EDELMIRA GONZÁLEZ HERRERA
(1904-1988)
Edelmira González Herrera nació en Taras de Cartago, el 12 de julio de
Sus padres fueron don Francisco González Sánchez y doña Benigna Herrera Artavia. Este hogar se compuso de trece hermanos y los padres. De ellos sólo Edelmira estudió.
La escuela primaria la realizó en su pueblo natal, donde está la escuela República Francesa ahora y los últimos cuatro años los realizó en San José, en la escuela de la niña Eloísa.
La educación secundaria la realizó en San José, únicamente el primer año lo hizo en el Colegio San Luis Gonzaga de Cartago. Los otros años los pasó en el Colegio Superior de Señoritas.
Cuando obtuvo el título de bachiller, debió esperar algunos años para continuar los estudios superiores, pues su padre no les permitía trabajar. Económicamente era solvente. Fue así como comenzó a llevar algunos cursos de Metodología y Legislación Escolar, con el profesor Carlos Luis Sáenz Herrera (el poeta). Los hizo en las vacaciones de tres meses.
Debido a que su padre tenía una finca en Guanacaste, se trasladó a esa región y ahí trabajó como maestra en un pueblito rural. Sólo un año se desempeñó como docente en ese lugar; después de ello se trasladó a San Jerónimo de Moravia y se estableció ahí por 13 años. Los últimos cuatro años ocupó la dirección de la escuela de ese pueblo.
Realizó estudios superiores en
Edelmira no se casó y vive con una hermana y cuida de sus sobrinos. Ella misma se califica de conservadora, tal es así que se opuso a la decisión de conceder el voto a la mujer y su participación en la política. Se considera miembro del Partido Liberación Nacional.
LO QUE ESCRIBIÓ EDELMIRA GONZÁLEZ HERRERA
NOVELA
1. Alma Llanera: 1946 (ganó el primer lugar en el concurso de Los Premios Florales de
2. Mansión de mis amores: 1956.
3. Chinta: (inédita).
4. Las huellas del puma: 1956 (ganó el primer lugar en concurso que sacó
5. Yo soy Marlín: 1995.
CUENTO
1. Los granitos de café democrático y los granitos de café totalitario: 1947 (más parece un ensayo)
La primera novela que escribió le dio el nombre de Alma Llanera y se publicó en 1946 y recibió el Primer premio de los Primeros Juegos Florales en
Es una novela tradicional monofónica, de claro dominio del narrador omnisciente. Está bien escrita y logra describir con mucha propiedad la vida del sabanero y sobre todo los trabajadores de las minas, los poligalleros y los hombres curtidos por el sol, la dureza del ambiente y lo precario de su vida apegada a la aridez de la pampa y la falta de oportunidades, y desde luego las costumbres, como la del zopilote.
Se inicia presentando la familia del italiano Simeón Caldereta, su esposa indígena nicoyana compañera, o esclava, dura como él y trabajadora callada, sin protestar ni hablar, solo recibiendo órdenes y críos. De los tres hijos, uno es minusválido José Justiniano. Es débil pero de gran sensibilidad y recibe por parte del narrador mayor atención.
Los acontecimientos se van dando causalmente, en forma lineal, sin casi aparecer el diálogo. El narrador ofrece una especie de diálogo indirecto que le permite ofrecer el pensamiento de los personajes pero muy mediatizado por él. Así desfilan los incendios de los charrales, los viajes por la sabana, las relaciones con los animales, sobre todo los caballos y yeguas, la doma, la montada y los gritos llenos de sentimientos y valor, orgullo del éxito en sus pequeñas empresas cotidianas. Los finqueros nacionales que lograron sus tierras con el sudor de su frente, poco a poco van cediendo y se ven obligados a vender sus tierras tanto a Caldereta que se convierte en un latifundista que distingue su finca con su mirada, como a
La historia de la novela, no solo presenta la vida dura de los guanacastecos, ciudad que en ella se va configurando como la cenicienta del país, dejada de la mano por los gobiernos de turno y entregada a los intereses de los inescrupulosos y millonarios extranjeros sino que va configurando un personaje central que es José Justiniano, hijo de
Es esta novela se observa un narrador más alejado del mundo narrado, muy conocedor del mundo narrado, con gran manejo psicológico de los personajes que los hace tan humanos que logra despertar compasión hasta por el asesinato de Simeón Caldereta por el llanero, despojado de su tierra, Indalecio Alfaro. Y es que en ese ambiente tan árido hasta el mismo Caldereta tuvo muestras de amistad sincera con José Ivanovich a quien ayudó desinteresadamente para que volviera a empezar a trabajar en el lugar.
