Desolación, ha venido la desolación.

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Su obra

Dentro de sus obras se encuentran los siguientes títulos:

·         Avatares del destino,

·         Avatares del destino, un nuevo despertar

·         Avatares del destino, la confrontación

·         La mansión de Grunewald, 

·         Sueños delta,

·         El velo de la locura,

·         juegos de poder

·         Luna escarlata, y

·         Huellas imborrables

 

Avatares del destino es una saga de tres novelas que trata de unos viejos pergaminos escritos en la antigua Mesopotamia y que hablan de oscuras profecías escritas por el lado oscuro, la primera de ellas narra el origen de los pergaminos, la primer lucha por ellos desarrollada en época del renacimiento francés y se mezcla con el presente donde una pareja de profesionales él costarricense y ella italiana afincada en España  se encuentra con información con ellos de manera fortuita. La segunda novela de esta saga se ubica en el presente donde un grupo neonazi secuestra a un grupo de religiosos de las sectas más importantes del planeta en procura de que las profecías de los pergaminos les permita acceder al poder absoluto, de nuevo la pareja del costarricense y la italo-española deberá enfrentar a quienes desean hacerse con el poder para fines nefastos. La tercera parte y final de Avatares del destino narra la lucha de ángeles y demonios en torno a los pergaminos de Nínive y muestra un final inesperado.

Las obras de El velo de la locura, luna escarlata y Juegos de Poder narran el trabajo de un grupo de investigadores de la policía francesa y americana para atrapar a un asesino en serie en el caso de las dos primeras novelas y en el caso de Juegos de Poder luchan contra una confabulación para hacerse con el poder del país más poderoso del mundo. En los tres tomos se muestra el trabajo de la policía en una competencia intelectual con los villanos de turno.

La mansión de Grunewald narra la vida de una familia judía en Alemania en las épocas de las dos guerras mundiales, su auge y caída y mezcla el pasado con el presente donde un fantasma atrapado en la mansión se niega a renunciar al amor.

Sueños delta narra la mezcla de la realidad con la dimensión onírica donde Alexandra Sinclair, una anticuaria, se descubre parte de la historia y de los lazos familiares que la unen con una secta denominada Fraternitas Magistratum, cuyo propósito es esconder para sí un oscuro secreto.

Huellas imborrables es una colección de cuentos que mezclan la ironía, el desenfado, la tristeza y la cotidianidad vista desde la óptica de varios y diversos personajes que van desde un perro callejero, hasta el ángel de la muerte.

Desolación, ha venido la desolación

Un enorme disco rojo se dejaba ver en el horizonte mientras una lluvia fina y fría caía con desenfado sobre todo el pequeño país en la América Central, meca de la protección del ambiente, certificada como carbono neutral y que dedicaba un cuarto de su territorio a las reservas naturales desde tiempos antiguos.

Un ave marina volaba a media altura sobre un mar que hacía mucho tiempo había perdido el color

esmeralda para lucir ahora ennegrecido, y buscaba en vano encontrar algún pez entre las toneladas de escombros que el mar arrastraba desde las lejanas costas del norte, fieles testigos de que las obras de los  hombres se caían a pedazos ante los estertores de un planeta agonizante.

Una muchedumbre contemplaba el espectáculo, el astro amarillo estaba dejando de existir y  lentamente se apagaba. Lo que fuera una ardiente estrella que alumbraba y calentaba tibiamente al planeta, se había convertido en apenas una flama que, con dificultad, atravesaba la densa capa de polución que envolvía a la tierra.

Hacía una temperatura cercana a los cero grados que los visitantes, provenientes de oriente y occidente, disfrutaban mientras en sus países de origen, partes de los cuerpos de sus paisanos se desprendían y caían al suelo cubierto por una espesa capa de hielo a causa de las bajas temperaturas.

Todo el paisaje estaba vestido de un traje sepia, plomizo y monótono. No había color en las flores, ni en las hojas de las plantas que aún se empeñaban en sobrevivir, todo estaba revestido de ese gris enfermo, sucio y maloliente que traía consigo la pestilencia de la muerte.

