SERGIO MUÑOZ CHACÓN
(1963)
Sergio Muñoz Chacón nació en San José, Desamparados, el día 30 de octubre del año 1963. Estudió Sociología en
LO QUE HA ESCRITO SERGIO MUÑOZ CHACÓN
NOVELA
1. Los Dorados: 1999
2. Hasta encontrarnos de nuevo: 2008
CUENTO
1. Urbanos: 2002 (premio Editorial Costa Rica)
2. Ella estaba donde no se sabía: 2006
3. Tiempos de narrar cuentos centroamericanos: 2007
4. Cuentos del Paraíso desconocido: 2008.
La primera novela que ha escrito Sergio Muñoz Chacón, la llamó Los Dorados y la publicó en el año 1999.1
Esta novela es polifónica, excelente. Una de las mejores que hemos leído. Está narrada desde una perspectiva omnisciente pero casi no aparece el narrador. Deja que los personajes narren en primera persona. Lo más importante es que el punto de vista de la novela está visualizado desde los antihéroes, los desheredados, los delincuentes, los drogadictos, con su propio lenguaje. Ellos mismos narran sus acontecimientos, sus anhelos, sus anécdotas, su tragedia. Es una de las primeras novelas costarricense que se inscribe en la perspectiva del delincuente, sin moralismos, sin inclinaciones pedagógicas, doctrinales. Las voces diferentes crean un mundo social visto por los de abajo, con sus limitaciones, pobrezas, ideales, congojas, tal cual suceden en la realidad o su irrealidad y no mediatizadas por narradores adultos, positivos, educados, desde perspectivas superiores, de personas sanas, moralistas, cultas. El narrador omnisciente se limita a jugar un papel ambientador, objetivo, no comenta ni analiza, y menos enjuicia o valoriza. Insinúa, más que detalla. Es como una voz lírica en medio de la tragedia. También maneja un lenguaje polifónico insuperable.
"Metió el cuerpo hasta que el chorro helado cayó sobre los hombros y sintió los largos dedos de agua recorriéndole el torso, contando las costillas y rodeando la vieja herida cercana al ombligo."2
"Al dar la primera chupada al cigarrillo levantó la mirada y descubrió sobre su cabeza la fina uña de la luna, pálida entre las nubes."3
"Chalo hizo un esfuerzo y recogió los pedazos de noche flotando a su alrededor, al tiempo que se oía darle la razón y preguntar cómo podría probarla".1
Utiliza, con gran éxito, imágenes donde la naturaleza se personifica o adquiere rasgos expresivos del ambiente violento y degradado que sirve de escenario a los acontecimientos.
"El niño lo despide con frases manchadas de margarina."
"Un sabor a mar penetra en la habitación y un rayo de sol muerde el cristal."
"El cuarto era pequeño y una ventana rectangular dejaba ver los techos herrumbrados al otro lado de la calle. El cuchillo del sol cortaba el polvo y las sombras que flotaban en el aire".2
La novela se dibuja como un espacio social degradado. La ciudad estrangulada por la miseria, ahogada por los barrios del sur, sus precarios, sus guiñapos. Es la contraparte de de la riqueza, los seres de la calle, los dueños de nada, los sin nombre: Ñato,
No se plantea como un problema individual que tiene que ver con un desviado del orden, de la moral, del código, sino como un producto social con causas bien definidas: pobreza, explotación, miseria, carencia de posibilidades, imposibilidad de estudio, inicio en las drogas desde niños, ambiente degradado, sin casas, sin oportunidades de trabajo por diferentes razones, desprecios, engaños, utilización, falsas promesas. Toda la corrupción del poder económico y político conduce a estos marginados, al vicio y las drogas, desde una gama enorme de caminos.
