EL PROBLEMA DE LAS AUSENCIAS1
El problema importantísimo que a Ud. y a todo maestro consciente tanto preocupa, no ha sido tampoco resuelto fuera del país. Aunque muchas escuelas extranjeras lo afrontan con un acierto que promete soluciones de valor definitivo. Así que los libros que Ud. quisiera leer, no le ofrecerían ninguna. Daríanle, cuanto más, una noción muy amplia por supuesto, de las condiciones en que hoy se plantea el problema en otros países. El planteamiento de carácter nacional, claro es que le corresponde a nuestra escuela. Solo que, muy a pesar de tantos alardes, no está preparada para formularlo.
No ignora Ud. que la escuela del país vive sumida en un pasado ya lejano; si bien una que otra de sus manifestaciones parece indicar que tal ambiente comienza a serle inadecuado. La expresión, pues, de éste como de cualquiera otro problema escolares, adopta aquí, necesariamente, una forma impropia de las orientaciones que la época impone. La escuela nacional ante el problema que Ud. propone, acoge o acogería las mismas retardatarias soluciones que por mucho tiempo ha aceptado y que constituyen uno de sus fracasos permanentes, casi escandaloso.
Hago notar que cuando afirmo la retardación de nuestra escuela no me desentiendo de tantos generosos esfuerzos como han servido al empeño de edificarla cual cabe. Como Ud., conozco y admiro la obra, en mucho ignorada, de los Brenes Mesén, Obregón, Facio, García Monge, Luis F. González, etc., etc. Sé también de la acción del pequeño grupo de maestros que junto a aquéllos y a algunos otros trabajadores más, son los únicos que en el país conocen o estudian seriamente los presentes problemas, las necesidades, las tendencias de la educación. No omito la apreciación de cuantas circunstancias pudieran favorecer la posibilidad de un avance; pero desconfío, por abundantes razones, de la fuerza que en este momento significarían. Imagine la transformación que resultaría, por ejemplo, de aplicar a plenitud los nuevos programas. Pero Ud. sabe que, sin incluir excepciones casi milagrosas, la escuela los está desarrollando formal, no fundamentalmente; que es decir, externa, no internamente, como lo requeriría la comprensión del elevado espíritu que los anima. Recuerdo a este propósito la característica declaración de un maestro: "lo que importa es aplicarlos, aunque ignoremos los fundamentos de las tendencias que representan". Es decir, lo que importa es resguardar la rutina de toda amenaza de progreso. Traslade Ud. el criterio y la actitud que supone, a los distintos planos en que aparecen los problemas cardinales de la escuela, y encontrará cómo, convertido en clave, irá mostrándole buena parte de la explicación del estancamiento y del naufragio que presenciamos.
Ahora cuando la inquieta el problema, pregunte Ud. a la Jefatura Técnica y Administrativa, cuál es, en el circuito en que Ud. trabaja, la causa dominante de ausentismo; cuál el porcentaje medio, anual, mensual, diario, conque ha ocurrido o concurre a la producción del resultado; cuál la razón de ser de su predominio; cuáles los recursos ensayados para combatirla; cuáles las condiciones en que ocurrió cada ensayo; cuáles los respectivos resultados, etc., etc. Pregunte Ud. con respecto a otro circuito. Pregunte las cuestiones que interesarían a la solución de algún otro problema. Nadie sabrá contestarle. Al menos, nada se le contestará que por su valor técnico y por la experiencia que traduzca, convenga al progreso del trabajo de Ud. Esta incapacidad de las instituciones educacionales para aprovechar la propia y la extraña experiencia, la encontrará Ud. en todos los aspectos de la vida institucional del país. Es signo de organización rudimentaria.
