La avenida de los sapos. Cuento de Marvin Mora

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La avenida de los sapos
Los he oído toda la noche sucumbir bajo las ruedas de los carros,sin que la tragedia parezca afectarlos;sin emitir una queja ni un alarido,como si la cosa no fuera con ellos. Y pensar que todo esto acaece por la lluvia,por ese deflorar de nubes que inunda el marjal,y anima a esos infortunados seres a dejar el seguro refugio del pantano,hasta aventurarse a ese otro mundo;a esa otra realidad plena de fatigas y peligros.
Y es precisamente,en esa avanzada de saltos,que estos saltarines naturales dan el mortal salto a su perdición.Hados del infortunio parecen guiarlos en su vertiginosa carrera;aquel que muestra más prisa termina,a causa de tal fatídico azar,en la más horripilante y escandalosa plasta impresa en la carretera. ¡Triste destino batracio...!.
Ahora,que estas son deducciones formuladas al tenor de tan funestos sucesos; en verdad que nunca he asistido, ni por morbo, ni por insensibilidad a estos pobres seres, al aplastante espectáculo que de seguro se repite una y otra vez con el advenimiento de las lluvias. Así,es en este punto donde,por desgracia, equidistan un par de desafortundas circunstancias, revestidas ambas, por la más supina de las ignorancias: por una parte, el natural desconocimiento de los batracios, tocante al inminente peligro del parque motorizado; y la otra circunstancia de por sí cruel, que se deriva de la estúpida indiferencia de una humanidad que en el gobierno de una máquina despersonalizada, se cree dueña del destino de ésta o aquella criatura que, ignorante de la maquinación que se le viene encima, debería ser merecedora de alguna conmiseración por parte del aciago progreso.
Tal vez esté divagando,pero no me trago tanta indiferencia hacia los pacíficos sapos.Y pensar que en algún lugar,en una ilustre pared,cuelga el pergamino de esa ilustre universidad que,a su vez, graduó a ese ilustre profesional capaz de idear tan ilustre autopista,en abierta irrupción a la tranquilidad milenaria del pantano. En definitiva, noprevió, tan distinguido ingeniero, el desastre que su laureada obra causaría a las diminutas criaturas saltarinas...Pero que se quiere, así es el progreso, y pareciera que nadie puede hacer algo, tan siquiera, para lograr un feliz balance a sus excesos. Um, y estos sapos que se obstinan en reproducirse sin parar, como si alguna fuerza misteriosa les ordenara mantener la fatídica cifra de "suicidas involuntarios".Y no ignoremos a esa lluvia que,con sus desconocidos cantos de sirena, impele a las tristes criaturas de nuestro cuento, a alcanzar la otra ribera de la vía, para buscar, ¿qué?. En este punto, no antes, principian a madurar las diversas conjeturas al respecto. ¿Comida?.No puede ser ésta la razón de su alocada diáspora, pues es de todos conocido, el amplio menú que la vida del pantanal ofrece a sus afortunados habitantes.¿Enemigos naturales?.Sin duda,una razón de peso debería ser ésta; aunque,y pensándolo bien, todas las criaturas del marjal los han tenido por siempre, y de igual forma han coexistido con éxito a estas naturales amenazas.Puntualizando: satisfechas convenientemente las necesidades de comida,y no preocupándose más de lo necesario de sus enemigos más calificados,habremos de volver al quid de la cuestión: ¿qué fuerza,digamos natural,o ya sobrenatural, conjura para que nuestros sufridos batracios se tomen el pomposo riesgo de cruzar, en siniestra desbandada, la carretera de sus desgracias ?.
A esta altura de las circunstancias, no se quién, si Frazer o Burton, aseguraba que algunos animales trabajan.¿Como así?.Y hasta aseguraban que esta suerte de trabajo primitivo,tiene sus propias divisiones laborales, días hábiles y otros de descanso; categorías gerenciales y subordinadas. De tal suerte,que ya vamos comprendiendo,digamos,que en estas fábricas tan particulares hay jefes y empleados,agregada toda la parafernalia propia del estrés laboral,y que no siendo tal problemática ajena a nuestros saltarines amigos,explicarían,o al menos nos dan margen a sospechar en masivos suicidios para no presentarse a sus odiadas ocupaciones.Pero esto no pasa de ser una disparatada especulación,descabellada si se quiere; ¡pero de todos modos,la vida es así,un loco atacado de remate y de atar !. El caso es que la naturaleza de sus trabajos y sudores,quizás nunca la comprenderemos.Al menos es posible que futuras gentes,menos atribuladas y más contemplativas que las de ahora,las de este momento tuyo y mío,entenderán y desvelarán estos y otros misterios.Serán,a no dudarlo,otras mentes más atentas y creativas; mas abnegadas y piadosas.Si,será en otro tiempo,distinto a éste,y a esta noche,cuando los oigo sucumbir bajo las ruedas de los carros;y ellos ajenos a su desgracia,como si ésta no les tocara,y sin emitir queja o alarido alguno,tal vez disimulando el dolor que no ha de ser poco...Y en esto hay un gran estoicismo !.

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