que no aparece en la novela escoge un YO como sujeto de la enunciación  que a pesar de mantenerse fuera del enunciado se metamorfea en el Yo sujeto del enunciado protagónico. Veamos un ejemplo textual:

 

"Revisó las cuatro caratas, con la luz que se iba formando desde las persianas que brillaban y dejaban las franjas de luz de la madrugada más tierna." (p. 15)

 

Es un Yo, sujeto de la enunciación, quien describe la escena. En ella existe un enunciado que evidencia un YO que realiza la acción de revisar las cuatro cartas. A pesar de que el YO de la enunciación está fuera de la historia, en este momento que recién comienza la novela, poco a poco irá entrando en la interioridad del YO protagónico hasta casi fundirse con él. Ya en la página 97 se puede leer:

 

"Bajo el brazo, en la oscuridad de un fanal como rosado, con pedazos de un amarillo lúgubre débil, Rafael vio alejarse a la muchacha, que era bañada por la artificial luz de la noche del lugar, cercano todavía a la facultad, al campus," (p. 97)

 

Si transformamos el párrafo y homologamos el YO que enuncia con el YO que es el protagonista quedaría así:

 

"Bajo el brazo, en la oscuridad de un fanal como rosado, con pedazos de un amarillo lúgubre débil, vi alejarse a la muchacha, que era bañada por la artificial luz de la noche del lugar, cercano todavía a la facultad, al campus,"

 

 Solo cambió la forma verbal y eliminé la palabra Rafael. El sentido semántico no sufrió alteración alguna. Esto podría hacerse con toda la novela y lo único que ocurre es que cambia el sujeto de la enunciación de nivel y deja que sea el mismo Rafael, el protagonista, el sujeto del enunciado quien narre sus propias experiencias Esto demuestra la cercanía entre esas dos categorías. Existe una comunión tan estrecha que se torna casi imperceptible. Al final de la novela ya casi ni se nota esta fusión. Tendríamos la tentación de hacer lo mismo con el autor pero eso está prohibido. Recordemos que el escritor de esta novela es microbiólogo igual que Rafael y que el uso de enfermedades como la lepra y otras está muy presente en la novela. El binomio vida-muerte forma parte esencial de la polisemia en esta obra. Tendremos ocasión más delante de referirnos a esa dicotomía semántica.

 

El título de la novela El diluvio universal es simbólico. Hay pocas referencias a él en la obra, salvo al final de la misma. 

 

Encontramos una en la página 93:

 

"Un favor. Eso es todo lo que se pide, quedar en la posteridad de todas estas estupideces, de los trabajos del doctor Talbot, de González, de Deschamps, de todos aquellos imbéciles que nos mandan las cartas y luego nos van diciendo todas las historias de la raza humana, el mito de Caín y Abel, la amargura del diluvio universal en medio del pecho que se derrama, que se detiene..."

 

Obsérvese el uso del "nos mandan",  "nos van diciendo" que antes comentábamos. El diluvio universal se incorpora como una especie de castigo estúpido, inservible, injustificable. Y aquí se plantea la tesis de la novela:

 

La posteridad, el reconocimiento, la eternidad de su obra y su nombre, esa es la espera, el premio, la meta, el logro, la carta prometida que nunca llega, el novel, mientras tanto la nausea, la vida muerte, el microorganismo que devora, la sed, el hambre. Es el durar una prolongación de la muerte. Lo único seguro, lo mío, lo que nadie robará. Ese castigo inútil del diluvio universal que simboliza la espera del milagro de la vida pero que no pasa de ser una promesa, un engaño, un manjar irreal, un embuste. El científico Rafael Rodríguez es el símbolo del indigente, del desarraigado, de un título sin hombre, un investigador moribundo que ni siquiera llega a limosnero que dura en espera de un reconocimiento prometido que nunca llega. El sentido del contrasentido. Por eso decíamos al inicio que la novela era intimista porque penetra en esa vida sin sentido, enajenada, alienígena, cosificada y descubre esa angustiosa realidad y la falsedad de los mitos y promesas que nunca llegan. La vida de este investigador se convierte en la espera de la muerte como única realidad existencial. Es la espera de Godot que nunca llega de Samuel Beckett, el Dios (negado por Samuel B.) que algunos insinuaron, propio del existencialismo. Lo cierto es que el tema se torna universal y actual.