Comprenderá, cuando determine la situación íntima de la enseñanza, por qué en la Escuela Normal -de 1915 a 1917- se intentó promover la formación de un maestro de otro tipo. Un maestro creador de patria como lo llamaba García Monge, un maestro leader de la democracia, como decía Torres, un maestro que solíamos llamar dinámico, progresivo. Un maestro apto para impulsar la escuela hacia una reconstrucción, dentro y fuera de las aulas, capaz de levantarla hasta la altura en que el pensamiento contemporáneo la destina a promover la vitalidad espiritual de las naciones.
Comprenderá, -para aludir al caso de su problema- por qué Torres, García Monge y Corina Rodríguez, procuraron conformar la enseñanza de la Administración Escolar, con las normas que la dirigen desde que sus problemas entraron en el concepto de lo técnico. El comentario de la Ley de Educación Común, no cabe ya en un curso de Administración. Pertenece Al de Historia de la Legislación Escolar. Menos, si como de ordinario sucede, es un pobre comentario, menesteroso de ciencia y filosofía.
En los mencionados cursos, el problema del ausentismo era propuesto con relación a un orden de hechos bien diferente del en que se le sitúa. Era un problema relativo a la constitución de la escuela, o sea, a sus propósitos, a sus fundamentos, a su más interna estructura. La solución no se le encomendaba, como en los hechos, a la policía, ni al régimen disciplinario de la escuela.
Basta contemplar la constante lucha entre el hogar y la escuela, de que tanto se duele el maestro, para juzgar las cosas de otro modo. La escuela la comprende y la explica como ignorancia del hogar; como desidia u hostilidad engendradas en ignorancia. No obstante, otro puede ser el origen. Porque acontece que la escuela no siempre merece el cuidado ni el sacrificio que la asistencia del niño exige. La indiferencia o la hostilidad de los padres son muchas veces una gravísima acusación cuya importancia acrece se pretende esquivarla. Por lo común, en el ánimo del padre, va el hijo a la escuela a aprender lectura y escritura. Ya no solo el maestro rural, sino que también urbano, saben que la familia necesitada de los servicios del niño, los retira de la escuela, del todo o con frecuencia. Poco le importa que no estudie, a cambio de que ayude al sostenimiento del hogar. A veces, a costa de su salud y aún de su vida. Una viejecita de Heredia me decía: "Si mi nieto encontrara en la escuela cómo ayudarme a ganar la vida, yo no tendría inconveniente en enviarlo". Palabras que no se tacharán de ignorancia, pero tras las cuales querráse descubrir solamente la miseria que devora al país. Sin embargo, al maestro podrían seguirle fecundas reflexiones.
La conducta del hogar frente a la escuela, se corresponde con un criterio del objetivo y de la labor de ella, inspirado por esa misma labor. Es algo accesorio la escuela len la consideración del padre, porque así lo es en la vida del hijo. Porque a través de éste no llega al hogar una actuación de la escuela que la acredite. Porque a la vida del niño tampoco llega.
Mas si lo atrajese por amor; si éste naciera en la satisfacción que el niño encontrara en la escuela, se sus problemas y necesidades; en la cordial y sabia atención de sus inquietudes; en la solicitud que rodeara sus flaquezas; si allí se le amparara y socorriera maternalmente; si conscientemente se le guiara; si se le respetara; se le comprendiera; se reconociera el profundo sentido en que el niño solo tiene derechos; entonces sentiría y amaría el niño a la escuela como algo esencial de su vida. Y colmada ésta de los dones que el aula prodigara, sería el niño en el hogar, el defensor vigoroso de los intereses de la educación. ¡Los más altos, digámoslo otra vez, los más altos del país!
La escuela que la viejecita concebía se desenvolvería espontáneamente y con toda amplitud dentro de esa órbita de amor y de respeto al niño. Pero de la pedagogía de la viejecita hablaremos en otra oportunidad.
