Benedicto Víquez Guzmán: La obra escrita de Omar Dengo Maison. Cartas. Cont...

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 Señor don Miguel Obregón L.

 Secretario de Estado en el Despacho

 De estadística Pública, San José.

 

 

RESPUESTA AL OFRECIMIENTO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES

 

 

Muy estimado don Carlos:

 

Para usted1 es grande mi gratitud. Después de la generosidad con que usted ame trató en nuestra última conversación, vengo a encontrar que don Luis Felipe González me trae, de parte de usted, la reiterada insinuación de que reflexione nuevamente sobre si debo o no aceptar la Secretaría de Relaciones exteriores.

 

Mi respuesta tiene que ser esta vez también, la respuesta negativa que hube de darle a don Ricardo.

 

No soy apto para el ejercicio de tales funciones, no sé si podría llegar a serlo y, si supiera que lo llegaría a ser, o que lo soy, tampoco querría trabajaren un campo extraño a mis actividades. No debo abandonar mi carrera de Profesor, a la que me ata el corazón, y menos debo abandonarla para entrar en una zona en la cual no hay campo para obra del espíritu, y en la cual, con daño del Gobierno y del país de hombres bien preparados, por lo menos en la apariencia, y sería peor la situación tratándose de mí, que no tengo ni la preparación ni la apariencia.

 

Como le dije a usted no sé siquiera cómo se llevan los vestidos que usan los diplomáticos, y esto que parece no tener importancia tiene para mí la de que, con el vestido viene la genuflexión, la copa de champagne y la mentira amable como ejercicio cotidiano. No quiero eso para mis hijos, no lo quiero para los profesores, no lo quiero para mí.

 

Usted me perdonará la franqueza con que debo hablarle.

 

Cuanto acompañar a don Ricardo, yo lo acompaño en mi corazón mientras hay tantos que lo sacrifican. Acompañarlo en el gobierno no sería sacrificarse para él sino por los que han tenido fuerza bastante para lograr que la Educación Pública se convirtiese en objeto de ofrecimientos. Debía se objeto de planes de gobierno.

 

Por don Ricardo lo que puedo hacer es serle leal, de modo pleno, desear que triunfe en el gobierno y contribuir en lo que yo pueda, a que nuestros esfuerzos en el campo educacional sigan estando por encima del interés de individuo o grupo y libres del atentado de las ambiciones. De las extrañas y de las que por obra de la vida pudieran roernos el espíritu.

 

Lo saluda cordialmente su agradecido servidor y amigo.

                                                                                          Omar Dengo.

 

UNA CANDIDATURA DE PERIÓDICO

 

 

No dudo, Caldera, de que es usted una mala persona. Me ha obligado, muy a pesar de mi deseo, a escribir; y lo que es peor, sobre politiquería.

 

No obstante, le estoy agradecido del ánimo de simpatía que pone usted en la tarea de hacerme, de cuando en cuando, un vistoso reportaje. Con ellos me va abriendo usted un camino asfaltado hacia la  posteridad. Un camino eficaz, pues los  periodistas suelen ser, como Plutarco, manufactureros de grandes hombres, aunque los hacen a veces de pasta muy endeble.

 

Le temo a sus reportajes, Caldera, porque rara vez, porque rara vez no me traen palos y no siempre de ciego. Pero en esta ocasión tengo que estarle agradecido, porque sus palabras dieron pie a las que se ha dignado dedicarme -todas gentileza y amabilidad- el admirable García Sanchiz, doctor magnífico en belleza y jovialidad.

 

Me preguntaba usted aquel día de nuestra charla bajo la lluvia de sus preguntas maliciosamente insistentes, qué sabía yo de una candidatura ministerial que un periódico me depara y me dispara.

 

Pues nada, Caldera. Y aquí podría poner la firma y el sobre sino me asaltara la tentación de agregar algunas palabras.

 

Se trata de una noticia y de una candidatura de periódico, como tantas otras. Se inspira en un buen deseo para mí, doblemente equivocado. Pues ni hay motivo, personal o político, para que se me incluya en las interminables listas de candidatos, ni me desea bien quien me desea ministerios.

 

Le confieso que las funciones pueden ser seductoras, pero que los puestos no me tientan. Y aquí, generalmente solo se trata de puestos.