Un hombre cubierto con un abrigo de piel de un animal extinto, caminó entre la muchedumbre para situarse al principio de la fila y poder contemplar el momento que tanto se había anunciado, el día del fin del mundo había llegado y él era parte de la pequeña población que había logrado sobrevivir para ver llegar el apocalipsis. No quedaba en aquel planeta que una vez estuviera sobrepoblado, más de un millón de habitantes de la raza humana y unas cuantas especies de animales que habían sobrevivido a las hecatombes nucleares. De su cuello colgaba un crucifijo, el viejo talismán de una religión antigua y olvidada que fuera proscrita hacia finales del siglo II de la Era Cibernética.

El hombre miró la desolación en el extenso mar y su mirada era inexpresiva. A su lado una mujer encinta acariciaba su abultado vientre y sonreía con la esperanza de que un nuevo renacer pudiera estarse gestando en aquel disco rojo que chisporroteaba como una chimenea a la que se le acababan los leños y que estaba próxima a extinguirse.

El ave se consumió en el mar, una, dos, tres veces, para siempre volver a salir con su pico sangrante y

vacío de alimento, a la cuarta vez ya no salió más, se dejó morir cansada de agitar sus alas. Un perro gimió en la playa mientras, expectante, esperaba que aquella ave como el fénix, renaciera de sus cenizas y alzara el vuelo en un nuevo intento por vivir.

-Todo es como al principio de los tiempos .dijo el hombre a la mujer encinta que lo miraba curiosa- solo que ahora es al revés, Eva se convierte en ave y se deja morir antes de ofrecer a su pareja el fruto prohibido.

-¿Y que pasará con Adán?

-Adán será nada. Volverá a ser el polvo del que salió un día para recibir el soplo de aliento de Dios. Quizá los nombres fueron un chiste, una broma de su creador que conocía perfectamente que aquel ser que creaba, magnífico, imponente y pensante, acabaría invirtiendo su nombre y siendo apenas nada.

-¿Dios?

-Un concepto olvidado hace mucho tiempo, de cuando los hombres sentían que había una fuerza poderosa que regía los destinos del hombre.

-¿Poderosa como la energía nuclear que movía las industrias?

-Quizá no tanto, al final se ha dejado vencer como esa ave que se precipitó al mar para no salir más.

Un cántico se entonaba por la muchedumbre a las espaldas del hombre y la mujer. Sus cantos eran roncos y tediosos, repetían incansables .desolación, ha venido la desolación, ay de aquellos que viven en nuestros días..

-Todos creen que este será el final. .dijo la mujer en tono lastimero-

-Lo es -dijo el hombre con la mirada perdida en el horizonte rojo- el mundo toca a su fin y ya no hay nada que se pueda hacer para evitarlo, en las tierras del norte todo está pereciendo y muy pronto la peste que los carcome llegará a esta isla. Lo hará en buques viejos y gastados en forma de inmigrantes deseosos de respirar el poco oxigeno que queda, deseará comer del escaso alimento y beber la poca agua que guardamos.

-Ya otros han venido y aun subsistimos.

-Pero ya no será más cuando vengan voraces a comer hasta hartarse, regurgitarán para volver a comer y sentir la sensación de saciarse muchas veces antes de que todo acabe. En los hombres siempre ha existido el deseo de consumir más de lo que se necesita, en una desenfrenada carrera por tener más que el de al lado, eso nos ha llevado a acabar con lo único realmente importante que teníamos.

-Son unos necios.

-Todos lo somos, aun ahora esta multitud cree que con sus cánticos puede revertir el proceso y cambiar la historia de una humanidad que desde el principio de los tiempos estaba destinada a ser lo que hoy es.

-Nada.

-Absolutamente.

-Es usted un hombre pesimista, a pesar de ser nuestro líder se deja vencer y aún no ha hecho los cuatro intentos que hizo el ave para tratar de extender su vida.

-Al final se dejó morir.

-Pero murió con la satisfacción de que dio todo su esfuerzo por continuar con el milagro de la vida.

-¿Es lo que pretendes al quedar encinta en situación tan penosa?