No va a decirme Ud. que conocemos en el país la escuela que hemos soñado. Porque sé, desde la época de Montaigne, cómo fastidia, cómo deprime, cómo atormenta y aniquila la escuela a los niños. Porque sé cómo consume en un derroche sombrío, la savia espiritual de la nación. Así la primaria, como la secundaria. En innúmeras ocasiones el niño tan solo es un pretexto, infamado de codicia, para que el maestro perciba un salario. Desgracia que éste no le da para vivir al maestro lo que merece. Pues si muchos maestros de espíritu apostólico, permanecerán en las aulas, gloriosamente miserables, también acudirán a ellas muchas gentes con hambre de pan y de luz.
Omar Dengo.
Agosto de 1918.
EL SENTIDO DE LA POLÍTICA
Con ocho días más que discurran ya estaremos en elecciones y triunfantes, por lo menos en el sentido que más nos importa: en el haber hecho oír la voz de los principios.
Cuanto a la política, le diré francamente que en el primer momento, después de conocido el resultado de las elecciones, cometí el error, grave, de desalentarme. Poco después miraba las cosas con el ánimo optimista que suelo ostentar. Supongo que usted conoce el aspecto que últimamente muestran los sucesos y que han desaparecido sus temores. Para mí todo esto tiene un gran interés como fuente de reflexión, que es decir, el desenvolvimiento de la conciencia social. Claro es que, como costarricense, no puedo entregarme a especulaciones frente a los problemas políticos, sino que debo mirarlos prácticamente, pero tampoco abandono las consideraciones que pueden conducirme a penetrar en el sentido de lo que en ellos es capaz de representar un valor permanente. Quiero decir un valor de porvenir y de juventud, porque debemos hacernos la ilusión, creadora, de que estamos buscando un campo para una obra, y de que estamos preparándonos para ella y de que estamos ya realizándola. Pero en el fondo mi criterio es el mismo de hace muchos años: la política se engrandece cuando se consigue ponerla fuera del alcance de los politicantes, y mientras éstos la dominen, lo poco, lo único que podemos hacer los idealistas es -y recuerdo con horror a Maquiavello - evitar que nos conviertan en instrumentos de intereses de ellos aunque, a veces, nos encontremos en el caso de aceptar sus intereses como carriles de aspiraciones más altas, de las más altas, si es posible.
Diciembre, 1923
HOME CREDITS1
En la tarea de asociar más íntimamente el trabajo de la escuela la vida doméstica, la institución del home credit logra ser instrumento muy eficaz. Los home gardens que tan acertadamente organiza y difunde el empeño de Juan José Carazo, son una forma importantísima de los home credits y nos dan un cabal ejemplo del valor que éstos alcanzan a significar cuando se manifiesta del todo alguna se sus múltiples posibilidades.
La actual organización de los home credits, en las escuelas norteamericanas, se conforma, en general, con la estructura del plan de O`Reilly, de Palk County, Oregon, -iniciador del sistema-. De acuerdo con ese plan, la escuela equipara el trabajo realizado por los alumnos al servicio del hogar, con el que hacen dentro del aula. Así, el trabajo diario de encender el fuego y el de bañar al niño recién nacido, equivalen respectivamente, al cabo de un término convencional, a cinco y diez minutos de trabajo escolar. De modo semejante, todas las ocupaciones y actividades del hogar, le dan derecho al niño por su participación en ellas, a un día de asueto, en cierto momento. Este día, así conquistado, como es de triunfo, lo es de verdadera fiesta. Pero conviene observar que por acuerdo del padre y del maestro, ambos juzgan el trabajo. Debe éste consistir en obra bien hecha, y cada día mejor hecha. Los respectivos procedimientos los sugiere o enseña la escuela, por donde se abren a su llamado las puertas del hogar, con una amplitud propicia decisiva.
