¿Me Llevas?
El otro día que visité a Ricardito, con el fin de entregarle una historia que había escrito para que me la corrigiera, después de revisarla, me dijo, que él también tenía muchas historias qué contar pero que no sabía cómo hacerlo. Entonces me pidió que escuchara una de ellas y que otro día se la trajera escrita, tal y como yo hacía con las mías y así lo hice.
Un domingo que visitaba a una amiga, compañera de la universidad, en el barrio Don Bosco, me sucedió algo muy extraño. Cuando llegué a la casa de ella, después de saludar a varias personas que estaban ahí, todas jóvenes, de una edad que oscilaba entre los dieciocho a los veinte años, me invitaron a que participara en el juego de la güija, que ellos estaban a punto de iniciar. Con gusto acepté, ya que, cuando era adolescente, había practicado ese inocente juego. Después de apagar las luces, y dejar encendida sólo una vela, y concentrarnos bastante, tomados de las manos, dos amigas de las más expertas en el juego, pusieron sus dedos índices en una especie de moneda grande y cerrando los ojos, pidieron, en voz alta, que apareciera un espíritu joven, de alguien que hubiese muerto recientemente. De pronto comenzó a moverse la moneda sostenida por las dos jóvenes y dirigiéndose a las letras, que había alrededor, fue señalando, que él estaba ahí y preguntó:
-¿Qué desean?
Entonces una de las muchachas le interrogó:
-¿Cómo te llamas?
A lo que señaló:
-Esteban.
Luego, amplió la respuesta.
-Hace más de un año me estrellé con mi moto, cuando venía de Guanacaste hacia Heredia, donde vivía, apenas a los veinte años.
La otra amiga que seguía el juego le interpeló:
-¿Puedes darnos alguna señal de que realmente estás presente, entre nosotros?
Él indicó:
-Cuando Ricardito vaya para su casa, y pase por el río Virilla, voy a montarme en su carrito para hacerle compañía, hasta Heredia.
Todos soltaron la risa, menos yo, que aquella broma no me gustó para nada, máxime que viajaba solo. Pero rápidamente el susto se fue borrando, cuando le siguieron haciendo preguntas baladíes, como que "si me casaría", y "con quién", que si "mi novio me daba vuelta", que con mucha facilidad y soltura él contestaba. Así fui olvidando la broma de mal gusto y también el tiempo de regresar a mi casa. Me percaté de que eran pasadas las doce de la noche y entonces cortésmente, me despedí del grupo y también de mi amiga. Tomé el volante de mi carrito y emprendí el regreso. De camino recordaba las anécdotas de mis amigos y venía tranquilo, sin nada que me preocupara. Al llegar a la cantina que llamaban La última copa, frente a la Pozuelo, en La Uruca, un joven me pidió que le diera un aventón, recordé la broma en el juego y me dije. ¡Qué bien me queda este acompañante!, porque, si el espíritu de la güija deseara cumplir su promesa, ya no lo podrá hacer, pues llevo compañero. Detuve mi auto y el joven, muy atento, me dio las gracias, pues había perdido el último bus hacia Heredia y sólo esperaba alguna persona caritativa que le hiciera el favor de llevarlo. Era apenas un muchacho, tal vez un poco menor que yo, vestía con una suéter azul y lucía amigable. De camino me contó que a él le gustaba mucho venir a ese negocio porque se distraía enormemente viendo jugar pool. Así pasamos el río Virilla y, por su puesto que me sentía feliz, porque al pasar el puente nadie se había montado en mi carro, como me lo hubiera anunciado la güija. Sí sentía, como un viento frío, algo pegajoso, que de vez en cuando me llegaba a mi brazo derecho, pero lo achaqué a que el joven había abierto la ventana y entraba algo de brisa. Sin ningún contratiempo, llegamos a Heredia, y en el parque de El Carmen, me solicitó que lo dejara en la esquina. Detuve mi carro y él bajó, no sin antes darme las gracias, y ya, cuando ponía en camino mi carro, alcancé a oír:
-Disculpe compañero, no te dije mi nombre, yo me llamo Esteban, hasta luego.
Sólo atiné a continuar mi camino, y por inercia, miré hacia atrás. Pude comprobar que el joven había desaparecido.
Malvado!!!
asi ni locaaaa subo a las gemelitas
jajaa vayase a ver a nadie le hago ray nunca mas!!!
me tenes traumada XD
beso mi Bene
Gracias Lua por leer mi cuento. No debes montar en tu carro nunca ni a vivos y menos muertos.
Saludos
Benedicto Víquez Guzmán