EL DUENDE SABIO
-¿Papá me quieres ayudar con la tarea?
-Sí, diga qué te dejaron hoy?
-La Niña quiere que haga una composición sobre el fin del mundo.
-¡Qué Niña más bruta! ¡Cómo vamos a escribir sobre eso! Solo Dios lo sabe.
-Sí, dijo su madre, asomando la cabeza por la ventana de la cocina. Si Dios lo quiere, puede ocurrir mañana o dentro de varios años. Solo él lo decidirá.
Vaya ayuda- se dijo Ramoncillo- y tomando su chuspa, donde guardaba sus cuadernos, dio las gracias a sus padres y salió de su casa. No dejan de tener razón mis tatas, cómo va saber uno sobre el fin del mundo.
Caminó sin rumbo fijo pensando y pensando en su tarea y no se le ocurría qué hacer. De pronto se le vino una idea. Recordó que en el bosque vecino, cerca del río, en la Poza Azul, había escuchado de los viejillos de la pulpería, que los duendes se reunían a jugar y entre ellos había uno que era muy sabio. Sin pensarlo más dirigió sus pasos por entre los cafetales, con una idea en su cabeza. Buscaría al duende sabio y le preguntaría sobre el fin del mundo y así resolvería la tarea que le había dejado su maestra.
Caminó casi de prisa por entre mostazales, trillos y veredas; subió cuestas y sudando llegó cerca del río. Solo las aves piaban en las copas de los árboles y algunas ranas dejaban oír su croar sonoro y acompasado. Bajó arrastrándose hasta la poza y ahí pudo divisar en una piedra, sentado y pensativo al duende sabio; lo reconoció porque estaba quieto dibujando mapas en el aire. Como una sombra silenciosa se le acercó y sin dejarse ver, le preguntó:
-¿Usted es el duende sabio?
El duendecillo muy sorprendido, volvió su carita arrugada y le contestó:
-Así me llaman en estos montes y valles.
-Es que la maestra nos puso de tarea que escribiéramos una composición del fin del mundo.
-Ya veo, y usted desea que yo se la haga.
Pues... más o menos, o tal vez que me dé algunas ideas sabias que usted debe tener, puesto que eres el duende sabio del monte.
-Bueno pero antes conversemos un poco.
Y lo sentó a su lado mientras los rayos del sol doraban las copas de los árboles y los pajarillos y mariposas hacían piruetas entre los árboles.
-Ves todas esas cosas -le dijo el duendecillo- el río, las aves, las piedras, el agua, el aire.
-Claro, ni que estuviera ciego -contestó Ramoncillo, entrando en confianza.
-Pues ése es el mundo.
-Ya lo sé, vivimos en él.
-Todo es materia.
-También me lo han explicado.
- Pero materia en movimiento.
-¿Cómo? -dijo Ramoncillo, ahora sí me la puso fea. Esa piedra grande que está ahí no la veo moverse.
-Así es, pero se mueve, solo que los movimientos internos se anulan entre sí y la obligan a estar en reposo. Y ella, como todos los demás objetos se mueven, pegaditos a la tierra que también se mueve. Todo se mueve y forma el equilibrio de nuestro planeta.
-Ahora comprendo, hay movimientos que podemos sentir y verlos a través de los objetos.
-Sí -dijo el duende. Y todo está hecho de materia en movimiento.
-¿Hasta nosotros? -replicó el chiquillo ya más interesado.
-Así es. Hay materia viva y materia inerte, sin vida.
Como si dijéramos seres vivos y seres muertos.
-Así es. Una piedra no tiene vida, mientras que ese árbol sí la tiene, como usted y los pajarillos que ves. Unos tienen movimiento reposado, anulado, y otros pueden moverse por sus propios medios.
-Entonces unos están muertos, otros viven pero no caminan y nosotros estamos vivos y caminamos pero... si dormimos estamos descansando aunque vivos.
-Así es, lo vas entendiendo muy bien.
Y Ramoncillo se frotó las manos y sonrió lleno de satisfacción. No era tan tonto como algunos le decían.
-Pero eso quiere decir, entonces, que todo el mundo se mueve y está compuesto por seres muertos y vivos y que unos de estos vivos no pueden caminar y otros sí.
-Es correcto. Las piedras están muertas, los árboles y los animales están vivos y los primeros no pueden caminar pero los segundos sí. Y algo más, si bien todos los animales son vivos y pueden caminar, hay unos que piensan y otros no. Solo los humanos piensan y tienen conciencia, saben, hablan y disciernen.
-Como que se dan cuenta de lo que hacen.
-Sí, algo así y lo pueden comunicar como lo hará usted con la maestra.
Y Ramoncillo permaneció unos segundos callado y pensativo. De pronto dijo:
-¿Y qué pasaría, duendecito sabio, si todo, las cosas, los árboles, los animales y nosotros dejamos de movernos?
- Ese, amiguito será el fin del mundo.
Y Ramoncillo volvió contento a su casa, saltando y cantando, lleno de alegría porque había resuelto la tarea de la Niña.
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