Una vez que la escuela sea colaboradora directa de las faenas domésticas, puede serlo tan activa, tan diestra y noblemente, como para representar allí el mejor esfuerzo de la civilización. Con lo que queda sugerida la importancia de la institución en cuanto a su través entra la escuela al hogar; sin hacer mérito de que los recursos de la escuela se enriquecen pródigamente, en todos los aspectos de su trabajo. Los puntos de apoyo y las direcciones de su labor, se multiplican y amplían en circunstancias que rodean a aquélla de una realidad vital. La aplicación de conocimientos, la correlación de materias o tópicos, la motivación de la enseñanza, la formación o el desarrollo de virtudes de hogar, la educación de los hábitos de servicio, etc., encuentran en las relaciones con el hogar, una real razón de ser, un propósito definido, una constante sugestión de normas e iniciativas, etc. En suma, cuanto conviene a que la escuela adquiera aptitud para afrontar sus responsabilidades de institución social, matriz de progreso, alma mater de civismo y renovación espiritual.
Septiembre, 1918
LA CIUDAD ESPIRITUAL
Pienso en la obra social de Patrick Geddes, una de las formas del esfuerzo de espiritualización del mundo que ha merecido ser señalada entre las que comportan aspiraciones a una nueva civilización. Llamaría a este original y noble profesor, el constructor de la ciudad espiritual. Diría que es su propósito el de edificar con belleza, si se entendiera que no corresponde simplemente al posible ideal de un arquitecto. Porque Geddes más que esto es un pensador y un moralista, y en cierto modo, uno de los creadores de la que se ha dado en llamar Sociología Cívica. Su tendencia propende a la construcción del hombre interno, por medio de la material edificación de la ciudad. Este es su principal instrumento de acción dentro de las posibilidades de una norma que nos hace pensar en otro inglés: Ruskin. Edificar ciudades bellas como un modo de contribuir a formar hombres buenos. De esto han hablado en nuestra América Leopoldo Lugones y Pedro Prado, con una distinción admirable.
Proyectar sobre la ciudad material la más bella luz del espíritu de sus habitantes, de suerte que animada de nuestra vida la fábrica, alcance a arraigar, más profundamente que en el subsuelo, en el amor de belleza y en el amor de paz de los hombres. Pero hay una más leal expresión del contenido íntimo de las iniciativas de este civilizador: darle conciencia a la ciudad, acaso mediante la reincorporación al trabajo de la gracia que en otras horas derivaba de las disciplinas del misterioso arte operativo.
Comunicar a los cimientos de la ciudad, a sus vías, muros, torreones, en el contacto con nuestro corazón, algo de nuestra ansiedad de perfeccionamiento. Transformar las vetas de la piedra, en la comunicación con nuestro amor, en arterias que conduzcan la humana inquietud para que ésta sea el sustento de la ciudad y como una savia hechizada lleve al seno de los mármoles el estremecimiento de nuestra ilusión.
Sabemos que algo nuestro prosigue su vida en lo que hace nuestra mano; y si aprovecháramos todo el valor de tal condición, convertiríamos la obra nuestra en vehículo de un constante y progresivo renacimiento. Por su virtud el trabajo iría dejando de ser conquista y dominio impuestos a la naturaleza y a los demás hombres, para convertirse, tras hondas mudanzas, en conquista y dominio de nosotros mismos. Verdad que el hombre habría de trabajar en la obra más conveniente a sus capacidades, entendidas en aquel sentido que determinase la preponderancia de las cualidades expresivas de lo que constituye la devoción.
Comprendemos que si el trabajo supone una participación activa de las cosas en los designios de nuestra vida, lo que de ésta le cedamos, lo que ellas vinculen a su transformación, eso es lo permanente y esencial en el trabajo. La obra mejor, la de los que dieron lo mejor.
