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¿Por qué nos hemos quedado tan solos? .Preguntó al hombre que miraba el disco rojo perdiendointensidad-
-No pod
ía ser de otra forma. Al final siempre estaremos solos. Somos el muerto que ha sido acompañado hasta el panteón y que ahora que el último rito llega a su final se queda en soledad.-Es demasiado triste que sea as
í.-
¿Morirías tú por él?La mujer se qued
ó pensando y acarició su vientre abultado. Sintió una leve patada de aquella niña que se desarrollaba en su vientre y vivió el remordimiento de haberla traído a un mundo a punto de extinguirse.Habl
ó con su hija implorando su perdón:-Hija m
ía, en mal momento llegas, no habrá para ti la luz que ha de servirte de faro. Nuestro mundo muere en el día en que tú buscas nacer. Si puedes volar a otro mundo donde aún exista esperanza, vuela. Huye de este mundo maldito adonde llega todo a su final.Un fuerte dolor la hizo encorvarse ante la mirada impasible del hombre con la piel sobre sus hombros.
Aun tuvo fuerza para preguntarle:
-
¿Qué animal cubre tus hombros?-Es la piel del
último cordero.-No hay consistencia en tus palabras y tus actos si te vistes con la piel de un animal que extinguimos.
-Yo no la visto, la habito.
La mujer sinti
ó de nuevo la punzada en su vientre que le anunciaba que su hija estaba por nacer, se tendió sobre la arena, a escasos metros de la multitud que seguía cantando con su voz ronca: .Desolación, ha venidola desolaci
ón, ay de aquellos que viven en nuestros días.. Pronto la muchedumbre era legión y formaba un círculo alrededor de aquella parturienta que apretaba la arena estéril en un intento de arrancarle vida a aquel planeta en plena agonía.El hombre que habitaba la piel del cordero camin
ó hacia el mar y tocó con un dedo las frías aguas ques
úbitamente crecieron hasta alcanzar las piernas de la mujer y subir por sus muslos hasta empaparle elvientre. Las aguas se ti
ñeron de rojo y la multitud miraba expectante mientras continuaba con su canto.El hombre mir
ó al cielo y en una lengua muerta pronunció una oración. El sol se estremeció y en unaconvulsi
ón lanzó un último suspiro.La mujer apret
ó los puños y su cara palideció.-
¿Morirás tú por él?La mujer empapada en sudor y l
ágrimas extendió la mano hacia el hombre con la piel del cordero.-Yo vestir
é la piel.-
¿Morirás tú por él? -Repitió el hombre acercándose a la mujer en agonía mientras la muchedumbrecallaba.
-Morir
é por ella .gritó la mujer y en su último esfuerzo empujó a su hija hacia las manos del hombre que la esperaba, luego expiró.El hombre tom
ó a la niña entre sus manos y la elevó al cielo.-He aqu
í a Génesis .dijo con profunda voz y quitándose la piel de sus hombros cubrió el cuerpo sin vidade la mujer. Una brisa suave agit
ó sus cabellos. No era el aire pesado de la desesperanza que respiraban los visitantes a aquella isla, era un viento diferente, fresco, nuevo. El hombre sonrió y depositó un beso en la frente de la mujer, luego, dirigiéndose a la multitud dijo:-Hoy presenciaron el fin del mundo y han sido testigos del renacer de la esperanza, la copa que se hab
ía rebosado otra vez está vacía, vayan por el mundo llevando un poco de la esperanza con la que hoy han sido bendecidos.La multitud se dispers
ó hacía todos los rincones del planeta, mientras en la arena de aquella isla, yacía la mujer con la piel del cordero. Ya no cantaban roncamente .desolación, ha venido la desolación, ay de aquellos que viven en nuestros días..
Un cuento excelente, con mucho de arte y sobre todo mensaje
Así es, gracias por su comentario.
Saludos,
Benedicto Víquez Guzmán