La obra explicita la degradación de la familia en los grupos marginales. Es la mujer la que mantiene, con grandes esfuerzos, el precario ligamen familiar entre ella y sus hijos. Los hombres son violentos, drogadictos, chulos, sin oficio y con trabajos ocasionales. Algunos, los más viejos, han perdido el respeto de sus hijos y sus castigos físicos, violentos, desmedidos, los inducen a irse de la casa o cueva en que viven, y dedicarse, desde niños, al deambular por las calles josefinas. Ahí se inician en el vicio, las drogas, la delincuencia. Muchos de esos viejos han abandonado el campo por ser improductivo y llevados por las necesidades y con la esperanza de una mejor vida, inmigran a la ciudad, después de vender sus pequeñas propiedades y se dedican al comercio. Ahí sucumben ante los delincuentes que roban sus enseres, sus dineros e inician, desde la escuela y luego el colegio, a sus hijos, en la delincuencia.
Es una novela de espacio social crítica. La ciudad capital de la noche, de las sombras, que es ocupada en las mañanas por los burócratas pero que mientras unos trabajan, en los centros comerciales, los edificios burocráticos, los entes privados, otros, los niños de la calle, los borrachitos, los indigentes, los cadeneros, los chapulines, desde temprano también realizan su cotidiano y degradante oficio. Ya, antes de llegar la noche, apenas se oculta el sol, es poseída por el hampa y los comerciantes del cuerpo, los centros nocturnos que divierten a los trasnochadores, ocultan los amores pagados y se alían con los delincuentes. Mientras unos duermen en las ciudades contiguas, otros ocupan la ciudad y la regresan por la mañana. En el día se realizan los negocios "permitidos" y en la noche los "prohibidos". Es una muestra de la misma moneda con sus dos caras bien delineadas: La ciudad de los pobres y la ciudad de los ricos, los niños de la calle y los niños de la casa y esta novela refleja una de esas aristas. Ya se ha escrito gran cantidad de literatura infantil que resalta la cara oficial y se sigue escribiendo y enseñando en las escuelas y colegios si no lo creen, lean a Lara Ríos, Rubio, Cavallini, o Luis E. Arce. En esta novela los niños no tienen derecho a soñar con hadas o príncipes, ni mundos esperados Sus viajes los realizan con los puros, las piedras, el crack, la coca y si no hay plata con cemento. Y este sistema degradante de nuestra sociedad se hereda. Los padres inician a sus hijos en el arte de las drogas, del buscar el dinero sin importar los medios. Son pocos los que logran salir de las garras del cáncer social y muchos los reincidentes. Es un mundo de cárcel, de venganzas, de intrigas, de fracasos, de supervivencia, de muerte, de violaciones, de pobreza, circular, sin salida y lo peor, de completa indiferencia. Solo prestan atención cuando sucede un crimen o los periodistas no tienen otras noticias que resaltar. Es la sociedad de doble moral, de sepulcros blanqueados que cierra los ojos, se tapa la nariz y da una moneda que lava su conciencia.
La segunda novela de Sergio Muñoz Solís la tituló Hasta encontrarnos de nuevo, y se publicó en el año 2008.1
Se perfila como una novela histórico-social. Inicia con la descripción de algunos hechos aislados ocurridos en el año 1947 lo que señala como el comienzo, por lo menos cronológicamente de la llamada guerra del 48 que comandó el caudillo José Figueres Ferrer.
La novela es narrada por una voz omnisciente, bastante objetiva y alejada de los hechos que va desarrollando poco a poco. Se distancia y trata de presentar los pensamientos de los personajes desde su propia individualidad. Es lineal y sigue los acontecimientos históricos que preceden a la revolución figuerista. A pesar de ello en ocasiones se devuelve a fechas anteriores y recobra el hilo de historias inconclusas que poco a poco va tejiendo alrededor de la figura de un campesino "indio", huérfano, llamado Diego.
