CRÓNICAS EN EL TIEMPO
Por mi amigo Víctor Guillén.
Todas esas anécdotas, "Crónicas en el Tiempo" me resultan de gran valor por ser reales y vividas por el propio personaje que soy yo. En ellas hay connotaciones psico - sociales - religiosas - éticas, que podrían resultar interesantes para análisis de los entendidos. Lo que ocurre es que los historiadores se ocupan de relatar los grandes acontecimientos, olvidando que sin los pequeños hechos no se producirían aquellos. No importa si estos no guardan rigor cronológico y se narran desordenadamente como lo estoy haciendo ahora, lo importante es que se cuenten, que la gente los conozca y de esa manera vaya hilvanándolos en el tiempo de lo particular a lo general, como quien aplica el método inductivo, hasta construir el gran andamiaje histórico que dio lugar a la transformación de la historia de los pueblos.
Una vez llegó Manuel Mora a San Ramón, a realizar una manifestación política en compañía de un grupo de partidarios suyos, todos venidos de San José porque en San Ramón tenía muy pocos seguidores. Ahí estaba Hernán Cruz Rodríguez, un joven estudiante procedente del distrito de Santiago y ferviente comunista, quien en pocos días partiría a estudiar a la universidad Patricio Lumumba en la URRS y que después de su regreso al país, ya graduado, se involucró en el secuestro de Cuco Arrieta, el primero de este género político en Costa Rica, Moncho Polaco, el que arreglaba radios al pie del cerro del Tremedal, Jesús (Suso) Zamora, quien después se graduó de abogado, un muchacho muy inteligente; Víctor Gamboa, sobrino de Benedicto, aquel que tenía un negocio 100 oeste de la esquina suroeste de la plaza Rafael Rodríguez en la entrada a San Pedro y algunos otros, dispuestos a desafiar a aquella sociedad retardataria por sus convicciones.
La manifestación tuvo lugar en la esquina Suroeste del parque, justo frente a la cantina de Cristóbal Ramírez. Esto debió haber ocurrido en la campaña del año 1958, cuando se disputaban la presidencia, don Chico y don Mario Echandi, contienda que ganó este último, merced a la división que produjo don Jorge Rossi, que a la postre concluyó con la derrota del Partido Liberación Nacional y de don Chico. Habían levantado una rústica tribuna que solo tenía un bombillo de mala luz como era usual entonces, todo preparado a la carrera y con las limitaciones propias de un partido político cuyos únicos recursos eran los pequeños aportes de unos pocos trabajadores. Este bombillo solo alumbraba al orador. Yo me acerqué por un costado de la tribuna. Entonces debería tener diez años. Una barra de moncheños mal amansados, rudos y contrarios al movimiento comunista lanzaban silbidos, fuertes epítetos, gritos furiosos, interrupciones y denuestos contra los oradores. Uno de estos era Francisco Gamboa Guzmán, sobrino de don Eliseo. Cuando Gamboa empezaba a hablar, alguien de la barra brava le gritó: "Francisco, ¿cuántas manzanas le dieron?". El orador se desconcertó por unos segundos, pero, rápido se repuso y espetó: "¡No me pregunten cuántas manzanas de tierra me dieron... pregúntenme cuántas manzanas les vamos a dar a ustedes!". Jamás olvidaré ese pasaje por lo rápido e inteligente de su respuesta.
Hará unos dos años, lo busqué. Yo sabía que había sido periodista de la Prensa Libre por tiempo y quería comentarle un artículo suyo, relacionado con las bibliotecas, entre otras, la que tenía don Eliseo en su casa, que, según él, lo cautivó y llenó de conocimientos desde niño. Entrando en la conversación, le conté aquella historia;
sorprendido, me dijo: "¿Cómo se acuerda usted de eso?". Se incrementó su perplejidad, cuando le recordé que de la multitud, había salido disparada, con gran fuerza, una enorme papa que fue a estrellarse en la frente de otro de los oradores, un médico por cierto. Lo vi derrumbarse como de medio lado a consecuencia del impacto, y, de inmediato sus compañeros lo auxiliaron. La papa le había explotado con mucha violencia en la cara, lo dejó aturdido por un rato, luego continuó con su arenga. Era un hombre de coraje. Estos recuerdos son legítima experiencia de nuestro paso por esta sociedad, por esa comunidad moncheña.
El año pasado, Francisco anduvo por allá, en una actividad a la que lo habían invitado, me contó Israel Calvo quien también estuvo en aquella manifestación, y que consistía en un coloquio en la Biblioteca Ramón Echavarría de San Ramón. Después de muchos años de no ir por el pueblo, se mostró muy complacido por haber vuelto. Esas son las cosas bonitas que ahora y antes nos ocurrieron y que nunca podremos olvidar.
Interesante es hacer hincapié en la valentía de que hicieron gala aquellos ideólogos que abrazaron la causa de la izquierda. Con razón o sin ella, hubieron de enfrentar una sociedad poco receptiva, reaccionaria, y, sin duda, retardataria como es la sociedad costarricense.