El diálogo que sostienen el niño José Justiniano y la niña Giselle, cuando su padre la lleva a casa de Caldereta, en un ejemplo de sinceridad, ternura, bondad, alegría, amor. Lástima que explotó poco esa cualidad que, la autora poseía pero usó muy poco.
Llama la atención lo expuesto sucintamente por Inés Trejos de Montero en el prólogo a la novela Las huellas del puma que rescató
"Su primera obra, Alma Llanera, está basada en la gesta del doctor Francisco Vargas Vargas, quien, en pos de una diputación para ayudar y sacar del olvido al Guanacaste, recorrió, seguido de centenares de caballistas, las dilatadas sabanas de esa provincia, rodeado de una popularidad que le hubiera dado la victoria, si no fuera por un ardid político, muy en boga entonces, de escamotearle su puesto en el Congreso."
Los hechos reales son retomados por la autora y, bajo su creatividad, le da relieve y calidad literaria. Viola la censura oficial de la historia y penetra en la privacidad del personaje, sustituido por José Justiniano.
Mansión (o Canción) de mis amores es su segunda novela y la publicó en 1973.1
Es la historia de una familia: el hogar de Viva-Cuba y
La novela se inicia con un viaje, cosa muy corriente en las novelas costarricenses, por el Llano de Juan Polín Dinarte, ciego músico que va a casa de Malequías Morales con el fin de recibir al señor Esquipulitas. De paso, se encuentra con Artidoro Oquendo y del escaso diálogo y los comentarios y descripciones del narrador conocemos las costumbres guanacastecas: los viajes y milagros del santo de Esquipulas y otras más. Luego de asistir a este recibimiento, oír las oraciones y la descripción de la fiesta, comienza la narración alrededor de la familia Oquendo. Es Honorio y su madre
La novela no contempla únicamente los acontecimientos amorosos o familiares sino que se detiene con mucho empeño en la descripción y reflexión sobre las costumbres del Llano, las supersticiones, su fe religiosa, los rezos, las canciones, entre ellas Mansión de mis amores que lleva el título de la novela, las penalidades y alegrías de los moradores de las orillas del río Diriá, así como los chismes del barbero don Japilán.
Como en la mayoría de novelas de esta generación (excepto las de Max Jiménez Huete), el narrador interviene con explicaciones, valoraciones, juicios y toda especie de consejos que prefiguran la novela monofónica:
"El montañero Malaquías Morales, tipo genuino de la pampa, nos recuerda (¿a quiénes?) a nuestro amigo Artidoro Oquendo, como aquél, pregunta al ciego, por su compañera
"Dijimos que la casona cuyas maderas habían perdido el rubio de su juventud..." 2
"En vano sería el intento de describir con toda su gracia..."
"Podría dudarlo quien lee."3
"En los tiempos de nuestra historia."4
Y los ejemplos son innumerables. El narrador- autor interviene constantemente, en detrimento de lo narrado Si tuviéramos que dar un consejo a los escritores les diríamos que apliquen la técnica furtiva que tanto éxito les dio a los gringos en la guerra del Golfo Pésico que consiste en el ocultamiento, en la evasión de los radares para penetrar los espacios enemigos sin ser detectados y atacar sus objetivos. Así el narrador-autor debe ocultarse, distanciarse, evitar los radares y dejar que los personajes, los narradores internos del enunciado sean los que cuenten las historias, realicen la acción desde sus propias perspectivas. El autor debe pasar desapercibido en una novela, así como en cualquier obra de arte.
La tercera novela que escribió Edelmira González Herrera, la llamó Las huellas del puma5 y fue publicada hasta el año 2002 por la editorial EUNED.
Las anteriores novelas, a pesar de que fueron escritas, una en 1956, Alma Llanera y Las huellas del puma: 1976, que se presentaron a sendos concursos de novela auspiciados por
Edelmira González Herrera, perteneciente a la generación anterior, se definió como una maestra amante de la libertad, opuesta a todo dogmatismo, conservadora, en su momento defensora de las instituciones democráticas y con la aparición del partido Liberación Nacional, gran militante de él. Por supuesto se opuso abiertamente a la ideología comunista y dejó un ensayo donde explicita nuestras observaciones, que llamó Los granitos de café democrático y los granitos de café totalitario: 1947. Tal vez sería importante encontrar la respuesta a esa inquietud, si comparamos el éxito de una autora que escribió solo una novelita biográfica, muy cerca al documento, que nació el mismo año que Edelmira y como ella fue maestra de escuela pero su éxito fue radicalmente opuesto a ella. Nos referimos a Luisa González Gutiérrez y su novela A ras de suelo: 1970.