 

Toda la novela es lenta, pausada y bajo una atmósfera asfixiante, lúgubre, el mundo que rodea a Rafael huele a cadáver, a podredumbre, a estiércol, a desecho, a muerte y el lenguaje se torna pesado, recargado pues esa es la espera. Las escenas se repiten dentro del mismo ritmo lento, espacioso. Una salida de la casa por parte del personaje Rafael dura una eternidad para llegar al sitio deseado, tal el caso de su ida al correo. El lector  va penetrando en esa asfixiante espera, de vueltas y regresos, de idas, de intentos, de gestos sin palabras de incomunicación, de soledad, de angustia, de muerte viva y se convierte en cómplice sufriente de esa realidad donde casi no pasa nada nunca y permanece inmerso en esa maraña existencial. Es así como un lector poco avisado puede tirar el libro con violencia o penetrar en él y sufrir inmisericordemente la no vida  del personaje y ese mundo tétrico y desolador lleno de angustia y tristeza, lleno de sufrimiento que no acaba. Otros lectores, un tanto más experimentados pueden disfrutar de la novela, leerla despacio y seguir las reglas del verosímil de ese mundo, comprenderla, analizarla, valorarla e interpretarla pero ello no es fácil.

 

Hay una imagen en la novela que es reiterativa desde diferentes formas y está presente en toda la obra. Se trata del cuadro de Albrecht Dürer, la muerte cabalgando en un caballo sin detenerse a la par del caballero y en la parte posterior el diablo.

 

"Vivir  es caminar breve jornada,

Y muerte viva es , Lico, nuestra vida,

Ayer al frágil cuerpo amanecida,

Cada instante en el cuerpo sepultada:

Nada que siendo, es poco, y será nada..."

 

 

Son los recuerdos, las evocaciones que inician la vida y la terminan a la vez y lo único verdadero es la espera, el vivir muriendo en manos de las prolongaciones que dan la comida y el licor en el caso de Rafael.

 

Los encuentros y desencuentros son otras de las formas como la novela se va desarrollando. Rafael desde la muerte de su esposa ahogada y arrebatada por las olas, hasta el último encuentro con la muerte pasa por un laberinto lleno de esos momentos en que se ve compelido a enfrentarlos. Algunos son rutinarios como las idas al almacén por cigarros, alcohol y comida, los diálogos con la señora Rosales, escuetos, de gestos y los otros más significativos como son aquél que vivió con Rosa Almagro, la joven estudiante, en la universidad y luego en el café, su compromiso de leer su proyecto de investigación que nunca pudo realizar por la llegada del diluvio que arrasó con toda la ciudad y la tierra entera. El encuentro se da en medio de la lluvia pero la frustración de Rosa y su disgusto es vista y narrada por un testigo anónimo, un hombre muy parecido a Rafael, una especie de alter ego que lo vigila y lo sigue en el recorrido hasta que llega al café y espera el último encuentro con la joven Rosa y la promesa incumplida. Luego vendrán los dos encuentros con el hombre misterioso, ya próximo a morir como todo lo que les rodeaba. Los diálogos son abundantes y pausados como si prolongaran las últimas horas de sus precarias vidas. Rafael vuelve a su casa y no encuentra más que desolación y muerte, sale de ella y de paso, cerca del Coreo ve al hombre ya muerto y espera el último encuentro, a pesar de escuchar el vuelo de una ave, la muerte le espera montada a caballo y con una mueca grotesca llena de poder y determinación.

 

Principio y fin, alfa y omega de una vida muerte que se pierde en la nada, en la simple promesa de la posteridad, de la inmortalidad más allá de la nada.

 

Novela para reflexionara, plena de dolor, dudas, incertidumbres, promesas, mitos, embustes que nos sumerge en la tragedia humana existencialista de un laberinto prolongado hasta la muerte. Desgarradora realidad que debemos enfrentar o simplemente vivir en la falsa promesa en  el absurdo de una existencia vacua.



1 Barquero Ureña, Guillermo. El diluvio universal. Ed. Perro Azul, San José, 2009.

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 16 de Diciembre 2009 1:03 AM.

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