 

Tanto es así, que son muchos los hombres de los cuales sabemos que una vez terminado un período presidencial terminan también, definitivamente su incolora actuación pública. Es el mismo caso de ciertos hombres de confianza de las casas presidenciales, de quienes suelo decir que me hacen la impresión de las chimeneas, que una vez trasladada la cocina, ningún papel quedan haciendo sobre el techo, por más erguidas y encumbradas que estén. ¡Ya no hay modo de que siga saliendo humo por allí!

 

Además -si no es repetición- la noticia ni es ni podría ser políticamente oficial. Alguien, creo que el temible Obregón, me preguntaba por qué no protesté de la afirmación. Sencillamente porque ni cabe, ni me corresponde tal actitud.

 

Si el asunto da margen para protestas, que las formulen los interesados, , quiero decir, los interesados en dar ministerios y los interesados en aceptarlos.

 

Como ocurrió, mi estimado Caldera, cuando se habló de que yo iría a Relaciones. Sobraron las protestas, solapadas es cierto, pero enérgicas. O como ocurrió cuando alguien me creyó capaz de ser diputado y logró, tras conseguir el disimulo de múltiples protestas, que algún inocente, - al cual Dios recompensará- me diera un voto-, el único, Caldera, que me acredita y me acreditará para el ejerció de la representación popular. O como sucedió, finalmente, una vez  que fui por un rato candidato a munícipe y las protestas mataron la candidatura.

 

¡Ya ve usted que cuando los menesteres democráticos no están reñidos conmigo, soy yo quien está reñido con ellos!

 

Puedo decir, para darme importancia, que he tenido en las manos una Subsecretaría, ofrecida por un ministro en tiempos de don Julio Acosta, y una Secretaría de Estado, después. En ambas ocasiones dejé que se fueran de mis manos esos talismanes tentadores. Es cierto que abren muchas puertas, pero no siempre permiten que, a través de todas ellas se asome serena la conciencia a mirar este paisaje en movimiento de la vida.

 

Por supuesto, Caldera, que si mañana me ofrecen la Presidencia -que aquí, si nos descuidamos, se convierte en tentación de ganapanes, pensaré en el asunto con calma. Y acaso sea así más cauto que otros, que no piensan.

 

Lo saluda su  agradecido servidor,

                                                                        Omar Dengo,

Heredia julio de 1927.

 

 

TELEGRAMA

 

                                                                                     San José, 15 de febrero de 1916

 

 

Srta. Elena Vargas

Alajuela.

 

Haríanos honor aceptar plaza Departamento investigación problemas educacionales, escuela a mis órdenes, colaboración García Monge, trabajo nuevo, digno de sus aspiraciones. Ojalá respuesta hoy.

                                                             Omar Dengo.

 

* * *

 

                                                                                   San José, febrero 17 de 1916

 

Muy estimada Elena:


Apenas - al menos en el curso de esta semana- me es posible saludarla. Aunque la escribo con especial complacencia, sus cartas pertenecen a un vasto conjunto, al cual debo consagrar toda mi atención. Quiero, de preferencia repetirle mi expresión de hondo agradecimiento por el honor y el servicio que significa la aceptación del puesto ofrecido. Quiero explicarle, además que la haga extensiva a su señor padre por el consentimiento que para ello ha sido necesario. Mi ferviente esperanza en el trabajo que vamos a emprender, noble por excelencia, nuevo, fecundo, fraternal, que permite expresar el deseo de que tal manifestación de gratitud cobre ante Ud. el valor de una promesa para sus capacidades de inteligencia y de corazón y para las aspiraciones a que ellas sirven. Con sinceridad y con pureza de hermano, con fe de idealista, le ofrezco, pues, todos los servicios  que sea capaz de cumplir a su lado. Su trabajo -acerca del cual la informaré detalladamente en una muy próxima visita a ésa-, difiere, por entero del de los maestros, aunque a ellos se refiera y a su obra esté consagrado. Con una compañera, que aún no sé quién sea, manejará Ud. el Departamento de Investigaciones de la Escuela. El mencionado Departamento se encargará de estudiar los problemas de más urgente solución en la enseñanza del país; en condiciones que le aseguran una labor eficaz, que ustedes sabrán hacer hermosa.