Las huellas del puma, es una novela histórica. Está bien escrita. Es de corte tradicional, monofónica y con fuerte dominio de la perspectiva del narrador-autor, en ella representada por la figura de un español llamado don Zenón de Rivas y Castro, profesor de historia y literatura y por el narrador omnisciente que se encarga de la descripción ambiental, la contextualización y otros detalles propios de la novelística tradicional, como son el retrato, la presentación de los personajes, las valoraciones de los acontecimientos, las retrospecciones, etc.
Los hechos históricos novelados se remontan a los años 23, 42 y 56, 48 y los sucesos importantes de esos años que de alguna manera formaron la república de Costa Rica. Principalmente se novela la gesta del puma, representada por Gregorio José Ramírez en 1823 contra los imperialistas cartagineses y heredianos que se declararon bajo el tirano mexicano Iturbide, cuando éste ya había sido depuesto del poder y lucharon en Ochomogo bajo su mando y entraron a la ciudad de Cartago, y tomaron el poder por unos días y luego nombraron una junta de gobierno por asambleístas que duró aproximadamente 45 días, mientras se restablecía el orden constitucional.
Los hechos son presentados por el profesor español en un diálogo o monólogo, que mantiene con un ex discípulo suyo llamado Marco Livio Figueroa y luego otros españoles tales como el dueño de un bar llamado Tranquilino Cárdenas Grijalva, cuyo hijo al final de la novela se convierte en un héroe de la revolución del 48, al igual que Figueroa, ambos pretendientes de una hija del profesor llamada Marilú, que desde luego prefería a Figueroa como novio y a Juanito sólo como amigo. La relación amorosa es bastante superficial y no concluye en nada importante, es más bien un pretexto para reunir a los personajes para que bajo la voz del profesor se narraran los hechos históricos.
No cabe duda de que la novela presenta la historia oficial pública, la que aparece en los libros comunes de ella. No hay valoración y casi ninguna interpretación de los personajes. Estos portan la acción de los sucesos pero son agentes casi mudos. Así José Gregorio Ramírez interviene muy poco en algunos diálogos que son de mando, de órdenes militares. La vida privada de la historia, la intrahistoria, así como de los personajes nunca hacen aparición. La diferencia entre un texto histórico y la novela es casi más de tipo formal, el diálogo, las descripciones, las presentaciones, los retratos, las valoraciones religiosas y la exaltación del personaje Gregorio José Ramírez a la estatura de héroe, restaurador, y otros calificativos, hacen la diferencia.
Otro aspecto que merece destacarse es el paralelismo histórico que insinúa entre don Gregorio José Ramírez y José Figueres Olsen y su revolución de 1948. Es la primera novela que trata, aunque someramente estos acontecimientos históricos.
La cuarta novela que escribió Edelmira González Herrera la llamó Yo soy Marlín y también la publicó,
Es posible que la escribiera antes de este año que es cuando la presentó al Primer concurso para el Premio Editorial Costa Rica de novela y que fue ganado por Joaquín Gutiérrez Mangel con la novela Murámonos Federico: 1973.
La publicación de esta novela y la anterior de Edelmira González Herrera, han generado en algunos novelistas, como don Alberto Cañas Escalante y otros críticos, una voz de protesta acompañada de juicios de valor por haberse mantenido a esta novelista casi en el olvido y sus obras sin recibir la atención de los editoriales. No creemos que las novelas de Edelmira, ahora publicadas, reciban una gran aceptación del público actual.
Comencemos brevemente por esclarecer algunas afirmaciones de don Alberto Cañas Escalante. Afirma este escritor que Edelmira González pertenece a la generación de José Marín Caña, Carlos Salazar Herrera y Rómulo Gallegos (1884-1969). Efectivamente Edelmira (1904-1988) perteneció a la generación de 1927, llamada superrealismo, al igual que José Marín Cañas (1904-1980) pero Rómulo Gallegos (1884-1969) perteneció a la generación de 1912, llamada, mundonovista y es anterior a la de 1927. Con respecto a Carlos Salazar Herrera (1906-1980), el cuentista costarricense, perteneció a la generación de 1942, llamada neorrealista y es posterior a la de 1927. Los novelistas hispanoamericanos, entre otros, que sí pertenecieron a la generación de doña Edelmira, son Miguel Ángel Asturias (1899-1974) y Alejo Carpentier (1904-1980).