Consideraciones semejantes conducen a Gedes a la exaltación del valor espiritual del trabajo de la mano, tan noblemente comprendido por algún poeta inglés. Y a través de la exaltación, al culto de la obra material, en cuanto adquiere uno como poder de orientación sobre la vida humana. La mano que fija un ladrillo en el tejido de un muro, si con amor de perfección, lo coloca en la senda de los hombres dotado del prestigio de un signo de felices advenimientos y le trasfiere una fuerza capaz de coadyuvar a aceptarlos.. Al cabo, la ciudad levantada en obediencia a esta fe y a este ensueño, representaría para sus habitantes y para los peregrinos, algo nutrido de un altísimo significado espiritual y del vigor simbólico de una Catedral de Reims. Viene bien pensar cómo contribuyó ésta a crear y organizar un sentido moral en la gran guerra. Y cómo así, el símbolo, que es fuerza y dirección, poder, promovería el encauzamiento de las voluntades hacia una aprehensión más completa de las funciones de la responsabilidad, fecundaría el cultivo de una superior simpatía y de una más cordial asistencia entre los hombres. La ciudad en torno de ellos sería milagrosa por el poder de evocación de las cosas más altas y de las eternas. Sería una protección contra el decaimiento de las devociones, de las nobles preocupaciones, y del vivir inspirado en el ansia de fraternidad.
Por mucho que fuera tormentoso el tráfago que inundase a la ciudad, ésta, vitalizada por un ideal, majestuosa de belleza, lo tornaría en sutil y armoniosa aparecería en medio de la belleza ambiente, con matices de tragedia de dioses, cuya sangre ennoblece y redime siempre.
Patrick Geddes cuyas fundaciones son ya fecundamente estables, abarca de pleno el aspecto que atañe a la preparación del individuo para la original empresa. Ha hablado de despertar la conciencia cívica a la vida de una acción hondamente espiritual. ¡Qué altura la de estos países en que se trata del refinamiento y de la elevación de la conciencia cívica, matriz de la civilización! En los nuestros apenas cabe hablar de despertarla, no a una vida superior, sino solamente a despertarla...
El ejercicio de una ciudadanía espiritual ya parece cosa propicia a las necesidades de un Reino de Dios, y es, sin embargo, como éste, sencillamente humano...
Junio, 1919
LA FLOR DE LOTO
Sé decirle, porque lo aprendí en lo más hondo de la vida, que la suya será noble y grande y bella, en la medida en que la sabiduría de su corazón se manifieste en ella. Usted sabe que la flor de loto ha sido durante muchos siglos en el Oriente el símbolo de la vida humana. Porque la planta vive, al mismo tiempo, en tres distintos mundos; la tierra, el agua, el aire. Florece en el aire, sobre la superficie de las aguas, y en la flor se concentra la gracia y se muestra la maravilla de la vida. Nosotros florecemos en el mundo del corazón y es maravillosa la florescencia, si la tierra y el aire que nos nutren ascienden tras una constante aspiración de Virtud y de Belleza.
¡Espejos mágicos!, aprende a mirar en ellos. El hombre de quien voy a hablarte, no supo hacerlo. Largas las horas, las pasaba ante un espejo de estaño, en el afán de obtener una revelación. A este hombre le inquietaba profundamente su porvenir.
Quiero saber cómo viviré mañana.
Al cabo vio. Vio su vida, durante un día, veinte años, tan solo habían acercado su muerte. La visión lo enloquecía. No pudo comprender que el espejo le hubiese anticipado tantos sucesos, y en los días que vinieron erró por la ciudad repitiendo enronquecido: "¡He roto el tiempo, he roto el tiempo!"
LA VIDA DE LA ESCUELA1
El nuevo curso fue inaugurado a las 7 p. m. del 20 de febrero, por medio de una asamblea pública de alumnos y profesores, en la cual el señor Director pronunció un discurso en conformidad con el esquema siguiente:
a. La Escuela en relación consigo misma.
b. En relación con los graduados.
c. En relación con la ciudad.
d. ¿Cómo solucionar la situación económica de los estudiantes más pobres? Las libretas de cuentas personales. Las actividades manuales y agrícolas y su sentido económico dentro de la Escuela. Beneficencia y ahorro. La cocina escolar. Anteojos y malas dentaduras. Las cédulas de salud. Las relaciones de los mayores con los más chicos. Los clubes; las nuevas posibilidades de acción. El ornato de la Escuela; cada cual una planta. La ocupación favorita. Más actividades científicas. L'esprit de suite.
e. Un departamento de correspondencia. La revista La Obra.
f. Más acción social. La escuela nocturna de obreros. El ornato público. La Plaza Flores a cargo de la Escuela Normal. Veladas en pro del Hospital de la ciudad.