 

Con mucho afecto,

                                       Omar

 

DOS CARTAS

 

 

CARTA A CORINA

 

                                                                                             Nueva York, enero 19 de 1916

 

Quiero que el mismo sobre les lleve dos cartitas. Ésta la escribo en una hora de congoja, porque mi compañero, Octavio, está en cama, muy enfermo. He debido hacer de enfermero, por primera vez en mi vida, y con tampoco acierto que quizá mi querido amiguito haya de permanecer dentro de su cuarto por el resto de la semana. Hay, como Uds. Ven, en estas cartas, una tendencia al relato minucioso de lo que se hace. El cariño y la distancia explican esa tendencia y pueden excusarla ante Uds. Si no les es grata. Me acostumbré a tratarlas, gracias a las benevolencias de Uds. de esta manera confidencial que tanto me agrada, porque en ella el corazón se muestra al desnudo, si con brusquedad a las veces, también con belleza; y, sobre todo, con la belleza que en esa misma brusquedad puede encontrar el cariño. Me siento, mientras les escribo así, con aquel blando contentamiento que me producía la conversación en la casa de Martha, a media voz, con la inquietud del dolor que pudiera sufrir Corina por la ausencia de unos minutos, con la tristeza de la enfermedad de Martha...Pero, más que nada, con la sensación de una nostalgia presentida, más honda a medida que se acercaban las últimas horas de vida en el Colegio.

 

Hoy, cuando ya sé de cierto que estaremos otra vez juntos, cuando comprendo cómo en determinado momento se nos acercó para que el amor nos comprometiera en el cumplimiento de una nobilísima labor, cuando comprendo la trascendencia que ella, por  causa de su elevado origen desarrollará, hoy, sin embargo, he sentido de nuevo la nostalgia. Recibí un cúmulo de cartas de amigos de Costa Rica esta tarde, y ninguna proveniente de Uds., entre ellas, a pesara de mi esperanza. Sentí como si una trasformación radical de mi ser de este momento, me hubiese puesto en contacto con la realidad tormentosa que muchas veces imaginé en aquellas últimas horas de Heredia. Sentir mi vida en un futuro que entonces creaba el dolor, y era ella ahí cruelmente amarga, sin efectos, sin ideales, llena de desolación espiritual, apenas de cuando en cuando colmada de luz, por la añoranza de ensueños muertos. Pero no podría describirles la sensación de un minuto de nostalgia. Es muy compleja. Después, me ha sido grato pensar que Uds. han contribuido, con más intensidad que nadie, salvo otras dos personas a darme esa sensación. Ello me complace, porque me confirma mi esperanza en la creciente capacidad del corazón para sentir amor puro, ajeno a todo egoísmo, a todo deber resultante de convencionalismos, sin artificialidad, solo amor; y me complace porque tal evidencia contiene la que me permite descubrir para mi vida, en esta encarnación, un objetivo concreto en una obra de servicio.

 

No reprocho la ausencia de las cartas de Uds., tan esperadas, no obstante. Sé que Elena ha perdido mi dirección para escribirme. Así, por informes de ésa recibidos, nada más sé. Si quisiera saber, no es para mi regocijo exclusivamente, sino para saber de Uds.

 

No he podido escribirles cuanto ni como he querido. Es tan corto el tiempo señalado por la necesidad para mi viaje que, escudándome en la bondad de Uds., les he sustraído mucho del que mi corazón me aconsejaba que les destinara. Aludo tan solo al tiempo para escribirles. Que en cuanto al que el pensamiento ocupa, es verdad, que, ni un minuto en tantos días, he dejado de estar en mí venerado como en un santuario, el recuerdo fraternal de mis amigas. Muchos de los trabajos que aquí he emprendido, como lecturas, meditaciones, preparación de conferencias, estudio de museos o bibliotecas, etc., han sido sugeridos por el deseo de recoger información que Uds. pueden utilizar, por el de facilitarles los estudios que desean hacer, por el de buscarles material para más de una tarea que de regreso les propondré. Sueño que cada una de Uds. hará una obra, un pequeño libro, por ejemplo, una serie de conferencias, una investigación y he procurado inquirir acerca de lo que con ese fin fuera dable utilizar. Por los niños, por las mujeres, por los maestros, por los pobres, por el arte, por la filosofía, hay ¡tanto! qué hacer en nuestro país, que Uds. pueden encontrar, en cualquiera de esos tópicos, la finalidad de una tarea hermosísima.

