LA SOÑADORA
Katia soñaba más despierta que dormida y lo hacía desde niña. Primero solía crear mundos encantados, donde las flores reían, cantaban y bailaban, mientras los pajarillos saltaban de rama en rama y daban serenata a las estrellas. Caminaba por los prados y conversaba con los animales sin temer ningún peligro. Solo interrumpía los sueños cuando su madre la llamaba para comer o dormir. Su vida transcurría soñando, mientras que el resto duraba instantes y se convertían como en vigilias de sus sueños en ese mundo mágico.
¿Que hasta cuando duró la vida de Katia soñando, creando su vida? Nadie lo sabe pero poco a poco un día más un día menos comenzó a perder el brillo de sus ojos y el encanto de sus risas y se fue tornando pensativa, dubitativa y triste. Se sentía muy sola, terriblemente sola.
Katia entró a la escuela y la realidad de sus sueños la abandonaron y casi sin percibirlo, en ella fue entrando un misterioso duende que la transformaba mucho y era muy persistente. Le daba órdenes, callaba su música interior y la dirigía por senderos sin flores y ayunos del canto de las aves. Así la fue transformando, cegando sus sueños, hasta que un día, después de unos años, murió de tristeza por no poder soñar.
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