SALUDO A LOS ALUMNOS
Temprano del día de la inauguración, el señor García escribió en el pizarrón de la Secretaría de la Escuela estas palabras, tan sencillas como nobles:
"Hijos míos, sean ustedes bienvenidos. De nuevo están en su casa. En este día, aséenla, reúnanse, conversen, cambien impresiones, organicen su trabajo y formulen sus buenos propósitos; todo en honra, gloria y progreso de su Alma Mater. El Director."
Comentarios: Los colegios suelen recibir a los alumnos, cuando estos regresan de sus vacaciones, con la amenaza de la repetición de exámenes. Lo cual contribuye eficazmente a estorbar la formación de un espíritu institucional orientado hacia el cumplimiento de los fines permanentes de la educación. El alumno siente desde el primer día de clases, a que la reanudación de éstas constituye una forma de vida hostil a la maravillosa espontaneidad con que en todos los momentos se le reveló la naturaleza y se le reveló su alma, en medio de ella, durante las horas de vacaciones.
Los padres de familia deben oír de labios del Director del colegio, cada vez que se inicie un año d estudio para los hijos, la formulación clara, amplia, razonada, de los propósitos, normas y medios determinantes de la vida del establecimiento. Los alumnos deben oírla también
ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS
Palabras preliminares
El problema hay que abarcarlo en toda su majestuosa amplitud. En esa tarea, que sobrepasa los bordes de la discusión personal, para remontarse a la altura en que distiende sus prestigios una noble idealidad, si quiere un campo nuestra pluma. Porque se facilita la labor que tal anhelo entraña, es que poscausa grata complacencia la intervención en el debate, del señor Director de El Republicano cuya categórica declaración de que no mediarán de esta vez en el logro de la grande obra los ya conocidos y siempre perversos intereses de la pérfida politiquería que aquí suele hundirlo todo en los abismos del fracaso, resulta de cierto halagadora y digna de un aplauso efusivo que regocijados le brindamos. Tiene la virtud de abrirle cauce amplísimo a la convicción enemiga, de retroactivos sectarismos, que en este momento nos empuja a declarar, con voz muy alta, que ha de comprenderse la tendencia armonista (sic) del grupo literario de este país, como una profunda aspiración ética, basada en la más racional concepción de las leyes cosmológicas, que es resultado de un proceso filosófico surgido de las propias fuentes de la naturaleza, y que excluye de la zona ilimitada en que busca efectividad, todo aquello que, por venir de la región no evolucionada de la conciencia, pueda de algún modo obstaculizar la inclinación manifiesta del individuo o del conjunto de individuos, a desarrollar integralmente todas las fuerzas psíquicas que constituyen su retrasada personalidad.
Es lo que bellamente expresaba Ossip Lourié -el amable comentador de la filosofía tolstoiana- en estas palabras: "la vida recompensa a quien la busca, no a quien evade su contacto. Creo que algún día conocerá el hombre la verdad final de la vida, mediante sucesivas transformaciones, más o menos penosas, que lo purificarán al punto de hacerlo apto para comprenderla y amarla; al punto de permitirle alzarse a mucha altura sobre si mismo y dar nacimiento en esa suerte de vuelo de águila o de alba hermosísima, a una especie más poderosa, casi perfecta que al fin igualará a la ideal abstracción de todos los siglos: la divinidad".
Nosotros buscamos la vida para salvarla de las mutilaciones a la que la somete el egoísmo ancestral que refinadamente se expresa en la injusticia yen el odio
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