-Un día los hombres renacerán .dijo la mujer con una sonrisa y la mirada perdida en el horizonte- y el

cielo volverá a ser azul y el verde mar estará poblado de peces, las aves serán tantas que cubrirán los cielos como hoy lo hace la contaminación y los cánticos ya no serán más de desesperanza y  desolación, la gente cantará que el mundo ha renacido y se abrazarán con desconocidos y harán el amor para repoblar las costas y las montañas y el frío ya no reinará más, un nuevo arcoíris más vistoso y alegre surcará el cielo y al final de él nos esperará un futuro mejor. Todo será como en los tiempos de hace muchos años, habrán ríos que correrán al mar, libres de obstáculos que no sean las límpidas piedras que yacen en sus orillas. Una cascada se asomará en cada montaña que, repleta de verde, hará parecer que el planeta es nuevo, reluciente, vivo.

Las olas arrastraron el pesado cuerpo del ave hasta la orilla, sus ojos secos por la sal lucían sin luz. Su plumaje estaba marchito, su pico podrido y roto, con un color ceniza de muerte, no parecía que hacía apenas unos minutos tuviera la vida suficiente para volar cuatro veces hasta el cielo y planear en busca de los últimos alientos de vida de aquellas aguas que se arrastraban moribundas hasta los pies de la mujer.

-Mira .dijo el hombre- ¿De qué ha valido su esfuerzo? Ahí tienes al ave que tantas veces se elevó solo

para volverse a estrellar contra los escombros. Nuestros escombros.

-Ha sido un ave valiente, quizá la última de su especie que se resistía a morir y eligió el último rescoldo de vida para demostrarnos que.

-Que toda esperanza es vana. ¿Acaso no te das cuenta, mujer, que todo ha acabado? Estamos presenciando el final de todo y te empeñas en pensar que solo es un nuevo amanecer lo que se asoma en el horizonte. No es así. El rojo sol no nos anuncia una nueva mañana sino el final de los tiempos. Si te quedas lo suficiente podrás verlo extinguirse, quizá de pena de ver lo que hicimos con nuestro planeta que un día fuera azul.

También las estrellas sienten dolor. Imagina el espectáculo visto de las alturas, un planeta que se fue

opacando conforme refulgía la humanidad, la peor bestia que pudo haberse creado. La naturaleza se fue acicalando durante millones y millones de años para presentarse en todo su esplendor para el hombre y a éste solo le tomó unos cuantos milenios acabar con todo aquel regalo.

-¿Un regalo de tu Dios?

-Llámalo como quieras. Ha tenido tantos nombres que es probable que ni Él mismo recuerde cuál es.

-Es el que llevas colgado a tu cuello .dijo la mujer fijando la vista en el crucifijo-

-¿Quién puede saberlo? Quizá Dios era esa ave marina que se dejó morir.

-Parece sufrir .dijo la mujer tomando el crucifijo entre sus manos-

-Sufre, quizá no tanto como sufriremos los que vamos quedando en este mundo condenado a morir. Su muerte fue rápida. Le tomó tres horas su agonía en la cruz.

-¿Si era Dios, por qué no bajó de la cruz? ¿Por qué no se defendió de quienes lo pusieron en ella?

-Quizá por que era su cuarta vez y ya no tenía más fuerzas para volver a empezar.

-Yo las tengo, quiero vivir y empezar de nuevo.

-¿Has visto a la multitud? -dijo el hombre volteando y recorriendo al grupo con la vista-

-Es una multitud como cualquier otra.

-No. No lo es. Es la multitud del desencanto, de la desesperanza, del abatimiento, es el cortejo fúnebre que se reúne en esta isla para acompañar al mundo en su viaje final.

-¿Por qué no hay niños?

-Todos perecieron y la gente sabia no quiso traer a este mundo nuevos seres para que atestiguaran los momentos finales que desde el principio de los tiempos fueron anunciados. Mira sus rostros de piedra, grises, marchitos como los vientres de las mujeres que dejaron secar sus matrices para no parir mártires. Hace no mucho tiempo, las autoridades decidieron que no había mucho más espacio para la vida y que las riquezas no serían suficientes si había que compartirlas. Esterilizaron a las mujeres. Empezaron con los países más pobres y subdesarrollados donde la reproducción humana era más prolífica. Pronto los senos de las mujeres se secaron y fueron sustituidos por silicona que permitiera mantener las redondeces para la incitación sexual como un acto civilizado, no para la salvaje procreación. Todos copularon sin sentido y las enfermedades campearon. Culparon a Dios. En el principio de los tiempos todo aquello que era inexplicable era divinizado, luego todo aquello que era atroz fue considerado un castigo de Dios, hasta que la idea de Dios se hizo tan odiosa que fue proscrita y se persiguió a aquellos que de alguna manera quisieran mantener la idea de Él. Solo quedó presente en los sacerdocios clandestinos, fue llamado el Dios de las catacumbas y era el Dios de los pobres y desamparados.

