-Sí, es una orden.
Y las órdenes se cumplen a la letra. Esto lo sabían muy bien. Prepararon sus implementos, subieron en su moto y partieron convencidos de su éxito.
-No se le olvide llevar las llaves y el pase en la mano.
_Lo sé madre. Fue lo primero que hice.
-Venga para persignarlo, hijo. Que Dios te acompañe.
-Gracias madre. Me voy o llegaré tarde.
El día estaba un poco nublado y un...
-Hasta luego papá, gritó desde el portón de la casa al viejo que ordeñaba las vacas junto a la galera.
-Que Dios te acompañe hijo. Fue toda la respuesta de aquel campesino curtido por el tiempo y padre de dos hijos. Gerardo el mayor, que ya tenía su primer trabajo y María, que se preparaba para su primer día de clases en la escuelita del pueblo. Pronto su madre la llevaría a su nuevo hogar.
No había pasado mucho tiempo de la partida de Gerardo en el bus que esperaba los trabajadores en la esquina de la escuela, cuando los padres oyeron un fuerte ruido de moto. El señor sin desprenderse de la ubre de la vaca recibió una descarga de balas y junto a la vaca se convirtió en un charco de sangre.
Todo fue tan rápido, la madre se desmayó y la niña dejó caer su mochila. Gerardo regresó en el mismo bus que recién ocupaba.
-¿Qué pasó madre? - No hubo respuesta.
- Me voy madre: Buscaré unos sicarios.
Dio un portazo y salió de prisa pero nunca regresó.