Los otros juicios de valor son opiniones de don Alberto que respetamos aunque no compartimos, salvo la afirmación de que la autora no perteneció a las argollas, camarillas literarias y agregamos nosotros integradas en su mayoría por los mismos escritores.
Para don Alberto esta novela, Yo soy Marlín es una obra de gran categoría, de ambiente limonense, profunda observación y muy bella acción.2
La novela se enmarca en el paradigma de la novelística tradicional, monofónica y tiene todas las características de ella. El narrador es de primera persona y cae bajo la perspectiva de una niña o adolescente de escasos 15 años pero que cuando narra sus acontecimientos que giran alrededor de ella, su pueblo natal Limón o su relación con Clyton, Carlos, maestros y profesores, lo hace con un conocimiento de persona mayor, adulta y con experiencia suficiente para plantear algunos conflictos que mueven el acontecer de la joven Marlene, tal el caso del racismo. Lo mismo sucede con las descripciones de la naturaleza, los retratos de los personajes y la presentación de los acontecimientos. Son vistos por un narrador mucho más experimentado que una joven quinceañera. A esto hemos visualizado como un error de verosimilitud del narrador y un acercamiento al yo del autor, inadecuado.
La novela se puede ubicar dentro de un realismo que nos atrevemos a llamar ingenuo, al igual que gran cantidad de novelas costarricenses escritas en casi todas las generaciones. Se trata de presentar la realidad tal cual es a simple vista, como una fotocopia, llana, sin auscultar sus facetas ocultas. El Limón que observamos en la novela es el que ve cualquier turista que visita el puerto por unos días. Le atrae la naturaleza, las costumbres de los negros, sus aparentes conflictos sociales, sus elementales necesidades vitales, sus inclinaciones ante el mar, los ríos y la exuberante naturaleza pero nada más. Así el triángulo amoroso que comienza con la amistad de Marlene con Clyton a escasa edad y desde antes de ingresar a la escuela, se mueve por la inclinación de la negrita por los blancos, su idioma y apariencia. Este conflicto ingenuo de racismo va creciendo a lo largo de la novela cuando aparece el tercer elemento del triángulo, el rubio Carlos Díaz y se relaciona amorosamente con Marlene en la adolescencia, cuando apenas si ingresaba al colegio. La relación entre ellos, el incipiente amor de la joven termina cuando Carlos, después de finalizar el carnaval, pretende forzarla para que acepte sus caricias y abrazos y ella lo rechaza, socorrida a tiempo por su amigo y enamorado Clyton. El conflicto no va más allá y se resuelve con la comprensión de la joven y el deseo de ser periodista y escritora. Para ello viaja a la capital a estudiar y ahí comienza una vida importante para ella incorporada a los blancos que la tratan bien y reciben complacidos. Triunfa la inteligencia, el deseo de superación y desaparecen los tímidos arrebatos raciales.
A través de la novela se plantean circunstancialmente conflictos individuales tales como el alcoholismo del padre de Clyton y su muerte en el mar, la pobreza de esa familia y el peso enorme de la madre y el mismo Clyton que debe trabajar para ayudarla y decimos individuales porque nunca se ven como una problemática social. La familia de Marlene es de mejor nivel económico y les permite tener a la madre de Clyton de empleada de ellos y a la misma Marlene sin necesidades económicas. Su padre goza de un buen salario, pues trabaja en la compañía bananera, cerca del Parismina.
La novela, como las otras de Edelmira, está bien escrita, y permite al lector conocer aspectos importantes de Limón pero, repetimos, sin violar la censura del realismo ingenuo, sin penetrar en lo que está más allá de lo aparente real. Es lo que algunos críticos han llamado realismo fotográfico, superficial.
1 González Herrera, Edelmira. Alma Llanera. Ed. Costa Rica, San José, 1977.
1 González Herrera, Edelmira. Mansión de mis amores. Ed. Costa Rica, San José, 1973.
1 Íd., p. 29.
2 Íd., p.43.
3 Id. p. 40.
4 Ib.
5 González Herrera, Edelmira. Las huellas del puma. EUNED, San José, 2002.
1 González Herrera, Edelmira. Yo soy Marlín. EUNED, San José, 2002.
2 González Herrera Edelmira. Ob. Cit., prólogo de Alberto Cañas Escalante.
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