-Como toda esta multitud anónima, que parece ser respetada.

-¿Respeto? Eso es algo que no existe en estos días finales. ¿Qué respeto hay en estas almas? Mira sus caras. Sus ojos parecen dátiles. Respiran por inercia. Son muertos vivientes que no tienen el valor del ave para estrellarse contra los escombros.

Un largo silencio se apoderó de los dos mientras escuchaban a la multitud seguir con su cántico

.desolación, ha venido la desolación, ay de aquellos que viven en nuestros días.. Sobre el horizonte el disco rojo comenzaba su penoso viaje hacia el cenit. Su andar era reumático, arrastraba el fardo de millones de amaneceres y atardeceres de una rutina cansina y amarga. Siempre la misma ruta, nacía en el este, atravesaba el cielo y descansaba por el oeste para dejar como dueña del cielo a la luna. Al menos eso contaban las viejas leyendas, desde hacía generaciones la luz del sol no alumbraba a aquel astro lo suficiente para que sirviera de espejo e iluminara las noches. Tampoco brillaban ya las estrellas o si lo hacían, desde hacía mucho tiempo no era posible mirarlas, quizá ya no estaban allí, quizá se marcharon hacia cielos con una mejor perspectiva que aquel que cubría la Tierra.

-¿Quiénes fueron los culpables? .Preguntó la mujer sin apartar su vista del disco rojo-

-Tú y por supuesto, también yo.

-Yo no he hecho nada.

-Esa es la razón por la que eres tan culpable como yo.

-Alguien más debe tener la culpa de que el mundo muera.

-¿Dios?

-Me refería a los hombres poderosos, los que tenían las decisiones en sus manos, los que pudieron

cambiar la historia y no lo hicieron.

-Demasiadas manos que juntar para poder evitar que la esperanza se derramara por entre los dedos.

Siempre hubo buenas intenciones.

-Pero sus voces no fueron escuchadas.

-Intenta acallar un grito con un susurro .dijo el hombre pasando un dedo por los labios resecos de la

mujer- Tus labios están secos y tu piel ya no es tan tersa. La mía es aún más vieja.

-No es usted tan viejo ¿Cuántos años tiene?

-Todos. Los cargo conmigo desde que nací, no he dejado ninguno a un lado del camino para alivianar mi carga. Algunos fueron buenos, aquellos que mi madre vivió por mí, los más yo me encargué de hacerlos malos cuando comencé a tomar mis decisiones. Quizá si hubiésemos dejado el mundo en manos de una madre las cosas hubiesen sido diferentes. Habría enjugado sus lágrimas y curado los raspones, le habría acunado con ternura dejándolo dormir sobre su amoroso regazo y ya dormido lo habría hecho descansar para que al día siguiente naciera de nuevo con nuevos bríos. ¿Por qué el mundo no tuvo una madre? Todos querían ser padres de la patria, padres del universo y ninguno optó por ser la madre. Una madre. Quizá todo habría sido diferente de haber tenido el mundo una madre.

-Siguen cantando .dijo la mujer ante el silencio que hacía el hombre- parecen no tener miedo.

-No están conscientes ni siquiera de lo que cantan, viene la desolación dicen como si fuera a visitar a otros y no a ellos. El mundo se acabará hoy y ya no hay mucho que hacer. Será que los buenos propósitos siempre los planeábamos para el mañana, nunca para el hoy. A diferencia de los animales el hombre vivía en función de los planes para el mañana y se olvidó de vivir productivamente el hoy y no encuentra nada que hacer ahora que no habrá mañana. El ave marina fue más inteligente, se dejó morir, decidió el cómo y el cuándo porque era la única decisión que podía tomar, a su modo, murió porque quiso.

-Estrellada contra los escombros .dijo la mujer ante un nuevo mutismo de aquel hombre que se negaba a brindar una ínfima oportunidad a su criatura por nacer- no será ese el final de mi hija. No me estrellaré contra los escombros.

