ALONSO MUÑOZ SOLÍS
(1981)
Alonso Muñoz Solís nació en Montes de Oca, San José el día11 de enero del año 1981.
Pocos años después de graduarse de la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Costa Rica, empieza a trabajar en la Universidad para la Paz, donde establece contacto con un sector social cuya realidad lo marcará de por vida. Lleno de inquietudes y movido por el deseo de aportar al mejoramiento sustancial del país, empieza a escribir el blog Como yo lo veo, un espacio en donde reflexiona, con pasión y profundidad, sobre temas ambientales y sociales que lo conmueven y preocupan. Sus artículos han aparecido en distintos medios impresos y digitales de difusión nacional.
Alonso Muñoz Solís es ingeniero de profesión pero muy en el fondo y luego de una experiencia personal, supo que lo suyo era ser escritor. Por ello y luego de que esa anécdota le tocara el alma se dio a la tarea de escribir una novela al respecto; después de varias investigaciones y entrevistas el autor terminó por escribir Al sur de los recuerdos una novela que narra una historia (como de muchas tantas) sobre la emigración de nicaragüenses a Costa Rica.
LO QUE ESCRIBIÓ ALONSO MUÑOZ SOLÍS
NOVELA
1. Al sur de los recuerdos: 2014
Al sur de los recuerdos es publicada en el año 2014 por Alonso Muñoz Solís.
Según adelanta la sinopsis, el libro "a través de los ojos de una niña reconstruye el anhelo y la lucha de una familia que decide salir de Nicaragua y trasladarse a Costa Rica. La historia, situada unas pocas décadas atrás, recrea con profunda viveza los paisajes y sentimientos que marcarán la vida de su protagonista, dirigiendo al lector hacia profundas reflexiones que no le dejarán indiferente. Se teje así, una historia tan cotidiana como desconocida, una historia llena de humanidad y realidad".
"Al sur de los recuerdos, la primera novela de Alonso Muñoz, es la cuidadosa reelaboración de un motivo fundamental en la literatura: el viaje. Así, a través de la mirada de Ana, la protagonista, el texto nos recuerda que viajar implica siempre un traslado físico y emocional; que viajar, a fin de cuentas, es morir y renacer.
Ana, al verse obligada a migrar de Nicaragua a Costa Rica, asiste a la muerte simbólica de quien fue, y se enfrenta a un 'yo' que renace poco a poco, en cada paso que da hacia ese nuevo territorio, donde, a pesar del tiempo y los cambios, cargará siempre con un dolor primordial. Las cicatrices de una larga guerra están ahí, en los ojos y en la piel de una niña que camina hacia un futuro incierto de la mano de su madre, María, y en compañía de su hermana mayor, Luzmarina.
Ana tendrá que desprenderse de su vida, simbolizada por un árbol de chilamate inmenso que se balancea con el viento, y lanzarse al bosque, en dirección al sur. Atrás, muy atrás, quedará la casita de madera, ese espacio de felicidades pequeñas y luchas cotidianas. Hambre, miedo, violencia y humillación la esperan al otro lado de la frontera. La ruta de reconstruirse será larga, llena de silencios y preguntas.
Ir al encuentro de otro territorio no es fácil: implica ver morir una parte de uno mismo y enfrentarse, como Ana y su familia, a una realidad ambivalente que se presenta amenazadora y acogedora; un espacio ambiguo en donde los referentes se tambalean y transforman.
El viaje de Ana, ese periplo por la geografía extensa del dolor y la esperanza, es uno de los tantos viajes que diariamente se tejen a la sombra de los puestos migratorios. Se trata de un viaje que, a pesar de ser único, termina repitiéndose todos los días, con matices y variaciones, y que trae a nuestro territorio a cientos de personas que buscan vivir mejor, arriesgando muchas veces su vida y su dignidad.
Mientras tanto, mientras todas esas vidas atraviesan la frontera, la ciudad de San José sigue girando, enloquecida y abstraída. La novela, a través de la mirada de Ana, nos invita a detenernos y a pensar; nos recuerda, con profunda franqueza y a través de una historia impecablemente narrada, que en uno y otro lado de la frontera estamos hechos de caminos que se hacen polvo y desaparecen; que somos animales, a veces valientes, a veces cobardes, con la capacidad de perderlo todo y seguir adelante, arriesgando la vida y las certezas que alguna vez tuvimos.
La historia de Ana y su familia es una más entre esas miles de historias de migrantes que han viajado a Costa Rica empujados por las circunstancias y las necesidades, y que al verse en este lado de la frontera se topan con Capataces y Discursos que les arrebatan sus nombres, sus identidades: narrativas que los homogenizan y los anulan. Los migrantes nicaragüenses, vaciados de su singularidad y de su humanidad, son percibidos como 'una ola que inunda e invade', que 'nos quita el trabajo'.
Alonso Muñoz ha hundido las manos en el fondo de una de tantas historias olvidadas. La ha tomado, con extremo cuidado, para llevarnos a nosotros, lectores, a escuchar la singularidad de una voz; una voz entre tantas voces anónimas y olvidadas.