 

Ojalá que desde ahora piensen en ello. Ojalá que al avistarnos no más a mi vuelta, ya sea posible conversar de esos proyectos e iniciar su realización.

 

Ojalá que mediten largo rato, más de una vez, en el valor que puede desplegar la cooperación -de alma-, en la construcción de un hogar para las más altas y más puras devociones del espíritu. Ojalá que si ello les despierta ansiedad de acción, fe, inquietud, se comuniquen entre ustedes las impresiones, las iniciativas, las esperanzas, y vayan, así tejiendo, con seda y rosas, el sustratum de una fraternidad que para siempre viva.

 

Tengo sobre la mesa en que escribo, junta a un pequeño retrato de Emerson, un calendario de Shakespeare. Es decir, un calendario, cada una de cuyas hojas contiene, para que durante el día correspondiente se piense en él, un pensamiento de Shakespeare. El de hoy, hiere, con finísima ironía, la vanidad. Al releerlo antes de terminar la carta, me he preguntado:

 

¿Será fatuo el pretender que mi espíritu, una vez cerrada esta carta, se quede solazándose, como en un valle pastoril de cuento o égloga, con la convicción de que sus ingenuas expansiones serán recibidas amorosamente?    

 

Mi amada Corina, saludará a Bertalia; chiquilla, dulce chiquilla rubia, a Adelia; a Martha, la buena Martha; a Elia. Y todas, cuando alguna vez, con alguna o alguno de los compañeros tengan comunicación, dígales, que en mi penúltima carta para Uds., a todos envié un pensamiento de paz.         

                                                                                                                Omar

PARA EFRAÍM

 

 

Tengo EL alma llena de dolor. Estimaba mucho a Elisa1; era algo su espíritu, de lo que más he querido y admirado en la  Escuela normal, lo estimo mucho a Ud., y luego tengo esta pena profunda de no haber estado en condiciones de servirle ni de acompañarlo. Por esto, Ud. sabrá perdonarme. ¡Siquiera hubiera podido yo tenerlo a Ud. en mis brazos cuando Ud. sintió el terrible golpe!

 

Pero Ud., Efraím, está en la obligación, por Elisa, de ser superiormente fuerte. Ella necesita de la serenidad y de la paz de Ud.; y Ud. puede atraerlas hacia su corazón pidiéndolas a lo alto, para su Elisa, fervorosamente. Ella necesita que Ud. le consagre su vida a su recuerdo sagrado; ella necesita que Ud. piense en ella como si ella estuviese con Ud., como realmente está en la región superior en donde se entrelazan los destinos, en la cual todo es paz. Si Ud. se deja arrebatar por un dolor ciego y desesperado, perturba la paz de ella y entonces ella no podrá consagrarse a la obra de protección espiritual que Dios le encomendará cerca de Ud., ni podrá continuar, sin obstáculos, la vía de ascensión espiritual a que la ha llamado el destino.

 

Haga un supremo esfuerzo, siquiera por un momento, para poder pensar que su deber ante Elisa es acallar la voz del dolor que clama justicia, para dejar oír la del dolor que pide paz. Porque este mismo terrible dolor que hay en Ud., no es, en realidad, sino una de las pruebas que los dioses le imponen a aquellos seres en cuya vida ellos sienten alguna complacencia. Hay luz divina en el fondo de ese dolor, hay luz allí, destinada a iluminar sendas de las almas de ustedes para la realización de designios de bien que la mente no puede alcanzar a comprender, pero que la sabiduría suprema de la vida busca ansiosamente a través de las vidas de los hombres.

 

El espíritu de Elisa, como el suyo, es inmortal, porque ambos son emanaciones del espíritu del Universo. No hay poder que pueda alterar el glorioso destino de eterno progreso del espíritu. La muerte, cuando es obra de Dios, viene, con toda su trágica crueldad, como emisario de la sabiduría. El dolor, cuando sabe ser generoso y justiciero, porque nuestro ánimo así lo torne, refleja mejor la ley infinita de que depende, tras la cual es omnipotente la gloria del espíritu.