Por mi amigo Víctor Guillén.
Todas esas anécdotas, "Crónicas en el Tiempo" me resultan de gran valor por ser reales y vividas por el propio personaje que soy yo. En ellas hay connotaciones psico - sociales - religiosas - éticas, que podrían resultar interesantes para análisis de los entendidos. Lo que ocurre es que los historiadores se ocupan de relatar los grandes acontecimientos, olvidando que sin los pequeños hechos no se producirían aquellos. No importa si estos no guardan rigor cronológico y se narran desordenadamente como lo estoy haciendo ahora, lo importante es que se cuenten, que la gente los conozca y de esa manera vaya hilvanándolos en el tiempo de lo particular a lo general, como quien aplica el método inductivo, hasta construir el gran andamiaje histórico que dio lugar a la transformación de la historia de los pueblos.
Una vez llegó Manuel Mora a San Ramón, a realizar una manifestación política en compañía de un grupo de partidarios suyos, todos venidos de San José porque en San Ramón tenía muy pocos seguidores. Ahí estaba Hernán Cruz Rodríguez, un joven estudiante procedente del distrito de Santiago y ferviente comunista, quien en pocos días partiría a estudiar a la universidad Patricio Lumumba en la URRS y que después de su regreso al país, ya graduado, se involucró en el secuestro de Cuco Arrieta, el primero de este género político en Costa Rica, Moncho Polaco, el que arreglaba radios al pie del cerro del Tremedal, Jesús (Suso) Zamora, quien después se graduó de abogado, un muchacho muy inteligente; Víctor Gamboa, sobrino de Benedicto, aquel que tenía un negocio 100 oeste de la esquina suroeste de la plaza Rafael Rodríguez en la entrada a San Pedro y algunos otros, dispuestos a desafiar a aquella sociedad retardataria por sus convicciones.
La manifestación tuvo lugar en la esquina Suroeste del parque, justo frente a la cantina de Cristóbal Ramírez. Esto debió haber ocurrido en la campaña del año 1958, cuando se disputaban la presidencia, don Chico y don Mario Echandi, contienda que ganó este último, merced a la división que produjo don Jorge Rossi, que a la postre concluyó con la derrota del Partido Liberación Nacional y de don Chico. Habían levantado una rústica tribuna que solo tenía un bombillo de mala luz como era usual entonces, todo preparado a la carrera y con las limitaciones propias de un partido político cuyos únicos recursos eran los pequeños aportes de unos pocos trabajadores. Este bombillo solo alumbraba al orador. Yo me acerqué por un costado de la tribuna. Entonces debería tener diez años. Una barra de moncheños mal amansados, rudos y contrarios al movimiento comunista lanzaban silbidos, fuertes epítetos, gritos furiosos, interrupciones y denuestos contra los oradores. Uno de estos era Francisco Gamboa Guzmán, sobrino de don Eliseo. Cuando Gamboa empezaba a hablar, alguien de la barra brava le gritó: "Francisco, ¿cuántas manzanas le dieron?". El orador se desconcertó por unos segundos, pero, rápido se repuso y espetó: "¡No me pregunten cuántas manzanas de tierra me dieron... pregúntenme cuántas manzanas les vamos a dar a ustedes!". Jamás olvidaré ese pasaje por lo rápido e inteligente de su respuesta.
Hará unos dos años, lo busqué. Yo sabía que había sido periodista de la Prensa Libre por tiempo y quería comentarle un artículo suyo, relacionado con las bibliotecas, entre otras, la que tenía don Eliseo en su casa, que, según él, lo cautivó y llenó de conocimientos desde niño. Entrando en la conversación, le conté aquella historia;
sorprendido, me dijo: "¿Cómo se acuerda usted de eso?". Se incrementó su perplejidad, cuando le recordé que de la multitud, había salido disparada, con gran fuerza, una enorme papa que fue a estrellarse en la frente de otro de los oradores, un médico por cierto. Lo vi derrumbarse como de medio lado a consecuencia del impacto, y, de inmediato sus compañeros lo auxiliaron. La papa le había explotado con mucha violencia en la cara, lo dejó aturdido por un rato, luego continuó con su arenga. Era un hombre de coraje. Estos recuerdos son legítima experiencia de nuestro paso por esta sociedad, por esa comunidad moncheña.
El año pasado, Francisco anduvo por allá, en una actividad a la que lo habían invitado, me contó Israel Calvo quien también estuvo en aquella manifestación, y que consistía en un coloquio en la Biblioteca Ramón Echavarría de San Ramón. Después de muchos años de no ir por el pueblo, se mostró muy complacido por haber vuelto. Esas son las cosas bonitas que ahora y antes nos ocurrieron y que nunca podremos olvidar.
Interesante es hacer hincapié en la valentía de que hicieron gala aquellos ideólogos que abrazaron la causa de la izquierda. Con razón o sin ella, hubieron de enfrentar una sociedad poco receptiva, reaccionaria, y, sin duda, retardataria como es la sociedad costarricense.
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