Las posesiones. Novela histórica de Carlos Alvarado Quesada

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LAS POSESIONES. NOVELA HISTÓRICA DE CARLOS ALVARADO QUESADA

 

Las Posesiones, así en plural es el nombre polisemántico que el autor Carlos Alvarado dio a su segunda novela escrita recientemente y publicada por Uruk Editores. Y es que desde el título la novela sugiere una pluralidad de sentidos, voces y evocaciones de diversos momentos históricos que sufren los personajes.

La novela se estructura en tres secciones o partes con los títulos, Posesiones y pesadillas, La culpa que durmió en Crystal City El tiempo y la sangre. Cada una de ellas muy bien estructurada tanto desde el punto de vista de la enunciación, como de los acontecimientos que tejen la urdimbre de hechos en los que se ven implicados los personajes. La primera parte incorpora a una pareja de recién casados que vive una experiencia armoniosa y cobijada por la comprensión, el trabajo y la esperanza de realizar su proyecto vital lo mejor posible, vivir en un lugar más tranquilo, construir su casa y procrear uno o dos hijos.

La rutina de esta pareja, Ana y Samuel se ve de pronto interrumpida por una carta que llega a sus manos misteriosamente donde se le comunica a Ana, la muerte de su padre biológico.

Este recurso de las cartas abre la virtualidad de un mundo oculto, misterioso, lleno de intrigas, dolor y sufrimiento. Y comienza, poco a poco a develarse un pasado familiar desconocido pero muy ligado a un contexto histórico que si bien conocido universalmente, oculto en los aspectos privados individuales y humanos. Se trata del contexto de la segunda guerra mundial donde Alemania al mando de Hitler inicia el holocausto del pueblo judío y declara la guerra a Italianos, japoneses, y hace que Estados Unido, Rusia y los pueblos aliados se enfrenten en una guerra a nivel mundial.

Ahora bien ese contexto histórico de los primeros años de los cuarentas tiene consecuencias en nuestro país y es en ese trasfondo particular donde se inscribe la novela. El mundo privado de los alemanes, italianos, japoneses y costarricenses de origen alemán que sufren despiadadamente las consecuencias de una guerra que no propiciaron, en la cual no participaron y hasta desconocían. Ese contexto ha pasado casi desapercibido, oculto, en nuestra historia oficial y el autor de esta novela se convirtió por un tiempo en investigador del mismo o ofrece su verdad literaria de ese mundo privado, misterioso, inhumano, y que deja patente la vileza de algunos protagonistas de la historia oficial, actores directo e indirectos de todo ello.

Y es en ese momento donde se abre la historia privada a la mirada literaria, esa verdad única, producto de la creación, a través del lenguaje polisémico. Y se convierte en la única forma de conocer la privacidad de ese mundo donde el hombre se muestra tal como es, se descarna y ofrece la esencia misma de su ser y desaparece el parecer con una sola finalidad: la creación artística de las pasiones, vivencias, dolores, angustias, impotencias del ser humano en un contexto del que le es imposible salirse.

La primera parte Posesiones y pesadillas introduce los personajes en un mundo desconocido. Ana y Samuel, casi sin proponérselo, rechazando ese mundo no deseado, ese origen genealógico que los conduce a esas pesadillas y posesiones múltiples que los destroza, los desnuda ante la verdad de su origen y el despojo, no solo de sus pertenencias sino de la propia libertad de lograr y concretar su proyecto de vida, en el caso de Ana y Samuel. El conocer ese origen los desalienta, los desconcierta y su vida pasa de una cotidianidad tranquila y feliz a un mundo de pesadillas, posesiones, dudas, preguntas sin respuesta, y la desazón más angustiosa. Es como si un mural comienza a tomar figura frente a sus ojos y sus ojos penetran en cada imagen ansiosos, temerosos, incrédulos, así la novela llena de voces que narran sus propias vivencias a través de cartas sin respuesta, inconclusas unas, sugestivas, otras, escritas con dolor y angustia, desesperación las más y una con arrepentimiento de lo hecho, como una confesión de su traición y felonía que es la primera que aparece en ese mural histórico cubista.

Vivir para Samuel y Ana en toda la novela y ser ellos uno con su proyecto vital se convierte en una empresa casi imposible, más anhelada pero negada por hechos ajenos que bien llama el autor en la tercera parte: la herencia de la sangre.

Ese mural histórico nacional de los años cuarentas está representado no solo por las voces narrativas de los personajes, tanto desde la omnisciencia del sujeto de la enunciación que permanece impávido ante los sucesos de la historia, sino por los mismos personajes, sujetos del enunciado que desde su primera persona desnudan su ser lleno de dolor, impotencia, desconsuelo y trágico como si se tratara de un destino especialmente diseñado por el dolor , como es el caso de Stefan y su amor imposible con Beatriz, una historia trágica hasta su muerte que simboliza el sufrimiento, la imposibilidad de ser feliz, la privación de sus bienes y lo más cruel, la separación y robo de su amada Beatriz. Stefan simboliza todo ese mundo de odios, pasiones, sufrimientos, despojos que sufren los humanos en una guerra que no hicieron pero que les toca padecer en sus consecuencias y delata ese mundillo de pasiones bajas, traiciones, despojos con el pretexto de defender la libertad y la paz de los pueblos. A Stefan se le privó de su libertad sin acusación, sin dolo alguno, por el simple hecho de ser costarricense y tener unos padres  de origen alemán.

Esa pluralidad de voces y perspectivas, puntos de vista, fragmentos, piezas del engranaje permiten visualizar una novela polifónica, llena de imágenes como un carnaval, un desfile muy parecido a la imagen que el personaje recuerda cuando hizo la primera comunión y se baja del auto de su madre y que evocará al final de la novela y solo descubrirá el famoso desfile de la muerte de un famoso escritor, premio nobel, Böll. Cierre de la genealogía desconocida. Y es que a estos ciudadanos se les impidió no solo tener vivir, sino conocer a sus padres. Los desheredaron hasta de eso. Los convirtieron en desconocidos de sus ancestros, de su propia historia.

Así las posesiones en la novela son varias, no solo los bienes que les roban, les quitan, pues los despojan de todo, tal y como sucedió en San José, después del hundimiento del barco de la bananera El San Pablo en Limón cuando el mismo Manuel Mora arenga a los ciudadanos para que sean lapidados y despojan los comercios de alemanes, italianos y hasta algunos españoles, pues entregaron hojas con la lista de todos ellos, sino de su libertad pues los confinan en campos de internamiento, hipócritamente llamados así, tanto en Costa Rica, uno en la avenida 19 cerca del mercado de mayoreo y la municipalidad y el otro en Guadalupe donde está el colegio Napoleón Quesada que había sido un club de recreo de los propios alemanes y luego son llevados a Estados Unidos donde los mantuvieron un tiempo para mandarlos luego a Alemania y cambiarlos por soldados norteamericanos presos por los nazis.

Agradable fue la lectura de esta novela que sin temor a equivocarme no tiene nada que envidiar a las escritas en otros países, desde el punto de vista literario. Es un trabajo que logró su cometido: develar un mundo privado de una parte de nuestra historia que se ha mantenido oculto, disimulado, sino totalmente al menos parcialmente y que muestra una verdad literaria terriblemente humana o deshumanizada que denuncia los entretelones de los políticos y los mezquinos intereses de hombres que son capaces de ultrajar la humanidad por defender esas bajezas humanas en una sociedad degradada.

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 26 de Julio 2012 10:11 AM.

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