 

La plegaria consciente, pura, profunda, noche tras noche y en cada amanecer, la plegaria que desea paz para Elisa y a ella blandamente le pide consuelo, consigue que Dios, -entre los dos espíritus- ponga su pensamiento de Amor, del cual todo lo que existe ha surgido, y los comunique, así, eternamente, allá en la recóndita mansión de su misericordia.

 

Y todo el poder necesario para que la Suprema Piedad venga a Ud. en las alas angélicas del fervoroso orar, allí está en su corazón, por cuya paz, como por la de Ella, yo pediré con amor en las oraciones que consagro a mis hijos.

 

Lo abraza,

Omar.

 

CARTA PARA OCTAVIO JIMÉNEZ

 

   

Hace hoy un año, muy querido Octavio que en un salón del Colonial Inn, en Concordia, comentábamos nuestra visita de la tarde a la tumba de Emerson. ¿Recuerda que esa noche conocimos la nieve? La conversación, cargada de saudades que eran como inciensos, nos rodeaba de la solemnidad de un templo. Había en nuestro desasosiego y en nuestra tristeza, una aspiración vehemente de cosas eternas.

 

Salimos como a las ocho a buscara la biblioteca que guarda los manuscritos de Emerson. Concordia bajo sus pinos se estremecía, como ahora nuestra ciudad, con el regocijo de la Noche Buena. Concordia, crecida en nobles heroicidades, no nos interesaba, sin embargo, ni por su vida de aquella noche, ni por la gloria de su tradición. Nuestros ojos buscaban por sobre la multitud, cielos y estrellas. En el oído, ritmos del mar que acabábamos de cruzar. Ha sido una de las noches en que hemos sentido que cada ser humano trae consigo una nueva visión del Universo. The soul recreals its own truths. Ésa era nuestra glosa al poema de la noche. Apretado el corazón por amor de peregrinaje espiritual, florecían en los labios las palabras más sutiles.

 

En la biblioteca, ante la estatua del grande hombre, yo sentí deseo de decir la plegaria de Renán. No sé si allí se rompió su abstracción. Sí la mía. Alguien nos miraba desde los pupitres. Sorprendí al buscar los ojos, un incendio de alma.

 

La señorita que miraba, apenas pudo ocultar tras la mano enguantada de gris, un gesto de desesperanza. Sentí que toda una vida refugiaba su angustia en el cuenco de la mano enguantada.

 

Ese sencillo gesto, que era una novela, me puso en contacto con la vida de la pequeña ciudad. Salimos a la calle. Compramos libros y juguetes, un muñequillo de los de Rose Me. Klein, un diario de bolsillo... En el mío solo una página ha sido escrita. Habla de aquel viejo que nos guió hasta el cementerio...

 

Emerson ha cobrado dueñanza de su hondo amor de belleza, querido amigo. Usted derrama oro que viene de allí. Los cuentos que le han premiado, expresan un verbo de trascendente sentido. Sencilla la estructura, como la de las hojas de laurel, ciñe conceptos amados de la gloria. No hay máculas de insinceridad en la túnica de su idea. Ahora, cuando place el cuento de saló, presumido de psicologías artificiosas, conviene que el suyo, hijo de más nobles entrañas, nos traiga la reminiscencia y así el encanto de la página de Ruskin. Es siempre la presencia del valor que Emerson entendió como unidad de vida, aunque más cercano a la inmediata realidad.

 

Ahora vive usted cerca del mar, y allí la ola difluye, en una constante meditación de ritmos, el color de infinito de que se tiñe la vida a través del cuento que la mira desde ella misma. No desde los hombres, porque éstos solo son las formas de que se recubren ciertas ideas del Alma Suprema. Los hombres no existen en verdad. Son personajes o moldes. La humanidad viene a ser cosa así como una filosofía, optimista o pesimista. De ahí que valgan más los hombres que más pensaron y más sintieron. Son las más altas, las más bellas, las más profundas ideas.

                                                          

  Diciembre 23 de 1918

 

UNA INTERESANTE CIRCULAR

 

 

                                                                                             Heredia 20 de marzo de 1922

 

 

Escuela Normal de Costa Rica

Dirección

 

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