La historia narrativa está ligada a la vida de un pueblo cercano a San José, llamado San Juan de Los Dorados", los curas de turno y los gamonales, cafetaleros dueños de vidas y haciendas. Si bien es cierto la novela se centra en un mundo privado, a pesar de que los hechos históricos son relevantes, existen lagunas importantes que podemos extrañar. Nada se sabe de la vida en el Club Unión, no solo de las fiestas sino de las componendas políticas y arreglos sobre candidatos y ese mundillo que hasta hoy nadie ha desentrañado. Solo se intuye, se cita, se sospecha pero la vida privada ahí está por saberse.2
Otro aspecto también oculto hasta ahora lo representa la jerarquía eclesiástica que siempre ha participado secretamente de los avatares políticos de este país y las decisiones de presidentes electos por el pueblo o impuestos por las oligarquías. Quizás el periodista Parmenio Medina dio a conocer algo de ese mundillo indeseable.3
Tampoco se conoce el mundo privado de los gamonales cafetaleros sino los hechos públicos que todos conocemos. Sus aventuras amorosas, sus borracheras y amantes, exhibidas en los turnos, sus relaciones caritativas con los pobres y la iglesia. Todo ello es público pero la vida privada en sus negocios ni sus propias esposas las sabían.
La novela incursiona en hechos conocidos, a veces de personajes históricos, Manuel Mora, Calufa, Tavío, Otilio Ulate, Picado, Calderón Guardia, recrean la historia, le da vida literaria, la hace atractiva y el lector probablemente se interesa por ella, pero el mundo privado, la infrahistoria, lo que permanece latente, no sale a flote.1
No cabe duda de que la novela está bien escrita (algunos errores tipográficos) y con un discurso narrativo literario envidiable. Descubre un mundo quizás olvidado del San José de los cuarentas, con tranvía incluido, la vida de los parroquianos llena de envidias, venganzas, pequeñeces, engañados con promesas que se lleva el viento. Los rezos y plegarias de las mujeres, víctimas del machismo y consoladas por un cura regañón y refugiado en las clásicas programaciones de su religión. No falta tampoco el burdel donde disipan las penas los hombres y descargan su brutalidad de machos. Todo ello y más se abren paso en el discurso narrativo y acapara la atención del lector.
Es un texto que tendrá éxito por su categoría literaria y el recrear de la pequeña historia de esta aldea llamada Costa Rica.
2 Ob. Cit. pp. 25-26.
3 Íd. p. 54.
1 Íd. p. 104.
2 Íd. P. 186.
1 Muñoz Chacón, Sergio. Hasta encontrarnos de nuevo. Ed Norma, San José, 2008.
2 Cuando se firmó el contrato ley que los diputados habían aprobado esa tarde-noche, sobre la explotación de aluminio en la zona sur, por el entonces presidente de la república Joaquín Trejos, lo vimos salir de ese lugar en compañía de un grupo de "amigos" que no conocíamos.
3 En unas elecciones quedó electo un candidato de Liberación Nacional y un amigo mío que el presidente iba a poner como Ministro de Educación, de pronto fue desechado por veto del arzobispo. Tenía el pecado de ser un practicante cristiano y no católico.
1 Esto ha pasado con los narradores que describieron lo que ellos creían que era la vida de los campesinos que trabajaban las fincas cafetaleras pero nunca descubrieron lo que ocultaban las suelas rajadas de los siervos de la gleba, lo que era palear, coger café, sanjear, despuntar, vivir al día con lo poco que ganaban. Ver a sus hijos sin poder estudiar, morirse de enfermedades fáciles de curar, trabajar desde los cinco años para ayudar a sus padres en el sustento diario. Es fácil para Magón reírse del concho campesino, burlarse de él, desde una oficina en New York viviendo como un burgués de la fortuna que esos mismos campesinos le producían con su trabajo mal pagado y lleno de privaciones. No es el caso de la novela que comentamos.
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Benedicto Víquez Guzmán
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Benedicto Víquez Guzmán
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Benedicto Víquez Guzmán