El hombre callaba, su respiración se hacía trabajosa, mas parecía disfrutar de aquellas bocanadas de aire que se habían convertido en un tesoro.

-Pronto vendrán los inmigrantes. Puedo sentir en el suelo el vibrar de su marcha, ya deben estar en la isla .dijo la mujer que no esperaba respuesta-

-Son la plaga de langostas que viene a devorar el poco grano que queda.

-Quizá entre ellos se encuentre la esperanza.

-¿Acaso vendrían acá si la tuvieran? Han venido a buscarla, no a traerla y no encontrarán nada diferente a lo que traen en sus alforjas: miedo y escasez de todo lo que es bueno.

-¿Y por qué buscan la esperanza en estas tierras?

-Porque el mundo ha decidido extinguirse frente a nosotros, ya agotaron el sol que le tocaba en sus tierras del norte. De donde vienen, ya el sol no es más y no lo será mañana.

-Apenas va llegando el medio día .dijo la mujer mirando como el disco rojo había subido por sobre sus cabezas ahora en un rápido avanzar, parecía tener prisa por acabar con todo aquello. Acabar en medio día y dejarse la tarde libre para morir tranquilo en un lecho olvidado.

¿Cuántos años tienes mujer?

-Todos. Pero a diferencia tuya no los cargo en un fardo, camino sobre ellos con la esperanza de que

habrán más y que este no es el final sino solo un nuevo comienzo. Tengo la fe al igual que todos aquellos que vienen que aún hay esperanza y que este será un Jardín del Edén.

-Sabes entonces de la historia de la creación.

-Sé todo cuanto se puede saber de este mundo.

-Sin embargo me has preguntado.

-Mas, no para que me enseñaras sino para conocerte.

-¿Tratas de conocerme por mis respuestas?

-Mas bien por tus dudas. Siempre dice más de los hombres aquello de lo que dudan que todo lo que

puedan saber.

-El saber es amplio pero limitado, la duda es infinita y eterna.

La multitud iba creciendo, decenas de personas se unían a los presentes y sin saber por qué entonaban la misma canción: .Desolación, ha venido la desolación, ay de aquellos que viven en nuestros días.

-Ya son legiones .dijo la mujer- y vienen de todas partes. Sin embargo cantan en el mismo idioma.

-Como debió ser en un principio. Míralos. Son todo lo que queda del hombre. La última esperanza y no pueden hacer otra cosa que cantar uniéndose al rebaño, miran al cielo y preguntan ¿Por qué? Se miran unos a otros y se preguntan ¿Por qué no haces algo que pueda salvarnos? ¿Morirás tú por mí?

La mujer ahora lloraba. Miraba el rostro serio del hombre al hablar y se le encogía el corazón de pensar que ninguno de aquellos estaría dispuesto a hacer nada. Todos eran aves en su cuarto viaje a los escombros.

No había en ellos esperanza que trajeran en sus alforjas, como había dicho aquel hombre. Habían caminado kilómetros para buscarla en otro sitio, mas la esperanza nunca parecía estar al alcance de sus manos desgastadas. Siempre sería preciso seguir caminando, seguir buscando fuera.

-Son corderos .dijo el hombre- Fueron fieros lobos y ahora no son más que corderos. El fin se acerca y su sufrimiento será la expiación de los pecados que el mundo demanda antes de morir. La tarde se acerca.

¿Puedes oír la respiración trabajosa de la tierra? Está agonizando.

-Pero aún vive .dijo la mujer resuelta- y mientras exista la vida habrá una esperanza.

-Mira a tu alrededor mujer. ¿Ves esperanza alguna?

La mujer recorrió con la mirada el paisaje sepia. Todo era gris: el cielo, las plantas, la arena de aquella

playa que recogía lo último que quedaba con vida, hombres y mujeres grises con cabellos encanecidos sin brillo y sin vida, cantando .Desolación, ha venido la Desolación, ay de aquellos que viven en nuestros días.

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Excelente

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Benedicto Víquez Guzmán

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This page contains a single entry by Benedicto Víquez Guzmán published on 9 de Agosto 2012 7:18 PM.

Señor alcalde. Utopía de un político. Novela de Allan Trigueros Vega was the previous entry in this blog.

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