El proceso de escritura de esta, su primera novela, implicó ir al encuentro de esas voces olvidadas, profundizando en sus propios recuerdos y en los recuerdos de otros. Alonso Muñoz, para ello, tuvo que hacer un viaje inverso al de Ana: arrancar su historia en este sur y viajar, lentamente, dirigiendo sus pasos y su corazón hasta ese norte; atravesar la frontera e ir en pos de ese árbol de chilamate, en donde, estoy segura, él también vio morir y renacer una parte de sí mismo.
Recordar, verbo cuya etimología es una de las más hermosas, es 'volver a pasar por el corazón', y Alonso nos regala, como lectores, la experiencia de pasar por el corazón una historia sencilla y maravillosa; una historia que, de no haber sido rescatada del silencio con tanto esmero, habría pasado a ser una más en el patrimonio anónimo de los migrantes que han llegado a nuestro país a morir todos los días, en esas narrativas discriminatorias y violentas de las que muchas veces participamos.
Al sur de los recuerdos es sin duda una novela imprescindible en el panorama literario costarricense; una novela que se construye a sí misma como un camino, uno polvoriento y lleno de esperanza".
Alonso Muñoz Solís estructuró esta, su primera novela, en seis partes y diez y seis capítulos. Algunos muy cortos pues la novela ocupa 146 páginas.
La novela se contextualiza en la revolución sandinista y es de historia reciente. La guerrilla contra la tiranía de los Somoza y la insurrección que acaba con 45 años de tiranía y la contrarrevolución que prolonga más esa guerra fratricida donde mueren los hombres y sufren todos, especialmente las mujeres y sus hijos.
Ese es el contexto histórico que enfrenta el poeta Pascual Aristaga como padre de dos hijas Luzmarina y Ana y su esposa María. Muere en manos de los militares defendiendo los mismos ideales de libertad que antes ellos habían defendido. Era el año 1979 y se avizoraba un futuro promisorio. Los militares en el poder, que antes allá por el año 1959, luchaban contra los asesinos de Sandino, hoy lo asesinaban y luego lo entregaban a su María en una caja vacía.
El lector que posiblemente conoció de cerca esos hechos históricos, hoy asiste a un mundo privado que lo sorprende. El sujeto de la enunciación, desenrolla el hilo de una familia campesina, pobre, que soñaba con una vida libre, feliz, justa, pero la tragedia de la guerra los despoja de todo. Y se privilegia más que la voz de Ana, la hija, la niña que esperaba a su padre siempre trepada en el viejo chilamate para sorprenderlo con sus mimos y ternura.
Una sociedad degradada que sumerge a sus hijos más pobres en la degradación más aberrante; tener que huir a otro país en busca de un futuro mejor. Pues el desamparo, el hambre y sus necesidades vitales dejaron de ser posibles.
Huyen con un poco de dinero a su vecino del sur, Costa Rica y enfrentan diversos contratiempos, injustas situaciones, dolores y sufrimientos que acaso jamás sospecharon.
No más a su llegada, fueron recibidos por otros compas que les asistieron solidariamente y buscaron un hogar precario para ellos y un trabajo en una finca cafetalera.
Su futuro parecía un amanecer prometedor, María se ganaba el sustento en el cafetal, Luzmarina inició un romance con un joven estudiante, llamado Manuel y Ana correteaba por las calles de café con alegría.
Los emigrantes del norte ocupaban y ocupan los oficios más duros en nuestro país. Trabajo en las fincas, la construcción, o de guardas de seguridad en los comercios. Y ellas no fueron la excepción.
Fue Luzmarina la primera que sufrió la vejación y el intento de violación por parte del capataz o mandador como solía llamarse antes, quien borracho y lujurioso la atacó en su camarote cuando María andaba en su trabajo y Ana dormía. Aunque no pudo llevar a cabo su alevosía, tampoco se le castigó y Ana terminó herida en el hospital y todos a la deriva en una acera frente a ese lugar.
Es en ese momento que comienza el sol a calentar y el proceso de degradación se atenúa.
La familia de un señor rico les da trabajo y en ese nuevo proceso, las dos familias inician un proceso de paz y solidaridad. Ana encuentra a su padre en el regazo y la comprensión del anciano y realiza sus sueños perdidos pues inicia su educación que ya el señor le había avivado en sus horas de diálogo constantes y Alberto, ese anciano padre que le mataron los militares la hace nacer de nuevo y él vive una vejez envidiable, recobra la sonrisa y hasta deja la andadera y feliz como antes renace con la ternura de la niña.
Se abre así un realismo histórico en nuestras letras, realizado por jóvenes escritores como Daniel Quirós Ramírez, con su novela Vientos del norte y esta de Alonso Muñoz Solís, que sin grandes experimentos narracionales, aportan eso sí, un mundo narrado lleno de ternura, profundamente humana, de penetración social en ese mundo privado de la historia y descubren, desnudan una sociedad degradada, egoísta, prejuiciada, sin altruismo alguno y más cercana a todo para mí y si sobra algo también para mí.